jueves, 14 de mayo de 2009

1953-00-00 El mito individual del neurotico o Poesía y Verdad...

1953-00-00
Le mythe individuel du névrosé ou Poésie et
vérité dans la névrose (version Roussan)

1953-00-00
El mito individual del neurotico o Poesía y Verdad en la
neurosis (version Roussan)

Proponemos esta transcripción– anterior y diferente de la de J.-A. Miller en Ornicar ? – así presentada par
Michel Roussan como anexo a su transcripción del seminario de la Identificación: « Esta conferencia de Lacan, pronunciada en el Colegio filosófico fue editada por primera vez, en 1956 – fecha de depósito legal–, par el C.D.U, luego por las ediciones llamadas Grandes-Têtes-Molles de notre époque, nombre totalmente legitimado por el sorprendente número de errores que agrega a la primera edición. El texto que sigue es, por supuesto, el de las ediciones C.D.U, el que según parece fue establecido a partir de una grabación magnética. Nos hemos contentado con solo volver a puntuar, excepto algunas correcciones señaladas
1entre corchetes pequeños, de lo que fue corregido. Los entre corchetes de talla normal señalan agregados de nuestra parte. Lacan hizo alusión muchas veces a esta conferencia, sobretodo en El yo, XXI, 8.6.55, p. 312, et en Écrits, « De nuestros antecedentes», p. 72, n. 1 ». 

para una lectura más cómoda de la traducción de este texto.

(321)Voy a hablarles de un tema que es preciso calificar como nuevo, y que como tal es difícil. La dificultad de esta exposición no le es totalmente intrínseca, resulta en efecto que se trata
de algo nuevo que me permitió darme cuenta a la vez de mi experiencia analítica y de una tentativa, en el curso de una enseñanza llamada de seminario, de renovar, o solamente
profundizar la enseñanza teórica de lo que puede formularse como siendo la realidad fundamental del análisis.

Extraer esta parte nueva y original para hacerles captar el alcance por fuera de esta enseñanza, y por fuera de esta experiencia para una buena parte de entre ustedes, es entonces algo que comporta dificultades totalmente especiales en la exposición. Por esto, les pido de antemano, la indulgencia, si les aparece quizá, alguna dificultad para la comprensión, al menos en el primer abordaje, de aquello de lo que se va a tratar. 

El psicoanálisis, debo decirlo y recordarlo como preámbulo, es una disciplina que, en el conjunto de las ciencias, se nos muestra con una posición realmente particular. A menudo se dice que el psicoanálisis no es propiamente hablando, una ciencia lo que parecería indicar por contraste que podemos decir muy simplemente, que es un arte.

Ciertamente no podemos decir algo semejante si entendemos por arte simplemente: técnica, conjunto de fórmulas o recetas, método operacional, praxis, u otra cosa de este orden.
Simplemente, creo que el término arte debe ser empleado aquí en el sentido en que se lo empleaba en la Edad Media, cuando se hablaba de artes liberales… ustedes conocen esta serie, que va de la astronomía, pasando por la aritmética y la música, hacia la dialéctica, a la gramática, a la geometría. Es este arte, del que nos es difícil seguramente, darnos <cuenta> actualmente cuál era la función y el alcance en la vida y el pensamiento de los maestros medievales.

Es cierto que lo que caracteriza a estas artes, y las distingue de las ciencias que serían en suma surgidas de las artes liberales, es la permanencia en primer plano de algo que puede denominarse su relación esencial, fundamental con la medida del hombre.

Pues bien, creo que el psicoanálisis es quizá, actualmente, la única disciplina en algo comparable, con aquellas artes liberales: debido a esa relación interna, que no puede (322) de ningún modo, ser agotada nunca, que es cíclica, cerrada sobre sí misma, esa relación de medida del hombre consigo mismo, y muy especialmente, por excelencia, que es el uso del lenguaje, el uso de la palabra. Y es entonces esto lo que hace que la experiencia analítica no pueda agotarse en una relación, que no sea decisiva y definitivamente objetivable, puesto que en suma, la relación analítica misma implica siempre en su propio seno, la constitución de una verdad, que en cierto modo no puede ser dicha, puesto que la palabra es lo que la constituye y lo que la dice, y que [habrá] que, en cierto modo decir, la palabra misma, lo que es, propiamente hablando: lo que no puede ser dicho en tanto que palabra. 

