Michel Hervé Navoiseau-Bertaux
Placenta, clítoris, prepucio,
(Corte prematuro del cordón umbilical y desarrollo
del cerebro,
¿Psicología o neurología?)
Traducido al español por Margarita Mosquera Zapata(*)
“Si queremos crear un mundo menos violento,
“Donde el respeto y la gentileza reemplazarán el miedo y el odio,
“Debemos comenzar por la manera en que tratamos el comienzo de la vida.
“Porque es en ese momento, que se
instalan nuestros modelos más profundos,
“De estas raíces brotan el miedo y la alienación – o el amor y la
confianza." Suzanne Arms
“El nacimiento sin violencia tranquiliza al niño y le evita el miedo.” Étienne Herbinet
“Bien-Nacer Bien-Estar"(*). Danielle Rapoport
“El baño, fue maravilloso para él.” Un papá
“Un nacimiento extraordinario, maravilloso, notable, privilegiado…”120 entre 120 mamás.
“Mi teoría es que la mejor manera de cambiar el mundo es cambiar los procedimientos del nacimiento.” William Swartley(1)
Respetando el
bebé como a una persona extremadamente sensible y vulnerable, con sentimientos,
emociones y sensaciones agudas, Frederick Leboyer(2) ha revolucionado los procedimientos del
nacimiento. Su gran innovación reposa en la observación según la cual el corte
prematuro del cordón umbilical es traumatizante. Adoptado por la OMS, el nuevo
procedimiento consiste en esperar el clamperado natural (detención fisiológica
de las pulsaciones), excepto cuando hay debilidad cardíaca en el bebé –lo que
toma entre cinco y veinte minutos, algunas veces varias horas– y permite al
niño ganar de 80 a 100 gramos de sangre rica en alimentos esenciales(3).
Va acompañado de cuidados tiernos, de un máximo de suavidad y de un medio
ambiente en calma y apaciguador: nada de teléfono, voz baja, penumbra (es
necesario disponer un spot luminoso sobre la vulva de la mamá para reconocer
una eventual hemorragia), abstenerse de forzar la cabeza del bebé, de
suspenderlo por los pies, de golpearlo en sus nalgas como acogida, más bien
dejarlo reposar sobre el vientre de la madre(*), ponerlo al pecho
materno casi de inmediato, no separarlo de la madre (adoptado por la OMS) ni
siquiera para un baño relajante (sin lavado) que se hará a su tiempo, masaje y
caricias al máximo, horas de contacto piel a piel (adoptado por la OMS) todo
esto, para prevenir el sufrimiento del bebé.
Odent(4)
subraya los momentos de intensa felicidad del primer encuentro entre el niño y
sus padres, programados por la naturaleza bajo la influencia de la oxitocina,
hormona del apego. Insiste en la necesidad de dejarlos descubrirse
tranquilamente y denuncia implícitamente la intrusión, en esta fiesta familiar,
del ginecólogo apresurado por terminar. Es como si un equipo médico venia hacer
los exámenes prenupciales en medio de la boda. Sin llegar hasta el
nacimiento-Loto en el cual, al cabo de algunos días, el cordón se cae solo dado
el proceso de desecación, preconiza no cortarlo sino hasta cuando esté seco y
duro. Veremos que por entonces habrá cumplido su función de oxigenación y de
nutrición del bebé con alimentos esenciales. Señala igualmente la función
inmunitaria del irremplazable calostro – la leche materna de los tres primeros
días. Es el primer alimento que el niño debe recibir.
Como resultado,
se reduce el llanto, los “bebés-Leboyer” no son ni violentos ni deprimidos sino
apacibles, alegres y enérgicos, sonríen y llevan su cabeza desde el primer día,
lo que antes era muy raro(5). Una investigación sobre 120
nacimientos(6) reveló que en su gran mayoría son bilaterales
(ambidiestros). También reveló mayor independencia y autonomía, habilidad
manual precoz, desarrollo más rápido (caminar a los 13 meses en lugar de a los
14-15, limpieza y autonomía alimenticia y de vestimenta desde los 2-3 años) y
sobre todo “niños sin problemas” (Michel Odent): sin dificultades alimenticias
o de sueño en el 97% de los casos, disminución de perturbaciones psicosomáticas
(gritos paroxísticos, cólicos durante los tres primeros meses) y una notable
ausencia de peticiones de consejos en el 95% de las mamás. Alrededor de diez
años más tarde, otra observación(7, citada por (1)), obtenida sobre
126 bebés, reveló el 100% de ambilaterales, QIs sorprendentemente elevados,
gran facilidad en la adquisición de lenguas extranjeras y ausencia de la
mayoría de las enfermedades infantiles.
