Normas, leyes,
orden, contratos, compromisos, son términos gestados por el ser humano en aras
de lograr armonía en la convivencia. Mi libertad llega hasta donde comienza la
tuya dice la frase que, hoy por hoy, en el discurso de todos los días quiere hacer
ley de convivencia. El hombre es por naturaleza un ser gregario, se reúne con
otros con quienes forma alguna relación convirtiéndose de este modo, en
elemento de un grupo, sea pareja, familia, instituciones, ideologías, teorías,
etc.
La relación del
sujeto con estas leyes, normas, en fin…. llamémoslas “precauciones”, tiene su origen en su relación con la única ley,
ley primigenia que es tanto de la naturaleza como de la cultura: la ley del
incesto.
Resulta que el
hombre primordial y poco a poco, se sale del reino de la naturaleza desde hace 200.000
años a lo sumo. Este salirse del reino de la naturaleza implica que en adelante,
va a estar determinado no por el instinto sino por el aprendizaje pulsional que
obtenga de sus primeras experiencias vitales. El ser humano aprende en espejo y
por experimentación. El ser humano imita a sus mayores y establece como ley para
sí mismo inconscientemente, las experiencias que con éstos vive. Las
experiencias primeras marcan, imprimen su “modo
de hacer” pulsional, hasta que, su capacidad cognoscente lo lleva a
cuestionarse a sí mismo y a analizar el porqué de sus comportamientos, el
porqué de aquellos comportamientos, actuaciones, reacciones con los que se
obstaculiza la vida. Se encuentra entonces, con las primeras experiencias
vitales, aquellas que fueron modelo e imprimieron en su hacer pulsional, una
marca. Se encuentra con la primera experiencia dónde en un escenario, los
personajes del libreto y las relaciones entre estos, estaban dadas. Se
encuentra con un momento desde el cual, una escenografía, identificable, tal
que se repite, aparece por primera vez.
La ley del incesto
viene a irrumpir y a ordenar el caos en el que se encuentra el humano cuando al
salirse del reino de la naturaleza y pretendiendo formar, por derecho propio,
un reino aparte, no sabe aún cómo responder
a ciertas necesidades básicas: respiración, hambre, sexualidad. Entre éstas la más difícil de asumir pues
requiere de otro para su satisfacción, es la sexual, comienza entonces nuestro humano primigenio, a
construir y combinar sonidos que luego serán palabras, frases, textos en fin, se
hace a la lengua como medio de interacción con los otros, como medio de
representación de su sí mismo interior en su relación con los otros y con el
mundo, su mundo, el mundo del otro, el mundo. La ley del incesto dice a la
madre “no reintroducirás el fruto de tu
vientre”. Esta ley condensa la renuncia al canibalismo, la renuncia al
parricidio (el padre simbólico es quien formula la ley) y la renuncia al
incesto mismo, hechos estos de la filogenia de la humanidad. Con el
cumplimiento de esta ley se espera que el orden y la armonía en la convivencia
entre los humanos, reine.
Pero…., el hecho de
que nuestros antepasados, el hombre primigenio haya llegado a estas
conclusiones en su transcurrir por la naturaleza y su avance hacia la cultura,
no dice que nosotros lo hayamos logrado. ¿Por qué? Porque hay otra anotación
que hacer. “La ontogenia recapitula la
filogenia”. Esto es, que el individuo desde el momento en que es fecundado
por sus progenitores, comienza a repetir la historia de la humanidad; él mismo habrá de superar los mismos asuntos cruciales
que la humanidad hubo de superar, en el sentido de haber encontrado como respuesta
a un conflicto, una manera de articular lo originario del caos y de ordenar el
caos en la cultura. Así es cómo, el pequeño de humano tendrá que aportar de sí,
a la cultura, las mismas renuncias que sus antepasados, las mismas renuncias
que el hombre primigenio encontró como salida, como solución ante los impases
que le generaban el paso de la naturaleza a la cultura.
Es de reiterar que
el impase en este paso de la naturaleza a la cultura está en que, al salirse el
humano del reino de la naturaleza, deja de estar determinado por el instinto,
ley ésta que cubre y protege al reino animal, por instinto los animales están
protegidos. El humano pasa, como dijimos antes, a estar determinado por su modo
de hacer pulsional. Siendo la pulsión como nos lo enseña Freud en sus tres
ensayos, «el representante psíquico de una fuente continua de excitación
proveniente del interior del organismo». Los humanos por la ley del incesto,
están protegidos.
¿Cómo se traduce todo esto en el
pequeño mundo de cada uno de nosotros?
El padre, en lo
simbólico, representante de la ley, de la ley del incesto, habrá de pronunciar
la ley: “no reintroducirás el fruto de tu
vientre”. Como quien dice, no te quedarás con tu hijo, le diría un hombre a
una mujer al conquistarla, cuando como pareja y por vínculos de amor y deseo,
han gestado un bebé. El padre en lo simbólico es aquel quien por su acto de
amor, frente al deseo sexual, conquista a una mujer lo suficiente como para que
ésta logre renunciar al hijo salido de sus entrañas, y desear a su marido.
Hacerse deseable diríamos, es la tarea del padre en lo real, para lograr su
función de padre en lo simbólico. Y no es fácil.
