lunes, 22 de febrero de 2010

Esclavitud moderna e ideología antigua


Eslavitud moderna e ideología antigua

http://www.psychanalyste-paris.com/Esclavage-moderne-et-ideologie.html

Economía Política y Antropología


Esclavitud moderna e ideología antigua

« Cargarse la miseria... Es entrar en el discurso que la condiciona »

Por Christophe BORMANS

El texto que presentamos aquí constituía una primera versión de un artículo publicado en la Revista Tiers-Monde en octubre de 1996 bajo el título « Esclavage moderne et idéologie antique » (Revue Tiers-Monde, Tome XXXVII - n° 148, « Relations de travail et mondialisation », Octubre-Diciembre 1996, PUF, Paris, pp. 787-802).

«Es cierto que cargarse la miseria, como ustedes dicen, es entrar en el discurso que la condiciona, no sería sino a título de protestar ahí. Con solo decir esto, me posiciona – en lo que algunos ubicarían como reprochar la política. Lo que, en cuanto a mi, sostengo como cualquiera excluido » (Jacques LACAN, Télévision, Paris, Seuil, 1974, p. 25).

Hace ahora una quincena de años, Moses I. Finley publicaba una colección de cuatro conferencias. La primera, titulada “Esclavitud antigua e ideología moderna” [1] – y daba su nombre al libro -, se proponía responder a la pregunta siguiente: ¿por qué “en el curso de los últimos veinticinco años, el estudio de la esclavitud ha alcanzado una intensidad sin precedentes”? Con referencia a la esclavitud en el Nuevo Mundo, desde el siglo XVI hasta el siglo XIX (en los Estados Unidos, en el Caribe, y en el Brasil etc.,), “los motivos de tal evolución” se le presentan claramente: esta “esclavitud moderna, tocaba con los Negros”, y las “tensiones sociales y raciales actuales” habían reanimado el debate. Con referencia a la esclavitud antigua, que no ofrecía “una significación tan inmediata”, según el autor, había sido el campo predilecto de la confrontación entre las dos ideologías modernas, liberal y marxista.

Hoy en día, la confrontación ideológica entre las dos grandes corrientes del análisis económico, no aparece más como postura llevada por la corriente liberal. No obstante, la expresión “esclavitud moderna”, que no remite ya más al recorte tradicional de la historia, es decir que no remite ya más a la esclavitud en el Nuevo Mundo (ni menos aún, a la esclavitud antigua) reflorece un poco por todas partes, tanto en las publicaciones de Organizaciones internacionales de defensa de los derechos del hombre y de los trabajadores, como en los medios de comunicación, repercusiones que además hacen parte integrante del objetivo confeso de estos organismos [2].

El presente artículo, cuyo título se inspira en el de la célebre obra de Finley, propone retornar sobre las razones que constituyen desde hace una decena de años [3], el estudio de lo que se llama la “esclavitud moderna” la que también, “alcanza una intensidad sin precedentes”. Apunta esencialmente a responder dos preguntas: primero, ¿qué se entendía originariamente, por esclavitud y “esclavitud moderna”? Luego, ¿qué recubre esta expresión hoy, y sobretodo, en qué se diferencia la realidad que se tenía por costumbre atribuirle?

Finalmente, intentaremos demostrar que el uso de la expresión “esclavitud moderna” para calificar las condiciones de trabajo actuales, de muchos trabajadores del Tercer Mundo, manifiesta entonces, una ideología calificada por nosotros como “antigua”, en el sentido en que pensamos que participa de una marcha atrás, con relación a los primeros pasos de lo que se llamó el análisis del sub-desarrollo.

 
I. De la esclavitud “antigua” a la esclavitud “moderna”

En su voluntad de esclarecer los debates historiográficos sobre la esclavitud, Moses I. Finley deploró siempre la falta de rigor en la clasificación de los diferentes tipos de trabajo en general, y en particular, la ausencia de una buena definición de la esclavitud.

En efecto, como lo señaló – no sin ironía - Finley, "somos esclavos de una sociología muy primitiva que supone que no existen sino tres tipos de estatus de trabajo: el del asalariado libre, contractual; el del siervo; el del esclavo. De una manera o de otra, hay que clasificar a todo el mundo, en alguna de estas categorías" [4]. De otra parte el hecho que esta división tripartita posea una connotación histórica que debe hoy ser rechazada [5], el problema es efectivamente que, cuando no se asimila simplemente servidumbre y esclavitud, una de las dos categorías tiene tendencia a servir de comodín para las categorías a priori inclasificables como ésta, la más conocida, la del hilota de Esparta, que se las arregla tan pronto entre los siervos, como tan pronto entre los esclavos.

Con referencia más particularmente a estas diferentes categorías próximas a la esclavitud, y como lo señala igualmente M.I. Finley, “en un extremo, insistimos tan fuertemente, en las distinciones marginales, que reducimos todas las instituciones, a una infinidad de casos discontinuos, tornando así vana toda posibilidad de análisis o de comprensión, mientras que en el otro extremo, es la tendencia a crear una "mezcla supra-histórica", lo que "desafía todos los principios científicos"” [6]. Ahora bien, como lo precisa Pierre Vidal-Naquet, otro y no menos eminente especialista en la esclavitud antigua, hablar de muchos tipos de esclavitud es "un abuso del lenguaje, porque precisamente, una de las categorías serviles, [...] tiene un estatuto perfectamente claro", mientras que las otras se rechazan "en las definiciones claras y distintas" [7].

Tendremos en la primera sección de este artículo, la ambición de definir positivamente al esclavo y a la esclavitud. Partiremos muy simplemente de la definición del Petit Robert, definición que ningún especialista sabría seriamente por otra parte, discutir: el esclavo es una "persona que no está en condición libre, que está bajo el poder absoluto de un amo, sea por el hecho de su nacimiento, sea por haber sido capturado en la guerra, la venta, la condenación". Nos interesaremos como primera medida en la primera parte de esta definición, mencionando la condición de "no libre" del esclavo y el carácter "absoluto" de su dependencia respecto de un amo, para luego estudiar los mecanismos que lo llevan a su esclavitud, no cuando ésta finalmente queda establecida en el sistema social, sino cuando no lo está aún, es decir, en el momento de su génesis.

 
Génesis y definición de la esclavitud.

Interesémonos primero en la primera parte de esta definición corriente: el esclavo es "una persona que no está en condición libre". De inmediato notamos que esto es muy insuficiente, puesto que no admitiríamos una definición que no es sino la negación de un carácter que el esclavo no posee. Por el contrario, podemos comenzar por preguntarnos: ¿qué es un hombre libre? Y este paso se revela enseguida mucho más fructuoso. En "El vocabulario de las instituciones indo-europeas" [8], Emile Benveniste nos dice que el hombre libre es aquel que "nació en el grupo"; pero sobretodo que, a este hombre libre "nacido en el grupo", "se opone el extranjero, es decir, el enemigo, susceptible de convertirse en mi huésped o en mi esclavo si lo capturo en la guerra" [9]. He aquí lo que es mucho más interesante, ya que a nuestra primera definición, ciertamente indiscutible, pero negativa, se agrega en lo sucesivo un carácter positivo que parece poseer el esclavo: es "necesariamente extranjero" [10].

No obstante, si el esclavo es "necesariamente extranjero", el extranjero, no necesariamente es esclavo; y es ahí, en nuestra opinión, que debe intervenir el calificativo de "absoluto". Porque, como lo señala Claude Meillassoux, lo que distingue al esclavo, es que "viene siempre de lejos" [11], que "nunca es un vecino" [12]. En este sentido, lo que importa no es tanto que el esclavo sea extranjero, sino más bien que extranjero, lo es él "absolutamente". Es, según la célebre expresión de Finley, "el extranjero absoluto". Esta idea de absoluto es muy característica del esclavo y de la esclavitud, ya que se la encuentra tanto en la definición del especialista que es Moses I. Finley como en la corriente, la del diccionario. Solamente queda una pregunta: ¿qué es un extranjero “absoluto”? Es aquí en la génesis de la esclavitud que vamos a responder a esta pregunta y a acabar de definir positivamente, al esclavo y, de este modo, a la esclavitud.