El éxito
mediático del “Nacimiento sin violencia” ha desencadenado no obstante una
controversia tan reñida como internacional(8). Cansado por esas
complicaciones y ante la falta de medios puestos a su disposición, Leboyer
presentó su dimisión como jefe de servicios de un hospital parisino (9) para
consagrarse a la escritura. Si la carencia de vocaciones en ginecología es tan
inquietante hoy en día, “Nacimiento sin violencia” es reeditado regularmente en
el mundo entero y muchas maternidades han “institucionalizado su aplicación sin
sacrificar exigencias médicas”(6). No obstante, algunas de éstas
últimas pueden evitarse o reducirse con niños de buena salud. Y sobre todo,
pueden diferirse.
Los investigadores
suecos acallaron las críticas más virulentas. Un primer estudio realizado sobre
400 nacimientos(10) mostró que la acogida Leboyer no tiene
consecuencias sobre la mortalidad infantil. Un segundo(11) verificó
que el apego se realiza mejor si el niño puede permanecer sobre su mamá durante
las dos primeras horas. Otros descubrieron que dado que el bebé está inmunizado contra la flora maternal, hacerlo cohabitar estrictamente
con la madre, lo protege de las infecciones que emergen vía
uretral(12), gran pretexto (los antibióticos son ampliamente
suficientes) de los médicos americanos partidarios de la inaceptable
circuncisión.
Invocado por los
oponentes, el riesgo de ictericia debido a un exceso de glóbulos rojos no se
confirmó(13), (14), (15) o puede evitarse dejando la placenta al
mismo nivel del bebé. El respeto por el clamperado natural evita el tétano en
la infancia(16). Del lado de la madre, esperar la evacuación de la
placenta disminuye el riesgo de hemorragia post-parto y la fácil expulsión de
la placenta(17).
Con todo, aunque
recomendado por la OMS, el clamperado natural no se ha adoptado universalmente
y nadie es profeta en su país; en Francia, solo el 10% de las maternidades lo
practican contra el 83% en Dinamarca(18). Leboyer tiene mucho éxito
en el extranjero – particularmente en los países anglosajones – donde
comadronas, médicos e investigadores aportaron un caudal a la bien fundada
técnica milenaria traída desde el país de Gandhi por el yogui ginecólogo. Y una
fuerte corriente(19), (20), (21), (22), en la que un estudio
meta-analítico(25) referente a 1912 nacimientos en 15
investigaciones controladas, un balance(23) y una editorial(24),
se esboza para afirmar: “lo que pide justificación es el clamperado precoz”(14).
Un observador afirma incluso que se requeriría del consentimiento parental. El
editor de Archives of disease in childhood hace notar que no se ha convertido
en una rutina por falta de estudios sobre los efectos a largo plazo. ¿Pero, se
hicieron tales estudios al adoptar el clamperado inmediato? La aplicación
general de una técnica que parece contraria a los procesos naturales fue
deliberadamente anticientífica.
Una primera
investigación sobre el ritmo cardíaco(26) concluye un retorno a lo
normal más rápido con el clamperado natural. Una segunda, realizada sobre 30
bebés, afirma: “Estos resultados dejan pensar que el parto Leboyer está
asociado con un aumento temporal de la resistencia pulmonar y sistémica a la
par que no se afectan las funciones ventriculares derechas e izquierdas”(27).