Es cierto, por otra parte, que vemos desprenderse del psicoanálisis, una serie de técnicas que, tienden, con base en esa experiencia, a objetivar una serie de posibilidades de acción,
una serie de medios de actuar sobre el objeto humano. Pero no se trata sino de las ciencias en cierto modo, derivadas de este arte fundamental que es constituido por la relación intersubjetiva
misma del análisis; esta relación que no puede, se los he dicho, agotarse en sí misma, puesto que está en el seno mismo de lo que nos
hace hombre en nuestra relación con otro hombre.

Se trata de algo a lo que estaremos más o menos, llevados a tratar de expresar al menos, en una fórmula que dé de ello la esencia. Y es por esto que en el seno de la experiencia analítica, existe algo que se llama propiamente hablando un mito, siendo el mito precisamente lo que puede ser definido como dando una fórmula discursiva a ese algo que no puede ser transmitido en la definición de la verdad, puesto que la definición de la verdad no puede apoyarse sino sobre sí
misma, y que es en tanto que la palabra progresa por sí misma y por [ejemplo]  en el dominio de la verdad que ella la constituye2.
Ella no puede aprehenderse, ni aprehender este movimiento de acceso a la verdad como una verdad objetiva, no puede sino expresarla de una forma mítica, y es en este sentido entonces que se puede decir que, hasta un cierto punto, aquello en lo que se concreta la palabra intersubjetiva fundamental, tal como ha sido manifestada en la doctrina analítica, el complejo de Edito, tiene, en el interior mismo de la teoría analítica, un valor de mito.

Lo que les aportaría hoy es precisamente una serie de hechos de experiencia, que trataré de ejemplificar, a propósito de algo que es muy fundamentalmente conocido por todos aquellos que
están, de cerca o de lejos, iniciados en la experiencia analítica: es la existencia de un cierto número de formaciones que constatamos espontáneamente en lo vivido, en la experiencia, en los sujetos que tomamos analíticamente, los sujetos neuróticos por ejemplo, quienes necesitan aportar a ese mito edípico, en tanto que está en el corazón de la experiencia analítica, ciertas modificaciones de estructura que son exactamente correlativas al progreso que hacemos
nosotros mismos en el interior de la experiencia analítica, en la comprensión de esta experiencia, y de alguna manera lo que nos permite en segundo momento comprender que toda la teoría
analítica se extiende en el interior de la distancia que separa el conflicto fundamental que, por intermedio de la rivalidad con el padre, liga al sujeto a un valor simbólico esencial…

Pero, van a ver, que está siempre en función de una cierta degradación concreta– vinculada quizá a las condiciones, a las circunstancias sociales especiales – de la imagen y de la
figura del padre,  

… experiencia tensa entonces entre esta imagen del padre y, de otra parte, una imagen de la que, la experiencia analítica nos permite tomar cada vez más la medida, nos permite cada vez más medir las incidencias en el analista mismo puesto que, bajo una forma seguramente velada, enmascarada, casi renegada por la teoría analítica, toma sin embargo, de una forma casi clandestina, la situación, en la relación simbólica con el sujeto, de ese personaje muy borrado por la declinación de nuestra historia, y que es en suma, aquel del amo: el maestro moral, el maestro que inicia en la dimensión de las relaciones humanas fundamentales a quien está en la ignorancia – lo que se puede llamar de una cierta forma: el acceso a la conciencia, incluso a la sabiduría, en la toma de posesión de la condición humana como tal.