Cuando se trata de hacer la génesis de un fenómeno, aquí el de la esclavitud, la vía metodológica clásica es "creer", porque se trata bien de una creencia como lo señala Louis Althusser, que "el individuo del fin (al que se trata de engendrar) está contenido en germen en el origen de su proceso de engendramiento" [13]. Es así como la mayoría de los que se han interesado en el "nacimiento" de la esclavitud, y el especialista que es M. I. Finley no es la excepción, creyeron deber suponer la pre-existencia de este fenómeno: sea bajo la forma de la pre-existencia de una demanda de esclavos, sea bajo la forma de la pre-existencia de un oferta de esclavos, sea en fin, bajo la forma de la pre-existencia de ambos, la oferta y la demanda, sea dicho "ley" del mismo nombre encargada de hacer el resto.

Si queremos evitar esta vía metodológica fundamental, hay que "aceptar, según los propios términos de Louis Althusser, que lo que vamos a cambiar, para explicar el mecanismo por el cual surge A, no sea A, ni la prefiguración, ni el germen, ni el esbozo, ni la promesa, etc. (todas las expresiones que no son sino metáforas tendenciosas, [...] tendiendo a hacer creer que A no puede nacer sino de A, como un hombrecito (petit-homme) que nace de un hombre)" [14].

Con el fin de describir la génesis de este fenómeno que es la esclavitud y, por consecuencia, con el fin de definir más precisamente el término esclavo, formularemos aquí tres hipótesis fundamentales que se refieren a la situación histórica pre-esclavista [15], hipótesis que, de una parte son comunes a las dos épocas pre-esclavistas que se dan en la Grecia arcaica y el Renacimiento y que, de otra parte, no presuponen ni la preexistencia de una oferta, ni la de una demanda de esclavos:
Primero, la pre-existencia del avasallamiento sobre la esclavitud, con este corolario que el avasallamiento no significa privación total de los derechos del esclavizado [16] ;
Luego, la pre-existencia de la práctica de compra y venta de hombre en esclavitud [17] ;
Finalmente, la pre-existencia, o más bien predominancia del desarrollo del comercio a "gran escala" sobre el comercio de "corta escala" [18] ; con este corolario que el comercio a "gran escala" no necesita del comercio a "corta escala" para generalizarse.

Estas tres hipótesis hacen que a medida que se desarrolla el comercio a "gran escala", la venta y compra de hombres, con el objetivo de su vasallaje, van a concernir a hombres que llegan de comarcas cada vez más lejanas, geográfica y socialmente ; es decir, hombres cada vez más "des-socializados" [19] por el camino mismo y las condiciones de vida que en el camino los llevan a su inserción en el seno de la sociedad compradora – porque como lo señala Serge Daget [20], no se trata de esclavos, sino de hombres.

La pregunta pertinente es entonces la siguiente: ¿Cómo y por qué, a fin de cuentas, es decir, en el momento de la venta de estos hombres en el seno de la sociedad compradora que, por cierto, practica el avasallamiento, pero no sabría ser esclavista antes de la hora, estos hombres se tornan esclavos? La respuesta no puede ser sino, justamente, durante el "trayecto" así recorrido, es decir, es en el curso de y por la trata (traite), que estos hombres van a perder lo que les da la posibilidad de tener derechos, es decir, su facultad de deliberar (o personalidad), haciéndolos así aparecer a los ojos de aquellos que los compran como seres humanos a los cuales no se les debe dar ningún derecho.

Es, como lo anota Roland Survélor, "en el doble traumatismo causado por la pérdida de la Madre-Tierra" [21], que el cautivo pierde su capacidad de deliberar. En la trata (traite, tratamiento), que confecciona esta pérdida, éste es totalmente des-socializado: es separado de la tierra en la cual creció, de los hombres con los que creció y que le dan hasta el presente, para volver a la primera definición, todas los puntos de referencia de la libertad. No hay más puntos de referencia. Los relatos de esclavos que, capturados en África negra, atravesaron el Atlántico, en condiciones que conocemos bien, demuestran que perdieron sus puntos de referencia, el esclavo pierde su capacidad de deliberar, su personalidad [22]. Al definirlo a la manera occidental, pero positivamente ésta vez y, para utilizar una fórmula un poco paradójica, el esclavo es aquel sobre cuyo cuerpo se tienen derechos. El cautivo destinado a ser esclavo no es sino un cuerpo. Y para suponer, como lo hace igualmente Roland Survélor, que "ninguno" es "malo voluntariamente" [23], aquel que compra ese cuerpo, no hace sino reconocerlo como tal, es decir no le reconoce personalidad.

Una vez que esta génesis se produce, el esclavo se encuentra excluido de todos los aspectos sociales que lo inducirían a un reconocimiento de su personalidad. Para comenzar, por supuesto, por su estatuto jurídico que sistematiza la ausencia, en él, de lo que el comprador no reconoce, y que por lo demás el cautivo des-socializado no da a ver, es decir, la ausencia de personalidad, ese estatuto jurídico que define al esclavo como instrumento, cuerpo, mueble, etc. El aspecto lingüístico consagra igualmente esta separación radical entre de un lado el amo y del otro el esclavo, a través de una lengua que, en el origen, no pertenece ni al uno ni al otro, otra lengua, de suerte que no habría tampoco aquí, a través de "lalengua", ninguna intersección social posible entre el amo y el esclavo, si tanto es que no hay "metalenguaje", como se complacía en declamar Jacques Lacan. Más allá de todos estos aspectos de lo social entonces, existe uno del que la esclavitud es igualmente excluida, y no es el menor, es aquel de lo económico. Como lo señala una vez más Roland Survélor, "no hay del lado del esclavo, participación racional en el trabajo" [24]: "a todos estos traumatismos, precisa él, en efecto, se agrega en el esclavo, como una falla del ser, una no estructuración ligada a las relaciones de producción mismas. Del amo, el esclavo no percibe ningún salario, sino alojamiento, nutrición y vestido. [...] Los cuidados del amo no parecen entonces como fuertemente ligados al trabajo mismo, y [...] el esclavo, en los primeros tiempos al menos, no puede percibir en lo que recibe, la huella de una reciprocidad, así sea desigual, a nivel de un intercambio de servicios" [25]. Para resumir, podríamos decir que en ninguna de las "oposiciones que dividieran artificialmente la ciencia social", según expresión de Pierre Bourdieu [26], en el esclavo no se reconoce ningún tipo de personalidad; y que, finalmente, el esclavo las resuelve todas en lo que hay de absoluto y radical, y que le es justamente, característico, no es una persona, sino simplemente, un cuerpo, humano ciertamente, pero sólo un cuerpo.

Así pues, "todos los elementos devastadores revelados aquí" [27] en esta primera sección, es decir, la "deportación", la "no-posesión ancestral de la tierra" y la "no-racionalidad económica" [28], convergen según nosotros, hacia una definición de la esclavitud en la cual la personalidad del trabajador es no solamente eliminada en y por la puesta al trabajo, sino ausente desde el origen de la puesta en el trabajo.
Las formas contemporáneas de esclavitud

En su informe sobre el trabajo en el mundo de 1993, la OIT nos introduce en su tema atacando al público: "en este final del siglo XX, nos dice, muchos son los que piensan que la esclavitud pertenece al pasado. Tienen la culpa. La esclavitud subsiste, también ahora, bajo formas tradicionales tanto como bajo formas modernas tales como la “servidumbre por deudas” o el trabajo al que son forzados, bajo amenaza, hombres, mujeres, o niños arrancados a sus familias" [29].