Luego se observó
que antes del nacimiento, la madre entrega al niño un importante volumen de
sangre (hasta la tercera parte del volumen total) que se almacena en la
placenta(3), (24), (28), (29), (30), (31), (32), (33), (34), (35), (36),
(37), (38). Transfundida justo después del nacimiento(3) por
la presión de las contracciones que continúan, este paso aporta el oxígeno
necesario para el esfuerzo del comienzo de la respiración y evita la asfixia
temporal provocada por el clamperado precoz. Lind(3) informa que la
respiración interviene 3 segundos más tarde con el clamperado natural. Sólo una
creencia ciega puede contradecir la evidencia de que el paso a la respiración
por una interrupción brutal, incluso breve, de la alimentación de oxígeno, es un
método de coerción bárbaro, similar a la tortura en el agua, con desastrosas
consecuencias psicológicas. La pérdida de la bilateralidad es de ello la prueba
más evidente y muchos observadores consideran que la alteración del cerebro por
insuficiencia temporaria de irrigación es una causa de autismo (1,1% de los
niños en los USA). En efecto, esto último es desconocido por los Amish y los
somalís quienes esperan la salida de la placenta para cortar el cordón
umbilical. Al permanecer algunos minutos en el interior de la madre, la
placenta garantiza al niño la mejor oxigenación posible. En consecuencia,
incluso en caso de hemorragia en la madre, no es necesario efectuar el clamperado
antes del establecimiento de una respiración regular.
Esta afluencia
tiene también una función mecánica de irrigación de los órganos que no han
funcionado hasta ahora (riñones, hígado, etc., sin privación de los otros
órganos en riesgo de hipovolemia e hipotensión), y una función de dilatación de
los pulmones; el aumento de volumen y de presión(39) sanguínea
permite al corazón del bebé llenar los alvéolos pulmonares, disponiéndolos para
su próxima tarea.
Finalmente está
fuertemente cargado de células raíces, glóbulos rojos, glucosa e hierro en
calidad y cantidad tales que la sangre de la placenta de un bebé de la misma
familia es utilizada para el tratamiento de la anemia. Privando al niño en un
momento decisivo de su existencia, sobre todo en los países subdesarrollados
donde la mitad de los niños son anémicos a la edad de un año, parece
deliberadamente anti-científico. Pero esto no es solamente verdadero en los
países subdesarrollados; incluso una frágil deficiencia en hierro o una anemia
ligera en la infancia pueden generar déficits cognitivos. Una investigación(14)
entre muchas(24), (38), (40),
(41), (42), (43), (44), (45), realizada hasta la edad de 6 meses entre
358 nacimientos, mostró que el clamperado natural disminuye fuertemente el
riesgo de anemia; las tasas de hierro, ferritina, hematocrito(37) y hemoglobina
globular(35), (46), (47), (48), y en fin la de glucosa(14),
(49), (50), (51) se aumentan notablemente. Esto es particularmente
importante para los niños amenazados sea por su peso débil, sea porque la madre
tiene una tasa baja de ferritina, sea porque no pueden recibir suplemento
alimenticio en hierro.
La sangre de la
placenta igualmente contiene hormonas que inducen el amor y el apego
(oxitocina), favoreciendo los primeros intercambios entre la madre y el niño.
Ultee concluye
así su estudio(14) en 37 bebés prematuros: “El clamperado inmediato
del cordón umbilical tendría que ser desaconsejado.” y: “El clamperado diferido
no parece tener efectos nefastos.” Reynolds(52) anota igualmente la
ausencia de efectos perversos. Por el contrario, el clamperado precoz aumenta
los riesgos de hipotensión(29), anoxia, hemorragia interventricular(35),
(53), (54) (muy particularmente, en los prematuros(28)) y el
recurrir a la transfusión(55), (56) y a la reanimación(31).
La placenta
parece un regalo de la madre, una canasta de provisiones que le prueban al bebé
que no está abandonado sin recursos, casi un primer objeto transicional. Se
demostró así que la naturaleza previó para el nacimiento un sistema complejo,
extremadamente perfeccionado. La injerencia de hombres presionados en sus
planes carece por lo menos de pertinencia. La placenta es un sistema de
alimentación y de excreción por intercambios plasmáticos con la matriz. Está
irrigado por dos arterias pulsadas por el corazón del bebé, no por el de la
mamá, y una vena lo devuelve al bebé. De manera que pueda aprovisionar al bebé
en últimos recursos necesarios para sus primeros momentos, no se evacúa al
mismo tiempo que el niño. Parece que la naturaleza programó el pare de las
pulsaciones para cuando el contenido de la placenta sea agotado. Botar la
placenta antes del cumplimiento de sus funciones es totalmente insensato. La
placenta es exterior al cuerpo del bebé, pero hace parte de él. Es propiedad
del bebé, sólo la naturaleza tiene el derecho de separarlo de ella.
