Desencadenaos los unos de los otros..!
ATENDÁMONOS A NOSOTROS MISMOS COMO QUISIÉRAMOS SER ATENDIDOS
Es el tema que hoy trataremos, con miras a leer de otra manera nuestra realidad interior tal que, nuestra realidad exterior pueda tornarse más amable en beneficio de nosotros mismos y de aquellos que nos rodean.
La belleza es un arte que nace en los primeros tiempos de la humanidad, allí cuando el hombre de las cavernas, intentaba ya escribir con trazos la realidad que vivía.
Cortar un espacio para hacer surgir ahí una figura es arte, es el arte del escultor cuando de la piedra va haciendo emerger aquel, aquella o aquello que quiere escribir con cincel para la lectura de quien bien pueda atender esa enigmática letra. Decorar un espacio es hacerlo más habitable, más armonioso tal que como un refugio para los mortales, dé reposo.
Cuando alguien acude al salón de belleza, se quiere más bello, y si se quiere más bello es porque no se siente lo suficientemente bello. Pero lo es. De por sí ya, lo es. Es bello solo por el hecho de estar vivo y además presentar todas sus facultades físicas, psíquicas e intelectuales intactas. No quiere esto decir que quienes no presenten tal perfección no sean bellos, también lo son por supuesto quizá más que aquellos a quienes la naturaleza ha dotado de mayor perfección. ¿Por qué quizá más bellos?
Porque todos, irremediablemente, requerimos representar en lo simbólico, La falta en ser so pena de lo que nos falta…, por realizar, lo representemos entonces, imaginariamente, es decir, en… mil y una formas. Una de ellas es el no estar contentos con nuestra belleza. Otra más es el no estar contentos con lo que realizamos. Otra más son las miles de quejas en las que no hacemos más que mencionar lo que quisiéramos que los otros nos dieran o hicieran por nosotros, porque supuestamente, nos hace falta. Y la persona con algún defecto físico, a veces, solo a veces, logra ahí representar, en tal “defecto”, su falta en ser, y ya está…, es cuando surgen investigadores que tratan de remediar su falta o la de su familia, y un corazón ponen nuevo al mundo.
Como quien dice, en la queja y la representación de la imperfección, ¿ponemos que? El deseo que no hemos logrado reconocer en nosotros mismos y por lo tanto tampoco, poner en palabras ni mucho menos darle curso. Si no ponemos en palabras lo que deseamos, no sabremos qué camino seguir, hacia donde dirigirnos o qué es lo que nos dirige. Y no ponemos en palabras nuestro deseo porque no lo reconocemos.
Tal es que… vivimos haciendo cosas según palabras oídas. “que… ¡para qué amigos!” decía una joven mujer madre en presencia de su pequeño hijo. Repetía incansablemente la frase fatídica. El niño escuchó tales palabras sin saber de dónde provenían las mismas, creyendo por entonces, sin saber aún de la problemática humana interior, que su mamá decía “verdad”, lo que el niño interpreta es: que a tener amigos hay que decirle no, aunque se lo desee. En fin, no tenía ni siquiera que creer nada ni interpretar nada, simplemente, en estado de segunda consciencia como nos lo enseñan las histéricas del Famoso neurólogo francés Charcot, tal y como además Freud y todos los psicoanalistas subsiguientes han descrito; el pequeño simplemente, quedó impregnado de tal frase “para qué amigos”. Así es como llegado a su adultez se encontró sin amigos y diciendo un día…. “es que…. ¿para qué amigos?” … ¡la misma frase de su madre!. Otro niño con la misma frase por supuesto, pudo crearse otra realidad y hoy en día escribe libros sobre la amistad respondiendo a la pregunta materna de…. ¿para qué amigos?”
Vivimos ejecutando entonces, sin apenas darnos cuenta, palabras, frases que como de órdenes oídas… dictaminan nuestro diario quehacer. Decimos que cumplimos el deseo de un Otro al que no reconocemos, del que nada sabemos. Frases oídas como la ninfa eco, repitiéndolas para expresar algo del impronunciable deseo no reconocido que permanece entonces, inconsciente, bloqueado, atascado allí donde no ha habido una respuesta e insistiendo al repetirse, en hacerse saber.
Es lo mismo que cuando un conductor de taxi es agredido por alguien, transeúnte o compañero de oficio, u otro, tal agresión que queda arremetida entre pecho y espalda, emerge, en algún otro lugar; la familia, otra calle, otro transeúnte…, Etc. Sin apenas darnos cuenta, somos transmisores del odio, del malestar, de la venganza.
Así mismo el niño de otrora, y sin saberlo, trasmite el desasosiego de su joven madre ante algún malentendido irremediable con alguna amistad y desde cuando decidió, madre e hijo, nunca más tener amigos, o el otro niño, responde a su mamá qué es tener amigos, otra lectura de la misma frase.
¿Cómo parar esa situación de encadenados que nos atraviesa, cómo desencadenarnos?
Por el momento y para lo que se refiere del oficio del cuidado de la belleza, Atendámonos a nosotros mismos como quisiéramos que los otros nos atendieran.
Margarita Mosquera Zapata
Psicoanalista
Consultorio: 3168255369 // 3012819814
Medellín, Colombia