En este primer nivel, vemos inmediatamente entonces que la OIT distingue, en el seno de esta categoría que es la esclavitud en general, una esclavitud "tradicional", que será muy poco trabajada en lo que sigue del informe, y una esclavitud "moderna", que asimila a la "servidumbre por deudas" y al trabajo "forzado u obligatorio". Se sigue una definición general de la esclavitud y una definición del esclavo "moderno" en particular:

"La esclavitud, en el sentido común del término, nos dice la Oficina internacional del trabajo, consiste en hacer trabajar a las personas sin remunerarlas, es decir utilizando la fuerza, es decir bajo la cobertura de las tradiciones sociales o culturales" [30]. En cuanto a la "servidumbre por deudas", "fenómeno que toca a millones de trabajadores de todo el mundo", nos precisa, "la trampa funciona de la forma siguiente: el empleador le paga un adelanto al trabajador. Este se compromete a reembolsar con su futuro salario pero es incapaz por supuesto y, a menudo, su deuda no hace sino aumentar. Resulta así ligado a su empleador hasta el fin de sus días. En ciertos casos, sus hijos, incluso pequeños, serán obligados a trabajar por el mismo acreedor, con el fin de reembolsar la deuda familiar" [31].

Esta práctica, nos dice la OIT, es "sobretodo frecuente en Asia del Sur y en América latina", por ejemplo en India o en Pakistan (donde se llama pesghi) o en Perú (enganche), las "víctimas" se contratan generalmente "entre las personas más pobres, a menudo de origen tribal" [32]. En 1991, según la comisión de expertos de la OIT y la organización Anti-Slavery International, "5 millones de adultos y 10 millones de niños se encuentran reducidos a la condición de esclavo a causa de deudas" [33].

El que una mayoría de niños se tornen "víctimas de este sistema", convierte a esta forma de esclavitud, en "tanto más chocante" [34] a los ojos del la OIT. El mecanismo es aquí ligeramente distinto, en cuanto no es la persona del trabajador, es decir el niño, sino sus padres mismos, quienes "reciben un adelanto a cambio del trabajo de sus hijos" [35]. Ahora bien, "como éstos últimos son mal pagados y como los empleadores les imponen a menudo una multa, es imposible reembolsar esta deuda" [36]. Los niños, precisa la OIT, “deben trabajar como verdaderos esclavos", "largas horas bajo vigilancia constante y a menudo sin derecho de salir”; aquellos que intenten huir, son "golpeados, y hasta torturados" [37].

En su informe de noviembre de 1995 sobre el "trabajo de los niños", el Consejo de administración de la OIT recuerda que incluso recientemente, el grupo de trabajo sobre las formas contemporáneas de esclavitud, de la ONU así como de los organismos de control de la OIT, testimoniaron ampliamente de una parte, “la existencia hoy en día, de la esclavitud en los niños” y de otra parte, confirmaron que hay que "estimar" en "decenas de millones, el número de niños esclavos" [38]. Este informe confirma igualmente, a la vez, la existencia de formas "tradicionales de esclavitud de los niños" (sobretodo en Asia del Sur y "en la banda sub-sahariana del África del Este", así como en América Latina) donde la existencia de "formas contemporáneas de esclavitud de los niños" que "parecen desarrollarse un poco por todas partes del mundo, sea por la instauración de un lazo entre el contrato del trabajo de un adulto y la puesta a disposición de un niño, o sea por el intercambio de un niño por una suma de dinero a menudo presentada como un adelanto al salario". Dejando de lado el "secuestro", la contratación de estos niños parece "sistemática", nos precisa la OIT, que sea en los campos, donde "los que enganchan clientes (ojeadores) venden familias pobres", o en las ciudades, donde "existen oficinas especializadas en la venta de niños y de adolescentes" [39]. Estos "niños esclavos" se encuentran en gran número en los sectores de actividad económica tales como "la agricultura, lo doméstico, las industrias del sexo, las industrias de alfombras y tejidos, las canteras y la fabricación de ladrillos" [40].

En lo concerniente a la "esclavitud moderna" con "adultos", podríamos decir, se encuentra en toda Asia del Sur y en América Latina.

En Perú "ese sistema es utilizado sobretodo en las minas de oro de Puno y Cuzco. Los mineros reciben un adelanto por un contrato de noventa días y deben luego, trabajar largas horas, por un salario de miseria, a fin de tratar de reembolsar esta deuda. Al final del contrato, los empleadores se han comprometido a pagar su boleto de regreso, pero, generalmente, no lo hacen. Los excavadores de oro (orpailleurs) de la región Madre de Dios serían víctimas del mismo proceder" [41]. En Perú tanto "como en otras partes", nos precisa la OIT, "generalmente son las minorías las más tocadas" [42]. Estos trabajadores son contratados por "ojeadores (rabatteurs) llamados gatos (chats) que surcan el país haciendo ilusionar salarios idílicos y buenas condiciones de trabajo. Estos gatos se encargan del transporte de los nuevos contratados hasta su lugar de trabajo, a menudo situado a millares de kilómetros de sus sitios de origen. A su llegada, los trabajadores descubren no solamente que ganarán mucho menos de lo previsto sino que además, deberán reembolsar el transporte y, ya sea pagar a los gatos que comer, ya sea aceptar ser pagados en parte con la alimentación. Aquellos que intentan escaparse son perseguidos por hombres armados (pistoleros); si son atrapados, son golpeados, azotados, mutilados, sometidos a sevicias sexuales" [43].

Es más o menos el mismo tratamiento que reciben los Haitianos que van a vivir, legal o ilegalmente, a República Dominicana en el momento de la cosecha. Si estos últimos son "presas fáciles" para los policías y militares que organizan "redadas", los primeros son, también ellos, llevados a "alimentar como mano de obra, plantaciones de caña de azúcar", dado que los soldados no vacilan en "confiscarles sus papeles" [44]. Además los ojeadores (rabatteurs) llamados buscones, van a surcar Haití con el fin de transportar en camiones, a los habitantes, hasta la frontera dominicana; allí los reciben los buscones dominicanos que, a menudo, con ayuda de “soldados” o de “civiles armados”, los conducen hasta las plantaciones [45]. La OIT nos precisa que "una vez en el lugar, los trabajadores descubren a veces que su remuneración y sus condiciones de trabajo nada tienen que ver con lo que se les había prometido"; Ahora bien, "aquellos que desean trabajar en otras plantaciones o en otra parte, no pueden siempre hacerlo: lo guardias les confiscan sus cosas (sobretodo sus vestidos) y los encierran durante la noche" [46].

Al lado de estas formas de esclavitud llamadas "modernas", la OIT afirma que las formas "tradicionales" subsisten aún hoy en ciertos países, como la Mauritania, y en particular Sudán. "Los primeros informes detallados sobre el renacimiento de la esclavitud, nos dice la OIT, fueron recibidos en 1988 por el Grupo de trabajo de las Naciones Unidas (...) y fueron examinados en 1989 par la Conferencia internacional del Trabajo. Estos informes afirmaban que el gobierno había librado armas a las milicias para permitirles arrasar las regiones de la tribu Dinka; el objetivo era despoblar la región "fronteriza" entre el norte y el sur de forma de privar a los rebeldes de la Armada de liberación del pueblo sudanés de un sostén potencial" [47]. Poniendo de lado el comercio y el ganado, el botín de estas milicias se compone de esclavos, que conservan "para su propio uso" o que venden "entre 30 y 60 dólares por cabeza" [48]. Los niños, la mayoría, sirven como domésticos o guardianes de tropas, mientras que los adultos machos trabajan directamente la tierra [49].