Después de este
balance, vayamos al aporte inédito de este trabajo: intentar responder a la
pregunta formulada por Rapoport(6): “…el ambidiestrismo es
importante, aunque no podamos saber cuál es su significación.” Algunos médicos
califican de anti-científica la compleja realidad de la bilateralidad(57)
sin tener en cuenta que las observaciones ya hechas son suficientes – quien
puede lo más puede lo menos – para
seguir adelante sin detenerse en la diversidad de las actas en la materia. Un
rechazo tan importante revela una ceguera que de parte de los lateralizados,
parece la expresión de celos inconfesados. Ya que el lateralizado hace proezas
en los deportes, en particular en el tenis y los deportes de combate. Es
anti-científico oponerse a un progreso evidente a nombre de una ignorancia
sobre la extensión exacta de este progreso. Hemos visto que nacer con
delicadeza tiene repercusiones psicológicas positivas a largo plazo. Cualidad
apreciada, la bilateralidad en los bebés-Leboyer pone de manifiesto que no se
destruye un órgano en pleno funcionamiento sin traumatizar el cerebro
duraderamente. El corte prematuro la impide porque causa un traumatismo. ¿Cuál
es entonces el mecanismo de este traumatismo?
Etología y
psicología elemental dan a pensar que la lateralización, normalmente
consecuencia del aprendizaje, resulta de una inhibición patológica.
Primer hecho: la
sumisión (diestros) o la oposición eventual (zurdos) a la norma adulta es
absurda; no es el hecho de la confianza sino de la ceguera causada por el
terror inconsciente que resulta del choque provocado por la detención brutal de
la alimentación por vía la placenta antes de su extinción natural, gradual y
apacible. Por algunos instantes, la naturaleza previó un doble sistema de
aprovisionamiento en oxígeno y nutrición. Mientras el cordón late, la placenta
permite una adaptación progresiva, una transición suave entre los dos sistemas.
En la naturaleza, en ausencia de prisas médicas, la madre no tiene razón alguna
para cortar el cordón que se deseca y cae por sí mismo al cabo de algunos días.
Si el corte se produce antes del término previsto por la naturaleza, se priva
no solamente al niño de sus alimentos naturales, sino que se interfiere
brutalmente en la gestión de su cuerpo, el bebé está obligado a tomar su
primera respiración bajo el efecto de una violencia inaudita. Provocando dolor
y angustia atroz, el corte es sentido como una mutilación cruel. Íntimamente
aterrorizado, vitaliciamente, por los adultos, incluyendo la madre, el niño se ajustará
a la norma. Los ambilaterales son normales, diestros y zurdos no lo son.
Segundo hecho, la
lateralización es igualmente compartida entre los primates – que dejan el
cordón intacto – mientras que los diestros están en su mayoría en el Hombre.
Estos dos hechos
hacen pensar que esta mayoría es consecuencia del lenguaje que, al favorecer
dominación e intimidación, frustra el natural equilibrio estadístico. No hay
razón alguna para que la mano derecha sea la más fuerte. Los diestros son más
numerosos porque los profesores han impuesto el uso de la mano derecha para la
escritura y porque los militares han reforzado el fenómeno. La humanidad es
diestra porque la sociedad humana es una sociedad dominadora. La lateralización
no es entonces consecuencia del desarrollo natural del cerebro, según la
explicación neurológica pero tautológica de Janov(5). Primer
traumatismo, el corte prematuro crea la neurosis universal, su conformismo y su
comitiva de inhibiciones.
