martes, 15 de enero de 2013

La crítica asusta


La crítica asusta


Normas, leyes, orden, contratos, compromisos, son términos gestados por el ser humano en aras de lograr armonía en la convivencia. Mi libertad llega hasta donde comienza la tuya dice la frase que, hoy por hoy, en el discurso de todos los días quiere hacer ley de convivencia. El hombre es por naturaleza un ser gregario, se reúne con otros con quienes forma alguna relación convirtiéndose de este modo, en elemento de un grupo, sea pareja, familia, instituciones, ideologías, teorías, etc.
La relación del sujeto con estas leyes, normas, en fin…. llamémoslas “precauciones”, tiene su origen en su relación con la única ley, ley primigenia que es tanto de la naturaleza como de la cultura: la ley del incesto.

Resulta que el hombre primordial y poco a poco, se sale del reino de la naturaleza desde hace 200.000 años a lo sumo. Este salirse del reino de la naturaleza implica que en adelante, va a estar determinado no por el instinto sino por el aprendizaje pulsional que obtenga de sus primeras experiencias vitales. El ser humano aprende en espejo y por experimentación. El ser humano imita a sus mayores y establece como ley para sí mismo inconscientemente, las experiencias que con éstos vive. Las experiencias primeras marcan, imprimen su “modo de hacer” pulsional, hasta que, su capacidad cognoscente lo lleva a cuestionarse a sí mismo y a analizar el porqué de sus comportamientos, el porqué de aquellos comportamientos, actuaciones, reacciones con los que se obstaculiza la vida. Se encuentra entonces, con las primeras experiencias vitales, aquellas que fueron modelo e imprimieron en su hacer pulsional, una marca. Se encuentra con la primera experiencia dónde en un escenario, los personajes del libreto y las relaciones entre estos, estaban dadas. Se encuentra con un momento desde el cual, una escenografía, identificable, tal que se repite, aparece por primera vez.

La ley del incesto viene a irrumpir y a ordenar el caos en el que se encuentra el humano cuando al salirse del reino de la naturaleza y pretendiendo formar, por derecho propio, un reino aparte,  no sabe aún cómo responder a ciertas necesidades básicas: respiración, hambre, sexualidad.  Entre éstas la más difícil de asumir pues requiere de otro para su satisfacción, es la sexual,  comienza entonces nuestro humano primigenio, a construir y combinar sonidos que luego serán palabras, frases, textos en fin, se hace a la lengua como medio de interacción con los otros, como medio de representación de su sí mismo interior en su relación con los otros y con el mundo, su mundo, el mundo del otro, el mundo. La ley del incesto dice a la madre “no reintroducirás el fruto de tu vientre”. Esta ley condensa la renuncia al canibalismo, la renuncia al parricidio (el padre simbólico es quien formula la ley) y la renuncia al incesto mismo, hechos estos de la filogenia de la humanidad. Con el cumplimiento de esta ley se espera que el orden y la armonía en la convivencia entre los humanos, reine.

Pero…., el hecho de que nuestros antepasados, el hombre primigenio haya llegado a estas conclusiones en su transcurrir por la naturaleza y su avance hacia la cultura, no dice que nosotros lo hayamos logrado. ¿Por qué? Porque hay otra anotación que hacer. “La ontogenia recapitula la filogenia”. Esto es, que el individuo desde el momento en que es fecundado por sus progenitores, comienza a repetir la historia de la humanidad;  él mismo habrá de superar los mismos asuntos cruciales que la humanidad hubo de superar, en el sentido de haber encontrado como respuesta a un conflicto, una manera de articular lo originario del caos y de ordenar el caos en la cultura. Así es cómo, el pequeño de humano tendrá que aportar de sí, a la cultura, las mismas renuncias que sus antepasados, las mismas renuncias que el hombre primigenio encontró como salida, como solución ante los impases que le generaban el paso de la naturaleza a la cultura.

Es de reiterar que el impase en este paso de la naturaleza a la cultura está en que, al salirse el humano del reino de la naturaleza, deja de estar determinado por el instinto, ley ésta que cubre y protege al reino animal, por instinto los animales están protegidos. El humano pasa, como dijimos antes, a estar determinado por su modo de hacer pulsional. Siendo la pulsión como nos lo enseña Freud en sus tres ensayos, «el representante psíquico de una fuente continua de excitación proveniente del interior del organismo». Los humanos por la ley del incesto, están protegidos.

¿Cómo se traduce todo esto en el pequeño mundo de cada uno de nosotros? 

El padre, en lo simbólico, representante de la ley, de la ley del incesto, habrá de pronunciar la ley: “no reintroducirás el fruto de tu vientre”. Como quien dice, no te quedarás con tu hijo, le diría un hombre a una mujer al conquistarla, cuando como pareja y por vínculos de amor y deseo, han gestado un bebé. El padre en lo simbólico es aquel quien por su acto de amor, frente al deseo sexual, conquista a una mujer lo suficiente como para que ésta logre renunciar al hijo salido de sus entrañas, y desear a su marido. Hacerse deseable diríamos, es la tarea del padre en lo real, para lograr su función de padre en lo simbólico. Y no es fácil.
Esta conquista de las mujeres, óigase bien, es una conquista hecha por las mujeres, a la vez que algo más las conquista a ellas. Esta conquista de las mujeres como deseantes, y ya no sólo como objetos de deseo es una conquista que bien puede darse no sólo a nivel de la pareja de cónyuges, sino también en otros niveles, es una conquista de la humanidad entonces. Única conquista que haría posible, la respuesta afirmativa del pequeño del humano, ante la ley del incesto.