No obstante, Sudán no ha escatimado el desarrollo de una "esclavitud moderna", cuyos mecanismos son idénticos a los observados más arriba: familias desprovistas proponen a los comerciantes recibir en venta sus hijos; "en teoría, nos dice la OIT, los padres pueden volver a comprar sus niños (... dos veces el precio). Pero estos últimos pasan a menudo de mano en mano, de tal suerte que es imposible volverlos a encontrar" [50]. Estos niños "mantenidos en esclavitud" son finalmente, también ellos "utilizados como domésticos" [51].
II. Esclavitud « moderna », sector informal y Estado

Sin embargo, nos parece que todas estas formas de ponerse a trabajar pueden ser razonablemente calificadas de esclavitud, y esto, sobretodo cuando vemos agregar el adjetivo de "moderno". Esencialmente por dos razones que vamos a desarrollar sucesivamente en la segunda parte de este artículo: de una parte, porque todas presentan una diferencia radical con la esclavitud propiamente hablando – y tal como la hemos definido en nuestra primera sección; de otra parte, porque éstas no presentan una diferencia radical con las otras formas actuales de puesta al trabajo en los países del Tercer Mundo.
Esclavitud y «esclavitud moderna»

No se trata aquí de pleitear con la Organización Internacional del Trabajo, ni con organismo alguno internacional, en defensa de los derechos del hombre y de los trabajadores. La intención de estos organismos, en lo que contiene de lucha contra las condiciones degradantes del trabajo para el hombre es perfectamente respetable. Sin embargo, podemos hablar de esclavitud cada vez que el hombre en el trabajo es maltratado. Es lo que vamos a tratar de articular.
La esclavitud « tradicional » contemporánea.

La OIT comenta en nuestra opinión, una primera aproximación cuando nos introduce en su tema:

"En tiempos antiguos, nos dice, en efecto, la esclavitud era moneda corriente en muchas sociedades. Algunas tribus o categorías sociales eran de este modo avasalladas por otros. Igualmente, los pueblos vencidos eran, a menudo, reducidos a la esclavitud" [52].

Propiamente hablando, la esclavitud nunca fue "moneda corriente" en esos famosos "tiempos antiguos" de los que nos habla la OIT. Ciertamente vimos por una parte, que las prácticas de compra y venta concernían muy a menudo a los hombres mismos, y que de otra parte, la dependencia personal, o si se lo quiere la servidumbre, era la regla, pero de sociedades realmente esclavistas propiamente hablando, los especialistas de la antigüedad no demostraron sino dos: la de Atenas llamada "clásica", luego la de Roma de antes de nuestra era. En resumen los "tiempos antiguos" según un modelo altamente esquemático, podríamos decir con Finley, que si "el mundo pre-griego - Sumeria, Babilonia, Egipto, Asiria, y [...] Micenas – era, muy profundamente un mundo desprovisto de hombres libres, en el sentido en que el Occidente se ha comprendido este concepto “se impone agregar, que era igualmente un mundo donde la esclavitud no tenía sino una "importancia marginal", y esta esclavitud fue a fin de cuentas, "una invención griega" [53].

Como lo señala la OIT, las "tribus", las "categorías sociales" y los "pueblos vencidos" eran, de no dudarlo, avasallados por otros, pero es de rechazar todas las formas de postura al trabajo en la esclavitud, llegaríamos a hablar de un solo y único corte radical en la historia de nuestras sociedades, el que instaura el trabajo libre asalariado, dicho de otro modo, el capitalismo, aunque desde este punto de vista, habría que comprender esta emergencia, a la manera de un golpe de barita mágica puesta sobre la gente, no sabemos por qué fuerza.

Por cierto, en Sudán, milicias armadas por el gobierno, efectúan redadas en pueblos fronterizos con el fin de poner a hombres, mujeres y niños a trabajar. ¿Podemos hablar no obstante de esclavitud? Esta forma de puesta al trabajo se ordena, en nuestra opinión, más bien del lado de una forma de servidumbre "intercomunitaria", según la expresión de Y. Garlan, dejado y agregado el calificativo de individual. Servidumbre y no esclavitud, porque "la guerra misma produce prisioneros y no esclavos" [54], y los mecanismos que son ahí puestos a operar no vienen de un proceso de des-socialización susceptible de llevar a la despersonalización radical del prisionero, necesaria para la esclavitud, ya que, la guerra, es ella en si misma un fenómeno social y que socializa, en este sentido, la guerra impone el reconocimiento del enemigo como grupo social o como Estado. Además, en las sociedades realmente esclavistas, como lo señala una vez más Y. Garlan, era relativamente poco, el número de "ancianos prisioneros de guerra entre los esclavos" [55]. Como lo hace notar igualmente M. I. Finley, ni los Americanos, ni los traficantes de esclavos portugueses, franceses, y luego ingleses, "hicieron la guerra en África para sacar este provecho luego”; ni "los Griegos tampoco hicieron la guerra sistemáticamente a sus principales fuentes de aprovisionamiento, los Bárbaros del Este y del Noreste" [56]. Que estos prisioneros queden sometidos a un trabajo forzado y degradante, no elimina en nada el hecho que es difícil hablar ahí, de esclavitud.

Quedan presos, de los que no se sabe si “son vendidos”, puestos como “prenda” o en "alquiler", la mayoría del tiempo, niños, que pasan "de mano en mano, de suerte que es imposible volverlos a encontrar" [57]. Estos, nos dice la OIT, son de hecho "mantenidos en esclavitud y utilizados como servidumbre" [58].
La « esclavitud en los niños »: una expresión contradictoria

La expresión misma de "esclavitud en niños" utilizada por la OIT, es una expresión en nuestra opinión, extremadamente ambigua, y esto por tres razones.

En primer lugar, porque como lo señala la misma OIT, “podríamos decir que el trabajo de niños es siempre un trabajo forzado ya que los niños raramente están en capacidad de dar libremente su consentimiento” [59] ; en efecto, "la mayoría de las decisiones que les conciernen son tomadas en su lugar, por los adultos" [60]. Ahora bien, en la medida en que la OIT tiende a ubicar sobre un mismo plano, el trabajo "forzado u obligatorio" y la esclavitud, de seguirlo, podríamos casi decir que el trabajo de los niños es siempre una esclavitud.

En segundo lugar, la definición de la expresión "esclavitud en los niños" que nos da la OIT es ambigua en sí misma. En el informe de la Comisión del empleo y de la política social sobre el "trabajo de los niños", informe publicado en noviembre de 1995 [61], el Consejo de administración de la OIT consagra, en efecto, tres parágrafos a este tema de la "esclavitud a los niños", y trata de definir más precisamente lo que entiende por esta expresión:

« La esclavitud de un niño, nos dice, es una situación en la cual un empleador ejerce sobre este niño, de forma temporal o definitiva, atributos de derecho de propiedad. El niño se convierte en un bien, una cosa, que puede ser intercambiada. El propietario puede hacer trabajar al niño, directamente a su servicio o confiarlo a un tercero que lo utilizara para su trabajo mediante un alquiler» [62].

Sin embargo, la propiedad se define como "el derecho de gozar y disponer de las cosas de manera absoluta" (Art. 544 du Código civil), no sabría estar, por consecuencia, al nivel de su definición misma, "temporal o definitiva", salvo finalmente, a no ser más.