De parte de
quienes asisten al nacimiento (enfermeras, parteras, ginecólogos), se trata,
conscientemente o no, de la apropiación individual o colectiva del bebé en un
deseo compulsivo de gozar del niño. Todo pretexto es bueno para arrancar al
bebé de los brazos de la mamá y tenerlo para sí un momento: “Y ahora, ¡a la
pesa!” pero la balanza está en otra parte, o más aún, la madre tiene un
resfriado y el niño debe absolutamente ser puesto en el cuarto de niños, con el
riesgo de infecciones nosocomiales... En el clamperado precoz, el mecanismo de
esta apropiación es el del pensamiento fetichista, infantil o primitivo, que,
según el psicoanálisis, asimila la parte por el todo. Es explotado por los
manipuladores vudúes; para controlar a sus crédulas víctimas y forzarlas a la
prostitución (a falta de mutilaciones sexuales, abolidas por los esclavistas),
les roban un mechón de cabello. El clamperado precoz y los cuidados médicos
obsesivos parecen a la vez una actualización del gusto de los primitivos por
los rituales de separación que esclavizan el individuo a la tribu, y un modo de
los equipos médicos para escapar a la angustia del parto. Es el niño quien paga
las cuentas de este ansiolítico.
Leboyer condenó
igualmente la escisión y la circuncisión(58). Lo que es verdadero
para la placenta lo es a fortiori para los órganos específicos de la Manu sexualidad, muy ricas en terminaciones nerviosas erógenas y
táctiles. Estas escisiones invasivas y destructoras provocan un traumatismo tan
grave como el corte prematuro del cordón umbilical. La misma causa, la
violencia, produce el mismo efecto: una profunda sumisión y la repetición de un
crimen absurdo. No todos parecerán necesariamente traumatizados, una minoría lo
estará gravemente. Hay probablemente una relación de causa-efecto entre la
circuncisión, el anti-judaísmo que provoca, y la mutación genética que induce
una elevada propensión al cáncer de seno en una gran mayoría de judíos
askenazis.
La sumisión se
amplía por la ruptura traumática del apego bebé-mamá, de una reciprocidad
dramática cuando la madre, al no encontrar más las sonrisas iniciales del niño,
“no reconoce más” a su niño y, peor aún, lo maltrata(8). Como
penosamente experimentado por Romberg-Weiner(59), es una lástima
tener un parto-Leboyer si enseguida se circuncida al niño. Del mismo modo, no
hay nacimiento suave con corte prematuro del cordón. Leboyer se opone a estos
comportamientos tiránicos. Su mensaje puede resumirse así: “Deje al bebé, su
placenta y su mamá tranquilos.”
Provocado por el
corte prematuro, el síntoma de la lateralización aporta una ilustración nítida
de la teoría freudiana de las mutilaciones pretendidas simbólicas como técnicas
de sumisión. Que sean rituales o médicos, los cortes societales de rutina sobre
las jóvenes generaciones, separando dramáticamente al niño de la madre, tienen
por consecuencia y a veces incluso por objetivo confeso, someterlos a una
sociedad despótica por una violencia terrorista.
Conclusión
En el curso de la
historia, el patriarcado multiplicó los instrumentos de violencia destinados a
romper el vínculo entre madre e hijo. Son una de las grandes fuentes de
criminalidad y de enfermedades mentales individuales o colectivas. Al
correlacionar las técnicas de parto con las conductas adultas: “Los
procedimientos obstétricos deberían ser evaluados cuidadosamente y, de ser
posible, modificados para prevenir eventuales comportamientos suicidas”, muchas
investigaciones sobre el suicidio(60, 61, 62, 63) consolidan los
descubrimientos de Leboyer. Lo mismo ocurre con la criminalidad(64, 65,
66, 67, 68). Cometidas a la edad en que la vulnerabilidad es mayor, las
violencias precoces son los peores excesos de adultos quienes reproducen
lamentablemente, y a veces agravan, lo que ellos mismos han sufrido. Ese ciclo
infernal debe romperse.
Expuesto por
Benjamín Franklin, el corte prematuro del cordón umbilical se remonta a la
época en que la medicina practicaba la sangría. Es el primer acto de violencia
de los adultos contra el niño que es puesto “bajo terror” (Alice Miller). A
cuenta de la multiplicidad de técnicas quirúrgicas deliberadamente utilizadas
en el curso de la historia con el objetivo de someter al niño: escisión,
circuncisión, amigdalotomía, etc., nos podemos preguntar si un maquiavelismo
médico no premeditó el corte precoz del cordón umbilical con el mismo objetivo.