¿Qué tendría que ver esto de objeto, sujeto de deseo, madre, hijo, padre, incesto, con los conflictos actuales y del diario vivir entre los humanos?

Resulta que si la mujer puede lograr hacerse al lugar de deseante, pasa del lugar de objeto  de deseo al lugar de sujeto deseante. El paso de objeto de amor a sujeto de deseo posibilita en ella otras satisfacciones que nadie en sí ni por sí mismo podría proveerle. Hago la anotación, igual sucede con los hombres, aunque la relación de éstos con el deseo sea un poco diversa que en las mujeres; por lo que tendríamos que hablar entonces, de lugares: el lugar del amante, el lugar del amado y el lugar del amor, por ejemplo. Lugares que encontramos en el fantasma, tema del que en otra oportunidad hablaremos pero que por el momento dejaremos en: por ejemplo el fantasma de “ser amado” brinda el deseo de reconocimiento que impide reconocerse en su deseo. Este juego dialéctico entre el amado, el amante, y el eros es de lo que Sócrates desde el Fedro, el banquete y otros textos, trata de enseñarnos; digamos que es una operación que desde los orígenes del pensamiento humano, se ha tratado de ordenar, y se seguirá insistiendo, pues no tenemos otra salida. Así pues, el paso de objeto de deseo al de sujeto deseante brinda satisfacciones a un humano, que ningún otro puede proveerle.

¿Cómo puede manifestarse la no renuncia al incesto, en el conflicto de todos los días en las relaciones de convivencia entre los humanos?

Los niños con sus dificultades, nos muestran los síntomas de los que padecemos los adultos que los criamos. Ante la imposibilidad de renunciar al incesto, un niño goza de su mamá, o goza como su mamá, etc... Esto significa que su mamá no ha podido renunciar a su hijo como parte de ella, como “salido de sus entrañas”, y lo adopta como un objeto que hace parte de ella, incluso de su propio cuerpo y no como a un hijo “salido de sus entrañas”. El niño por su parte, goza del goce de su madre, entonces. Sea que repita por sí mismo el goce de la madre, un goce mortífero, identificándose a ella y ubicándose en un cierto lugar con respecto del padre,  o porque intente satisfacer el deseo de la madre ubicándose en otro lugar diverso con respecto del padre, igualmente. Ese lugar de relación al padre, es el mismo lugar de relación con la ley, con las precauciones de las que hablábamos antes. En cualquiera de estos casos, incestuosos, quedará enredado el chico o la niña y pagará su no renuncia, con la vida. En sus reacciones por ejemplo ante la crítica, cuando el pequeño es llamado a cumplir con tal o cual tarea que por pacto social nos hemos impuesto para una sana convivencia, presenta furioso una defensa. No puede aceptar ser sancionado en ley alguna, mientras no haya cumplido la primera ley, la del incesto. Esto acontece por supuesto, no sólo en los niños, pues si estos niños crecen sin lograr transitar las etapas obligadas de la filogenia y superar la experiencia primera, serán los adultos que, temerosos de la crítica, reaccionaran de diversas formas, desde aislarse de los otros, hasta reaccionar con violencia como el pequeño que se defiende de un supuesto mal mayor, ante la crítica misma.

La crítica en tal caso es tomada como un juicio realizado por parte de otro, otro en el que se reencarna un Otro primordial. Esto es, ¿A quién se dirige la agresión que el pequeño llamado en falta presenta?  Es decir aquel que utiliza como defensa la agresión ante ese sentir interior…., un sentir que le sugiere que algún placer le será arrebatado, un placer del cual no quiere des-asirse pues imagina que en ello le va la vida, ¿a quién realmente dirige la agresión? La agresión se dirige a quien sanciona la ley, en última instancia al padre simbólico, y por supuesto, a sus representantes: policías, profesores, padres de familia, hermanos mayores, amigos, colegas, administradores o jefes, vigilantes, operarios etc., en suma a  todos aquellos encargados en nuestros sistemas de convivencia, del orden social. ¿Cuál es el supuesto mal mayor del que se siente amenazado el pequeño llamado en falta, o el adulto ante la crítica? Los psicólogos, los dinámicos al menos, han tomado como ejemplo de esta posición del sujeto ante la crítica, la relación del bebé con el seno materno. Ese primer objeto del que no se quiere des-asir el niño, ese primer placer en el que le va la vida. Es un ejemplo para intuir un poco lo que acontece, y aquello a lo que hay que renunciar, aquello a lo que en nuestro interior hemos de decirle: STOP, PARE, BASTA, si queremos una convivencia en la vida diaria, más pacífica.

Espero que este discurrir, nos sirva en nuestras reflexiones de convivencia en nuestras regiones ahora que éstas, están dispuestas en general, por grupos de unidades residenciales que constituyen barrios que a su vez forman poblados, ciudades, etc.

En su asirse de su propia hechura.

Los espero pronto,

Margarita MOSQUERA ZAPATA

Psicoanalista
Tel: 2817046 // 3168255369
Itagüí, Antioquia, Colombia
http://analiz-arte.blogspot.com/
http://topsylac.blogspot.com/


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