Finalmente, la expresión de "esclavitud de los niños" es en nuestra opinión una expresión no pertinente, sobretodo porque es en sí misma contradictoria. En efecto, en el mismo nivel en que se ubica la OIT, es decir en el nivel de la definición, la más corriente, u "ordinaria" de la esclavitud, el carácter "absoluto", y entonces innegablemente definitivo, del goce del amo sobre su esclavo es ineludible. Ahora bien, si la infancia no es en sí misma más que un periodo transitorio en el ser humano, ¿qué recubre entonces la expresión de "esclavitud de niños"? Ya que la OIT no nos dice absolutamente nada sobre en lo que se convierten estos "niños esclavos" en su edad mayor. Quizá se confunden muy simplemente en esta realidad que la OIT designa con la expresión de “esclavitud moderna”? Expresión a la que hay entonces que agregar el calificativo de « adultos ».
La « esclavitud moderna » de los « adultos »

La diferencia entre esta forma de puesta al trabajo llamada "esclavitud moderna" y la esclavitud propiamente dicha, es radical, tanto desde el punto de vista teórico como desde el punto de vista empírico, o digamos más bien, desde el punto de vista histórico.

Desde el punto de vista teórico, en efecto, el mecanismo que lleva al adulto a la esclavitud es finalmente, siempre el mismo [63]. No se trata aquí, ni del (ojeador) "rabatteur" ni del "empleador" a la inversa del mecanismo que opera en la esclavitud, el de "capturar" a un hombre a la manera como se captura a una bestia salvaje, sino más bien de "captar" o incluso "cautivar" la atención, el espíritu o la inteligencia de este futuro trabajador, de retenerlo seduciéndolo, de buscar ganar a ese alguien por cualquier artificio y, para el caso, haciéndole fantasear un salario y condiciones de vida ampliamente aceptables con miras a la situación en la cual se encuentra. Haciendo esto, todo el mecanismo de la puesta al trabajo reposa en efecto, sobre, y acude a la personalidad misma de ese trabajador, jugando además con todas sus debilidades.

No hay que separar el sistema de reclutamiento a través de "gatos" en el Brasil, del de agencias de viaje en las Filipinas, o incluso del de los enganches en el Perú o los peshgi (nt. Dinero adelantado) en Pakistan. En el limite, la única diferencia entre todas estas formas de puesta al trabajo, es una diferencia no de naturaleza, sino de grado de credulidad sobre el cual juegan sucesivamente, primero el “ojeador”, y luego el “empleador", abusando así, invariablemente del trabajador [64].

Que de un lado, el salario no esté, a fin de cuentas, a la altura de las esperanzas del trabajador, y que no sea, además, nunca, claramente establecido, es justamente lo que constituye la fuerza del mecanismo; pero reciprocidad, hay siempre, así sea aquí más desigual que en otra parte. Este trabajador participa por consecuencia racionalmente en el trabajo, incluso si esta racionalidad se inscribe en la violencia. Que de otra parte, este trabajo aparece enseguida como forzado, dicho de otro modo, que el trabajador no puede "salirse de ahí", sea por el hecho del contrato moral que lo vincula al amo, sea a causa de la potencia militar de éste último, y que este trabajo sea entonces efectuado y vivido en condiciones particularmente degradantes para esta persona es innegable; pero la esclavitud no se sitúa en este nivel.

A nivel teórico entonces, la diferencia radical que existe entre lo que la OIT llama la “esclavitud moderna” y la esclavitud propiamente hablando, es la siguiente: mientras que en la esclavitud, el amo "absolutamente" no reconoce la personalidad del trabajador, esta forma de puesta al trabajo que la OIT nombra "esclavitud moderna" necesita ubicar este reconocimiento de la persona del trabajador, en el centro de la relación a fin que el sistema pueda alcanzar plenamente su objetivo, es decir, la puesta al trabajo de esta persona. Total, mientras que el amo no de importancia alguna a la personalidad del esclavo llamado "moderno" no puede hacer prestamos sino a una persona susceptible de reconocer ese préstamo como una deuda.

Desde el punto de vista histórico, ésta forma de puesta al trabajo sabría tanto menos confundirse con la esclavitud, sólo estas dos formas co-existieron la mayoría del tiempo. En efecto "la servidumbre por deudas" en la Antigüedad griega por ejemplo, tanto como el sistema de "voluntarios" en el Nuevo Mundo en la época moderna, y más particularmente en el Brasil, son sistemas contemporáneos de la esclavitud con la cual no sabrían por consiguiente confundirse.

En la Antigüedad, los hombres y mujeres sometidos a la "servidumbre por deudas" no pertenecen menos a la comunidad familiar y política en la cual son esclavizados y de la cual se derivan y, sus derechos, que no todos quedan suprimidos, se sitúan entre los derechos de los hombres libres y los derechos de los esclavos, de los que se distinguen por consiguiente, radicalmente [65]. En cuando a la época moderna, este sistema de puesta al trabajo es en todo punto idéntico de aquel de los "voluntarios", organizado por la mayoría de las naciones europeas con el fin de colonizar las Américas. El precio del viaje, que el colono no podía pagarse, constituía la deuda inicial que debía luego, “reembolsar” trabajando “gratuitamente” durante períodos más o menos largos según los sistemas. En efecto, como lo señala Celso Furtado, este sistema estaba constituido por una forma de servidumbre "que no tenía incluso, fecha límite fijada en el tiempo" [66] ; no podría, no obstante, confundirse con la esclavitud, con la cual co-existió durante cerca de tres siglos.

De otra parte, observemos que estos sistemas se ampliaron y se generalizaron luego de la abolición de la esclavitud, de la que no pueden, por consiguiente, aparecer como nacidos lógicamente [67]. Y es ahí donde se encuentra el segundo problema, a saber que, esta generalización de las relaciones de "favor", de "clientela" o de "paternalismo" es entonces hoy, uno de los rasgos más característicos de la puesta al trabajo en los países del Sur; sea por otra parte, en América Latina, en África o en Asia. Decir, como lo hacen P. Dockès y B. Rosier, tomando el ejemplo de Brasil, que "ni el acceso a la independencia, ni la abolición de la esclavitud en 1888, modificaron el carácter profundamente desigual de las estructuras agrarias, carácter que constituye la trama de la formación social brasilera" [68], es una cosa; pero decir que este "carácter profundamente desigual de las estructuras agrarias" no permitió abolir la esclavitud, y que ésta se perpetúa, o sea bajo una forma “modera”, es otra. De hecho, calificar este tipo de puesta al trabajo como "esclavitud moderna" no sería pertinente en cuanto a la realidad de los sistemas socio-económicos del tercer mundo.

Ya que, como vamos a verlo en lo sucesivo, la definición de la "esclavitud moderna" que la OIT acaba de adoptar, puede finalmente llegar a recubrir una realidad mucho más basta que aquella que nos invitaba inicialmente a descubrir, en su informe sobre el trabajo en el mundo, de 1993.

 
« Esclavitud moderna» y sector informal

En efecto, con respecto a la definición de esclavitud que da la OIT, una buena parte de las relaciones operantes en lo que la OIT misma calificó como "sector informal" es susceptible de describirse en términos de “esclavitud moderna", así como lo señala A. Morice, la relación no salarial es una relación compleja que reposa en "la ubicación (o persistencia) de todo un sistema de derecho y deberes personales entre los actores", entremezclando "clientelismo" y relaciones de "favor", en un fondo de "paternalismo" y de "alivio de las mujeres a los hombres y de los jóvenes a los viejos" [69].

Si en efecto, "la esclavitud, en el sentido ordinario del término", para recordar la definición que nos da de ella la OIT, "consiste en hacer trabajar a las gentes sin remunerarlas, es decir utilizando la fuerza, o bajo la cobertura de las tradiciones sociales o culturales", engloba una gran parte de lo que A. Morice y muchos otros autores, califican de no-asalariado. Comenzando por saber lo que la OIT entiende por "remuneración". No hay, en efecto, ni remuneración ni contrato de trabajo propiamente hablando en el no-asalariado, sino que se trata entonces "de un seudo-contrato donde el empleado está sujeto a una disponibilidad constante" [70], el empresario que toma al obrero para evitarle que esté "vagabundeando en la calle", el obrero que recibe como contrapartida irregularmente y según la bondad del hombre que lo emplea, en el mejor de los casos "la esperanza de un reconocimiento ulterior" [71], la mayoría del tiempo "regalos" (cigarrillos, vestidos, etc.) y "propinas" [72], a veces alimentación y alojamiento, todo según una racionalidad más o menos bien establecida, es decir, con el fin de mantener al trabajador en la dependencia financiera y sobretodo política. "El conjunto de este dispositivo", nos asegura Alain Morice, no es propiamente el ejemplo del artesanado senegalés en el que se inspira, "ni siquiera la micro-empresa africana ya que, se lo encuentra por todas partes" en lo que él llama "la economía doméstica" [73].