Un movimiento en sentido inverso se dibuja pero los ejemplos de Copérnico,
Galileo, Freud… etc., pusieron de manifiesto la dificultad para rehacer el
mundo. La medicina es un universo donde lo mejor se codea con lo peor: dogmas
fijos, capillas, incompetencias, arrogancias y prejuicios, en manos de
mandarines omnipotentes y en donde, por consecuencia, el error no está ausente.
Se requirió medio siglo para aceptar el descubrimiento de la higiene
(Semmelweiss) que ha permitido una fuerte disminución de la mortalidad
posnatal. Para el nacimiento en suavidad, hace ya más de treinta y cinco años
que los celos salvajes, el orgullo tonto y la idiotez ciega ignoran una de las
más preciosas observaciones médicas de todos los tiempos. Si, después de las
vivas resistencias descritas por Rapoport(5), (7), la profesión se
apoderó de la mayor parte de las recetas de Leboyer, la principal queda
criticada y poco seguida y, a pesar del excepcional interés de su aporte a la
humanidad, no obtuvo el premio Nobel. Sin embargo, el corte prematuro del
cordón umbilical traumatiza el cerebro y priva la vida naciente de alimentos
esenciales. La no-violencia llegó a expulsar a los ingleses de la India. ¿Tendrá
razón del orden médico castrador occidental y judeo-cristiano, cuyas
acusaciones de carácter anti-científico parecen simplemente calumniosas
respecto del multi-milenario saber empírico de la India? Enfrentado al saber
psicoanalítico y tal como fue explicado por Rapoport(6), esta manera
de acceder al nacimiento permite afirmar que, si todo ocurre bien, el único
trauma del nacimiento, generador de la neurosis universal, es el del corte
prematuro del cordón umbilical. Recordemos que el descubrimiento de Leboyer
encuentra su origen en su revivir, durante su psicoanálisis personal, el trauma
mismo de su propio corte prematuro. El autor de estas líneas también pudo
experimentar el revivir de la infernal experiencia de una tortura amenazando la
vida, precedida por un nacimiento en un suave disfrute. Quienes no hayan hecho
esta experiencia no tienen fundamentos para dudar.
La revolución
Leboyer es una oportunidad para el planeta de salir del atolladero mortífero en
que ha sido precipitado por el productivismo obsesivo. Liberar a la juventud de
la violencia de los adultos le permitirá solucionar los problemas de mañana por
la imaginación y la suavidad más que por el equilibrio del terror y sus
exterminaciones recurrentes.
(*) NT. Bien naître, Bien-être. Juego de palabras por homofonía. Las dos frases se
pronuncian exactamente igual en francés.
Investigador independiente en psicoanálisis, antiguo alumno del
Departamento de psicoanálisis de la Universidad de Paris VIII, autor de “Las mutilaciones
sexuales femeninas y masculina, el más grande crimen contra la humanidad” (libro y artículo disponibles
gratuitamente en academia.edu.
Margarita Mosquera (di1version@gmail.com) es psicoanalista en Medellín, Colombia. http://analiz-arte.blogspot.com/ y http://topsylac.blogspot.com/
(*) Este artículo fue objeto de una “rápida respuesta”
del 17 de noviembre del año 2010 publicada por la British medical journal: http://www.bmj.com/content/341/bmj.c5447
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Interview by Rowan J. Brit J June 1977. http://primal-page.com/rowan4.htm
(2) Nacimiento sin violencia. Paris: Seuil; 1974.
(*) Es deseable que la madre, o el padre en el caso en
que ella no pueda hacerlo, sea la primera persona en cargar el bebé y ubicarlo
en el vientre de ella.
(3) Lind J. Physiological adaptation to the placental
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(4) Odent M. The First Hour Following Birth: Don’t Wake
the Mother! Midwifery
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(5) Birth without violence: an evening with Doctor
Leboyer. J primal therapy. 1975, II (4), 289-300.
(6) Rapoport D. Bulletin psycho 1976, XXIX, 322: 552-560.
(7) Citado por Lyon H. www.halcyon.com/REALIZINGYOURPOTENTIAL3.26.08.htm
(8) Rapoport D. El buen-tratamiento hacia el niño: raíces
y alas. Paris: Belin. p. 34-40.
(9) http://www.holistika.net/parto_natural/parto_fisiologico/entrevista_con_el_dr._frederick_leboyer.asp
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