Esta conquista de
las mujeres, óigase bien, es una conquista hecha por las mujeres, a la vez que
algo más las conquista a ellas. Esta conquista de las mujeres como deseantes, y
ya no sólo como objetos de deseo es una conquista que bien puede darse no sólo
a nivel de la pareja de cónyuges, sino también en otros niveles, es una
conquista de la humanidad entonces. Única conquista que haría posible, la
respuesta afirmativa del pequeño del humano, ante la ley del incesto.
¿Qué tendría que ver esto de
objeto, sujeto de deseo, madre, hijo, padre, incesto, con los conflictos
actuales y del diario vivir entre los humanos?
Resulta que si la
mujer puede lograr hacerse al lugar de deseante, pasa del lugar de objeto de deseo al lugar de sujeto deseante. El paso
de objeto de amor a sujeto de deseo posibilita en ella otras satisfacciones que
nadie en sí ni por sí mismo podría proveerle. Hago la anotación, igual sucede
con los hombres, aunque la relación de éstos con el deseo sea un poco diversa
que en las mujeres; por lo que tendríamos que hablar entonces, de lugares: el
lugar del amante, el lugar del amado y el lugar del amor, por ejemplo. Lugares
que encontramos en el fantasma, tema del que en otra oportunidad hablaremos
pero que por el momento dejaremos en: por ejemplo el fantasma de “ser amado”
brinda el deseo de reconocimiento que impide reconocerse en su deseo. Este
juego dialéctico entre el amado, el amante, y el eros es de lo que Sócrates
desde el Fedro, el banquete y otros textos, trata de enseñarnos; digamos que es
una operación que desde los orígenes del pensamiento humano, se ha tratado de
ordenar, y se seguirá insistiendo, pues no tenemos otra salida. Así pues, el
paso de objeto de deseo al de sujeto deseante brinda satisfacciones a un
humano, que ningún otro puede proveerle.
¿Cómo puede manifestarse la no
renuncia al incesto, en el conflicto de todos los días en las relaciones de
convivencia entre los humanos?
Los niños con sus
dificultades, nos muestran los síntomas de los que padecemos los adultos que
los criamos. Ante la imposibilidad de renunciar al incesto, un niño goza de su
mamá, o goza como su mamá, etc... Esto significa que su mamá no ha podido
renunciar a su hijo como parte de ella, como “salido de sus entrañas”, y lo
adopta como un objeto que hace parte de ella, incluso de su propio cuerpo y no
como a un hijo “salido de sus entrañas”. El niño por su parte, goza del goce de
su madre, entonces. Sea que repita por sí mismo el goce de la madre, un goce
mortífero, identificándose a ella y ubicándose en un cierto lugar con respecto
del padre, o porque intente satisfacer
el deseo de la madre ubicándose en otro lugar diverso con respecto del padre,
igualmente. Ese lugar de relación al padre, es el mismo lugar de relación con
la ley, con las precauciones de las que hablábamos antes. En cualquiera de
estos casos, incestuosos, quedará enredado el chico o la niña y pagará su no
renuncia, con la vida. En sus reacciones por ejemplo ante la crítica, cuando el
pequeño es llamado a cumplir con tal o cual tarea que por pacto social nos
hemos impuesto para una sana convivencia, presenta furioso una defensa. No
puede aceptar ser sancionado en ley alguna, mientras no haya cumplido la
primera ley, la del incesto. Esto acontece por supuesto, no sólo en los niños,
pues si estos niños crecen sin lograr transitar las etapas obligadas de la
filogenia y superar la experiencia primera, serán los adultos que, temerosos de
la crítica, reaccionaran de diversas formas, desde aislarse de los otros, hasta
reaccionar con violencia como el pequeño que se defiende de un supuesto mal
mayor, ante la crítica misma.
La crítica en tal
caso es tomada como un juicio realizado por parte de otro, otro en el que se
reencarna un Otro primordial. Esto es, ¿A quién se dirige la agresión que el
pequeño llamado en falta presenta? Es
decir aquel que utiliza como defensa la agresión ante ese sentir interior…., un
sentir que le sugiere que algún placer le será arrebatado, un placer del cual
no quiere des-asirse pues imagina que en ello le va la vida, ¿a quién realmente
dirige la agresión? La agresión se dirige a quien sanciona la ley, en última
instancia al padre simbólico, y por supuesto, a sus representantes: policías,
profesores, padres de familia, hermanos mayores, amigos, colegas,
administradores o jefes, vigilantes, operarios etc., en suma a todos aquellos encargados en nuestros
sistemas de convivencia, del orden social. ¿Cuál es el supuesto mal mayor del
que se siente amenazado el pequeño llamado en falta, o el adulto ante la
crítica? Los psicólogos, los dinámicos al menos, han tomado como ejemplo de
esta posición del sujeto ante la crítica, la relación del bebé con el seno
materno. Ese primer objeto del que no se quiere des-asir el niño, ese primer
placer en el que le va la vida. Es un ejemplo para intuir un poco lo que
acontece, y aquello a lo que hay que renunciar, aquello a lo que en nuestro
interior hemos de decirle: STOP, PARE, BASTA, si queremos una convivencia en la
vida diaria, más pacífica.
Espero que este discurrir,
nos sirva en nuestras reflexiones de convivencia en nuestras regiones ahora que
éstas, están dispuestas en general, por grupos de unidades residenciales que
constituyen barrios que a su vez forman poblados, ciudades, etc.
En su asirse de su propia hechura.
Los espero pronto,
Margarita MOSQUERA ZAPATA
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