Si el "secreto del no salario", como nos lo demuestra A. Morice, se encuentra en el hecho que es concebido con el fin "de impedir la emergencia de tendencias individualistas" [74], es desde entonces vano reinterpretar este informe en el marco del individualismo metodológico, como tiende no obstante a hacerlo la OIT y Michel Bonnet, que se cuenta entre el número de sus expertos, en el caso de la puesta en servidumbre de un niño. Decir como lo hace este autor, que la servidumbre por deuda se da entre "dos adultos" que "están frente a frente" y que hacen un "intercambio" entre "una suma de dinero y la fuerza de trabajo de un niño" [75], es describir las relaciones en obra en la servidumbre por deuda a la luz del individualismo metodológico, en el cual dos adultos están efectivamente, cara a cara y hacen entonces un intercambio; si la sola diferencia entre el intercambio de moneda contra mercancía con la servidumbre por deuda es que el intercambio se hace con el trabajo de un niño a tiempo indefinido, la servidumbre por deuda está quizá, aún más cerca del contrato de trabajo que lo que el autor piensa. No obstante, es entonces porque él aplica una rejilla de análisis, la del individualismo metodológico, a una situación sin ninguna medida común con la sociedad occidental, que parece plausible y legítimo que la OIT hable de esclavitud.
 
 Estado y « esclavitud moderna»

Tanto como Claude de Miras lo analizaba a propósito de la noción de "sector informal", la emergencia y el éxito de la “esclavitud moderna” provienen mucho más del hecho que ésta refleja una noción ideológica, más bien que un concepto analítico [76], noción que sirve según nosotros, para legitimar el proyecto económico liberal de desarrollo del tercer mundo construido por las instituciones internacionales. Esta legitimación impone en efecto, como toda legitimación, una doble exigencia: poner por delante los efectos positivos de una política tal, todo y excluyendo de su campo los efectos negativos. Como se sabe, desde el comienzo de los años 1990, estas instituciones claman las virtudes tanto económicas y sociales como políticas, de la informalidad [77] ; Pero “la postura en exergo de los "éxitos" de la economía informal» tiene, como lo señaló Bruno Lautier, consecuencias extremadamente ambiguas, ya que, "sacando argumento de los fracasos de la intervención estatal sobre la economía, estas instituciones llegan a recomendar a los Estados preconizar el no respeto de su propio derecho" [78]. Una política tal, produce "efectos devastadores" [79] : poniendo "en el centro de la reproducción social, la pareja corrupción-clientelismo", y multiplicando los fenómenos "destinados a engendrar el alivio" [80], esas políticas llegan finalmente, a ofrecer "un verdadero problema de soberanía del Estado", donde "la tolerancia, por razones tanto políticas como económicas, se extiende cada vez más a actividades delictuosas (contrabandos, narcotráfico)", "de regiones enteras" escapando "al control del Estado" [81], favoreciendo finalmente todas las formas degradantes de puesta al trabajo, como es el caso (y lo vimos más arriba) en ciertas regiones del Brasil y del Perú, formas de puesta al trabajo que la OIT se apresura enseguida a calificar como « esclavitud moderna».

Hoy en día, la mayor parte de las instituciones internacionales han "reconocido la existencia del problema de las consecuencias sociales” de las políticas liberales de “ajuste”, sin por lo tanto, como lo señaló B. Lautier, "volver a cuestionar la necesidad de esto" [82]. Esta doble exigencia que es, de una parte, promover el no-respeto del derecho estatal y de, otra parte, reconocer las consecuencias sociales de ello sin cuestionar la necesidad, ubica a quienes así preconizan una tal política ante un dilema aparentemente insoluble.

Es a este dilema que la noción de “esclavitud moderna”, utilizada por la OIT, cree aportar una respuesta. No se trata de situarse tanto a un nivel nacional de derecho social o económico, como a un nivel universal, el del Hombre, con “H” mayúscula. Se puede así animar la desreglamentación y el desempeño del Estado en lo económico y en lo social, a nombre de un sostén de la economía informal, todo y criticando los efectos devastadores, en términos de “absoluto” o de “universal”, tanto como se "escinde" la pobreza “en dos o tres, para delimitar una pobreza "absoluta" que es necesario suprimir de primeras” [83]. El resultado final de este subterfugio es cerrar estos dos discursos el uno sobre el otro, haciendo de la esclavitud la causa de la pobreza, e inversamente. Además, la OIT no falta allí cuando nos precisa que "la predominancia de niños esclavos corresponde principalmente a la existencia de sistemas sociales fundados en la explotación de la pobreza tales como la servidumbre por deudas" [84].

El subterfugio no es entonces completo mientras la referencia al Derecho sea aún demasiado aparente. En efecto, sabiendo que las relaciones de trabajo operantes en el “sector informal” pueden ser calificadas todas, de ilegales, según criterios propios de instituciones internacionales, las condiciones de trabajo juzgadas por éstas últimas como muy degradantes para el ser humano, no pueden serlo más en función de ese criterio del simple no-respeto a la ley, salvo contradecir sus encantamientos, a favor de ese no-respeto. Estas formas de puesta al trabajo no puede entonces definirse más como simplemente ilegales, deben serlo o sea doblemente, como en el caso, tan precisado por la OIT, de la “esclavitud” de "niños", o sea definirse sin referencia ninguna al Derecho. En el caso de la "esclavitud de niños", en efecto, la apelación de “esclavitud” parece tanto más legítima, cuando no solamente las condiciones de vida y de trabajo degradantes no respetan las condiciones que el derecho al trabajo impone, entre un asalariado adulto y su empleador, sino además, el trabajo en niños es desde todo punto de vista, él mismo, ilegal. Solamente allí, donde la OIT comete una vez más, según nuestra opinión, un error de análisis, es que por todas partes donde la esclavitud está desarrollada realmente y realmente ha tomado amplitud, sea en los famosos "tiempos antiguos" o en los más "modernos", jamás ha sido ilegal, ni doble, ni simplemente. A decir verdad, la única diferencia cierta entre propiamente hablando el esclavo y el trabajador informal de los países del Tercer Mundo sometidos a formas degradantes de puesta al trabajo, es que el primero posee, un verdadero estatuto jurídico mientras que es justamente el segundo quien no posee uno verdadero.

El problema no es tanto que no haya esclavitud verdadera sin Estado [85], sino que, como lo señala Bruno Lautier, para la economía liberal, "la forma de las relaciones de trabajo (el trabajo asalariado único tomado en consideración por la teoría económica) es contingente, y dada por la técnica (a través de las funciones de producción). El Estado no interviene, al menos no debe intervenir, en la puesta en forma de las relaciones de trabajo, si no, más allá, a través de la garantía de la ejecución de contratos (lo que implica, por supuesto, que la relación de puesta al trabajo sea vista como comercio)". No obstante, esta visión genera el callejón sin salida de un “"pecado original": la incapacidad de la teoría económica del asalariado para dar cuenta de la puesta al trabajo inicial, la imposición y la naturalización de una forma de trabajo particular de las relaciones de trabajo” [86]. En Francia, si las dos primeras tentativas democráticas abortaron inmediatamente, fue porque el Estado no se situaba justamente sino en un solo nivel de los Derechos del Hombre, sin tomar en cuenta la realidad económica y social de los "ciudadanos". Ahora bien, es por la reintegración de esta realidad a través de la "invención de lo social" [87], como la tercera fue finalmente la buena. Es quizá también en este sentido que se puede temer por los procesos de democratización actualmente en obra en el Tercer Mundo, que pasan, en numerosos países por "una suerte de exorcismo del Estado" [88].

No obstante, la noción de “esclavitud” es tanto más sutil aquí en cuanto desengancha radicalmente, las formas de puesta al trabajo que ella está considerada describir, de la referencia jurídica, lugar de la contradicción del proyecto capitalista liberal y de su concepción de Estado – proyecto del que no obstante se derivan -, reenviándolas finalmente, a un sistema económico y social que se inscribe como el negativo de este proyecto, la es esclavitud. Haciendo esto, se llega a adoptar una definición de esclavitud que, por ser muy general, llega de una parte, a casi confundirse con aquella misma del no respeto a los Derechos del Hombre, de los que, no obstante, en el origen, ella se ocupa, al menos en un pequeño artículo; y por otra parte, llega a ser tan grosera, que llega a englobar una gran parte de las relaciones de trabajo que operan en el Tercer Mundo.

La noción de “esclavitud moderna”, alcanza no obstante su objetivo allí donde separa definitivamente las consecuencias negativas (puertas abiertas a condiciones degradantes de puesta al trabajo), de sus causas (las recomendaciones hechas por las instituciones internacionales a los Estados de no respetar su propio derecho); pero haciendo esto, ocurre lo mismo que, tanto con “la abolición de la esclavitud” como con “ la erradicación de la pobreza”: como lo señalaba B. Lautier a propósito de la segunda, no pueden "dar sentido de otro modo que como slogan" [89].

Conclusión

Sacando de su sombrero la noción de “esclavitud moderna”, la OIT y los medios de comunicación consiguen esa triple proeza: primero, poner de manifiesto las condiciones en las cuales se efectúa el proceso de industrialización típicamente capitalista y las adaptaciones sociales que engendra en los países del Sur, como dependiendo de otro sistema de puesta al trabajo, para el caso, el esclavismo, o dicho de otro modo, como siendo no capitalista ; enseguida y por extensión, hacer aparecer el proceso de industrialización occidental mismo, el que fue efectuado por los obreros europeos en condiciones de trabajo igualmente deplorables y degradantes para el ser humano (el trabajo de los niños, ampliamente extendido en la época es una de las pruebas susceptible de estar, dentro de las más queridas para la OIT), como no siendo tampoco típicamente capitalista; finalmente, y no es la de menos, aplicando la expresión “esclavitud moderna” a una realidad distinta, el quitar su especificidad a la postura al trabajo de los Negros en el Nuevo continente entre los siglos XVI y XIX.

En el espíritu de la OIT y del mundo periodístico que lo repite, no quedan más que dos realidades económicas y sociales: de un lado, la del capitalismo, cuya visión se convierte desde entonces, en totalmente idílica, y del otro, la esclavitud que atrae hacia él toda la sangre y el sudor de los trabajadores de todas las épocas.

El subterfugio no es nuevo. Philippe Steiner había ya hecho notar que los economistas clásicos, molestos, cuando tenían que discurrir sobre las formas degradantes de la puesta al trabajo que les eran contemporáneas, preferían situar la esclavitud en la Antigüedad y clasificarla así, sistemáticamente, bajo un registro “histórico” [90]. Igualmente, Jean Bart, en un artículo reciente, también [91], nos confiaba que “el pensamiento de las Luces” remontaba “muy fácilmente el tiempo” pero que no atravesaba “el Atlántico”. Podríamos finalmente decir otro tanto hoy sobre el de la OIT y los diferentes Organismos internacionales, que aún actúan como tales, podemos aplicar esta fórmula sobre otros mares.

Como lo recordaba Bruno Lautier, «en 1972, la Oficina Internacional del Trabajo lanzaba sobre la marcha la expresión "sector informal”; cuatro años más tarde, la sustituía (...) por la de “sector no estructurado” » [92]. Parece que hoy en día, con la expresión “esclavitud moderna”, lanzada en 1993, la OIT finalmente hubiera reanudado con éxito comercial. Esta expresión es no obstante, impertinente cuando se trata de aprehender esta realidad que se refiere a las formas de puesta al trabajo en los países del Tercer Mundo. « Las palabras parece, no atienen importancia », deploraba Bruno Lautier; nosotros diremos hoy, para terminar con una de las numerosas buenas palabras de aquel con el que habíamos comenzado, que « a cosa inadvertida, el nombre de "por todas partes" conviene también como el de "en ninguna parte" » [93].

P.-S.

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Notas

[1] M.I. Finley, Esclavage antique et idéologie moderne , Editions de Minuit, Paris, 1981, p 91.

[2] « Para alacanzar al gran público, hay que acudir a los grandes medios de comunicación » (BIT, 1995, p 15).

[3] 1993 marca la fecha en la que la OIT lleva este tema a primer plano en el escenario internacional (cf. BIT, 1993). Luego, la prensa se apodera de éste, comenzando por el Acontecimiento del jueves que, en la semana del 9 al 15 de septiembre de 1993, luego del informa de la OIT y de muchos organismos mundiales, titulaba: « la esclavitud hoy». Recientemente, la Humanidad del domingo tanto como el mensual femenino de Marie-claire, no vacilan en denunciar el «escándalo de la esclavitud», a propósito del caso de la joven filipina de dieciséis años, Sarah Balabagan, y de muchos otros (L’humanité dimanche, n° 291). Como lo señala Michel Bonnet a propósito de « la lucha contra el trabajo en los niños», la lucha contra las formas contemporáneas de esclavitud también « se ha convertido en almena portadora para los medios de comunicación y, finalmente, un mercado lucrativo » (Bonnet, 96, p 4).

[4] M.I. Finley, Economie et société en Grèce ancienne, La Découverte, Paris, 1984, p 208.

[5] Cf. por ejemplo sobre este tema: Alessandro Stella, "L’esclavage en Andalousie à l’époque moderne", Annales E.S.C. , janvier-février 1992, n°1, Armand Colin, Paris, 1992, p 46.

[6] M.I. Finley, Op. Cit. , 1981, p 90.

[7] Pierre Vidal-Naquet, "Réflexions sur l’historiographie grecque de l’esclavage", dans J.-P. Vernant et P. Vidal-Naquet, Travail & esclavage en Grèce ancienne, Editions Complexe, Paris, 1988, p 98.

[8] E. Benveniste, Le vocabulaire des institutions indo-européennes , Les Editions de Minuit, Paris, 1969.

[9] E. Benveniste, Idem , p. 355.

[10] E. Benveniste, Ibid., p. 355.

[11] Claude Meillassoux, Anthropologie de l’esclavage , PUF, Paris, 1986, p 68.

[12] Claude Meillassoux, Op. Cit. , p 69.

[13] Louis Althusser, Ecrits sur la psychanalyse, Stock / IMEC, Paris, 1993, pp. 85-87.

[14] Louis Althusser, Idem , p 89.

[15] Cf. C. Bormans, 1995, IIème Partie, Chapitre IV : "Anthropologie de l’esclavage".

[16] Moses I. Finley, Op. Cit., 1984 (ver la segunda parte y, en particular el capítulo 6 : "Entre l’esclavage et la liberté", pp. 172-194).

[17] Emile Benveniste, Op. Cit. (en particular el Libro I, sección III : "L’achat", pp. 123-147).

[18] Karl Polanyi, La grande transformation, Gallimard, Paris, 1983 (ver en particular: "La evolución del modelo de mercado", pp. 87-101); Emile Benveniste, Op. Cit. (en particular el capítulo 11 : "Un métier sans nom : le commerce", pp. 139-147).

[19] Expresión que tomamos de C. Palloix, De la socialisation, F. Maspéro, Paris, 1980.

[20] Serge Daget tenía perfecta razón al señalar que incluido allí el Nuevo Mundo, "una numerosa parte del efectivo de los cargamentos negros no estaba constituida por esclavos confirmados sino por personas francamente capturadas, actualmente, en estado de cautividad pero no en estado de esclavitud, al menos según la acepción jurídica occidental" y que, generalmente, ni siquiera las sociedades esclavistas venden, voluntariamente, sus esclavos "confirmados", "los cuales, de diferentes formas, participan de y en la sociedad entre la cual son esclavos" (S. Daget, La traite des Noirs , Ed. Ouest-France Université, Paris, 1990, p 19). Al respecto, el artículo 4 de la declaración universal de los Derechos del Hombre, al prohibir "la trata de esclavos", revela la ambigüedad teórica de su análisis, ambigüedad que no aparece en la Carta africana de los Derechos del Hombre y de los Pueblos, que prohíben entonces, la "trata de personas".

[21] Roland Survélor, "Eléments historiques pour une approche socio-culturelle", Les Temps Modernes, 39e année, Avril-Mai 1983, n° 441-442,pp. 2174-2176.

[22] Ver por ejemplo: la historia verídica, por él mimo, de Olaudah Equiano, Africano, esclavo en los Caribes, hombre libre, Editions Caribéennes, Paris, 1983 (en particular los capítulos 2 y 3). Ver igualmente Gaston-Martin, Nantes au XVIIIe siècle - L’ère des négriers - 1714-1774, Karthala, Paris, 1993 (en particular el capítulo IV: "De la captivité à l’esclavage", pp. 110-135).

[23] R. Survélor, Op. Cit., p 2182.

[24] R. Survélor, Op. Cit., p 2182.

[25] R. Survélor, Op. Cit., pp. 2178-2180.

[26] P. Bourdieu, Le sens pratique, Minuit, Paris, 1980, p 43.

[27] R. Survélor, Op. Cit., pp. 2181-2182.

[28] . Survélor, Ibid., pp. 2181-2182.

[29] BIT, 1993, p 1.

[30] BIT, 1993, p 1.

[31] BIT, 1993, p 1.

[32] BIT, 1993, p 13.

[33] BIT, 1993, p 13.

[34] BIT, 1993, p 15.

[35] BIT, 1993, p 15.

[36] BIT, 1993, p 15.

[37] BIT, 1993, p 15.

[38] BIT, 1995, p 7.

[39] BIT, 1993, p 20.

[40] BIT, 1995, pp. 7-8

[41] BIT, 1993, p 15.

[42] ]BIT, 1993, p 15.] para esta forma de puesta al trabajo.

En Brasil, "la OIT ha sido atrapada en muchas alegaciones que tienen en cuenta una "esclavitud blanca" - escravidade branca – de la que serían víctimas millares de trabajadores", con el objetivo de roturar y convertir en pastos millares de hectáreas de bosques" [[BIT, 1993, p 15.

[43] BIT, 1993, p 15. Para mayores precisiones sobre este tema, podemos referirnos a la obra de C. Geffray (1995), capítulo IV: « Les camps de travail de "l’esclavage blanc" », pp. 53-63. En efecto, los gatos que surcan los hoteles y rescatan (ganan el perdón) la deuda de los clientes que vivían allí a crédito desde hacía "dos o tres días", o "dos o tres semanas" (Geffray, 1995, p 57), según el caso.

[44] A la OIT precisamos que "la remuneración" de los buscones es la misma "función de muchos trabajadores que ellos reclutan" (BIT, 1993, p 16).

[45] BIT, 1993, p 16.

[46] BIT, 1993, p 16. "Bien entendido, nos precisa la OIT, los Haitianos en situación irregular en el país, pueden difícilmente denunciar".

[47] BIT, 1993, p 13.

[48] BIT, 1993, p 13.

[49] BIT, 1993, p 13.

[50] BIT, 1993, p 13.

[51] BIT, 1993, p 13.

[52] BIT, 1993, p 1.

[53] Finley, Op. Cit., 1984, p 171.

[54] M.I. Finley, Ibid. , 1981, p 111 et 112. Lejos de constituir una explicación histórica de la esclavitud, el hecho que en la guerra la persona del vencido pertenezca al vencedor, constituya mucho más una de las primeras justificaciones ideológicas de la esclavitud.

[55] Ver Y. Garlan, Guerre et économie en Grèce ancienne, Editions La Découverte, Paris, 1989, p 79, y en particular la sección 2 del capítulo 4 titulada "Combien d’anciens prisonniers de guerre parmi les esclaves ?", pp. 79-83.

[56] M.I. Finley, Idem , 1981, p 110 et 111.

[57] BIT, 1993, p 13.

[58] BIT, 1993, p 13.

[59] BIT, 1993, p 1.

[60] BIT, 1993, p 20.

[61] BIT, 1995, pp. 7-8.

[62] BIT, 1995, p 7.

[63] También por otra parte, que no se atrapa muyu bien el matiz que la OIT introduce entre la « esclavitud moderna», la "servidumbre por deudas" y el "trabajo forzado u obligatorio", si no es en sus relaciones con las esferas privada y pública, pero éstas está tan a menudo, tan estrechamente entremezcladas que esta distinción es poco pertinente.

[64] Aunque haya que precisar al respecto, que si "el odio así como el amor vuelven crédulo", como lo decía J.-J. Rousseau, el hambre puede cumplir ese rol, de maravilla.

[65] Ver por ejemplo M. I. Finley, Op. Cit., 1984, p 175 ; ou Y. Garlan, Op. Cit., "La servitude intra-communautaire", pp. 102-108.

[66] C. Furtado, La formation économique du Brésil - de l’époque coloniale aux temps modernes -, Mouton, Paris, 1971, p 109 et suiv.

[67] Cf. por ejemplo sobre este tema G. Mathias (1987) pour le Sud-Est brésilien, y A. Garcia (1989) pour le Nord-Est.

[68] Pierre Dockès y Bernard Rosier, 1988, pp. 277-278.

[69] Morice, 1987, pp. 48-49.

[70] Morice, 1987, pp. 54-55.

[71] Morice, 1987, p 58.

[72] Morice, 1987, p 66 et suiv.

[73] Morice, 1987, p 69.

[74] Morice, 1987, p 71.

[75] Bonnet, 1996, p 5.

[76] C. de Miras, « L’informel : un mode d’emploi », dans L’Etat et l’informel , L’Harmattan, Paris, 1991, pp. 105-115.

[77] Lautier, 1995, p 24.

[78] Lautier, 1994, p 112.

[79] Lautier, 1995, p 29.

[80] Lautier, 1995, pp. 29-30.

[81] Lautier, 1995, pp. 29-30.

[82] Lautier, 1991, p 264.

[83] Lautier, 1995, p 386.

[84] BIT, 1995, p 8.

[85] Sobre la correlación "Estado-esclavismo", ver P. Dockès, 1979 y C. Bormans, 1995, pp. 342-348.

[86] Lautier, 1991, p 32.

[87] Ver al respecto J. Donzelot, L’invention du social, Seuil, Paris, 1994.

[88] Lautier, 1995, p 23.

[89] Lautier, Op. Cit., 1995, p 385.

[90] Steiner, 1995, p 166.

[91] Bart, 1995, pp. 27-29.

[92] Lautier, 1991, p 11.

[93] J. Lacan, Télévision, Seuil, 1974, p 15.


fuente
traducción:
margarita mosquera zapata.
tel: 57+3168255369
psicoanálisis.
medellín, colombia.

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