(323)Les recuerdo entonces que si nos fiamos de una definición que puede ser del mito como: una cierta representación objetivada de un epow, para decirlo de una vez, de un gesto que expresa de una forma imaginaria las relaciones fundamentales características de un cierto modo de ser del ser humano en una época determinada, se puede decir que, exactamente de la misma forma, como el mito se manifiesta en el plano social, es –decir latente o patente, virtual o realizado,
pleno o vacío de su sentido y reducido a la idea de una mitología, podemos encontrar, en lo vivido mismo del neurótico, toda suerte de manifestaciones que entran propiamente hablando, en este esquema, y del que se puede decir que se trata propiamente hablando, de un mito.

Y esto, voy a mostrárselos, en uno de esos ejemplos que creo es de los más familiares para aquellos de entre ustedes, que pueden interesarse en estas cuestiones, a propósito de una de
las grandes observaciones de Freud. Estas grandes observaciones de Freud, que gozan periódicamente de un renadío de interés en la enseñanza, ustedes las conocen, no voy a enumerárselas. Aquella de la que voy a hablar, es la que se llama El hombre de las ratas3.
el caso es sorprendente y parece muy claro.

Uno no se sorprende de ver emitir opiniones como la que escuché recientemente, en boca de uno de nuestros eminentes colegas, en cuanto al uso de la técnica: él manifestaba una suerte de desprecio por estos textos, llegando a decir que la técnica no sólo era torpe sino también arcaica…

Lo que, con todo, puede sostenerse, en relación con los progresos que hemos         hecho, precisamente sobre la base de una toma de consciencia de la relación intersubjetiva como actualmente se manifiesta en la esencia del análisis, como consecuencia del tratamiento, poniendo en primer plano las relaciones tal como se establecen entre el paciente y el sujeto, y el intérprete que interpreta en cierto modo sólo a través de esa actualidad, lo que sirvió para constituir esa personalidad del sujeto de la que vamos a ocuparnos.

…¿pero podía mi interlocutor llevar las cosas hasta decir que estos casos estaban mal elegidos? En efecto, se puede decir que están incompletos, que para muchos son psicoanálisis que se detuvieron en el camino, que después de todo, son pedazos de análisis. Esto debe incitarnos cuanto menos, a reflexionar, a preguntarnos por qué esta elección fue hecha por su autor, y desde luego a confiar en Freud, porque no basta con decir, como proseguía aquel que emitía estas opiniones, que de seguro tenía solamente ese resultado alentador para nosotros, al mostrarnos que basta con una pizca de verdad en alguna parte, para que ese poco de verdad logre transparentarse y surgir en medio de las dificultades, las trabas que la exposición podía
oponerle.

Creo que no es esa una mirada justa de las cosas, y que de verdad, en estos casos, se puede decir que el árbol4  de la práctica diaria esconde a los que querrían sostener tal opinión, la emergencia del bosque que ha surgido de esos textos freudianos.

Yo mismo elegí El Hombre de las ratas, y creo también que el interés de esta elección se justifica en la obra de Freud. Se trata de una neurosis obsesiva… Pienso que ninguno de quienes vinieron a escuchar conferencia semejante, pudo dejar de escuchar hablar de lo que se considera la raíz y la estructura de la neurosis obsesiva: a saber, la tensión agresiva, la fijación instintual5, toda la elaboración genética extremadamente compleja que el progreso de la teoría analítica formuló
en el origen de nuestra comprensión de la neurosis obsesiva.

Se puede decir, por supuesto, que tal y tal fragmento de estos elementos teóricos, tal o tal fase familiar de esa clase de temas fantasmáticos o imaginarios que encontramos siempre en el análisis de una neurosis obsesiva, se encuentran en la lectura del Hombre de las ratas. Con todo, es entonces lo que hace, con ese aspecto tranquilizador que tiene siempre para aquellos que leen o aquellos que enseñan, las manifestaciones de pensamientos familiares, vulgarizados, eso, puede ocultar al lector la originalidad y el carácter especialmente significativo y convincente de esta
observación.

(324)Por supuesto, toma incluso su título de un fantasma totalmente fascinante, que juega en la psicología de la crisis que lleva al sujeto a la puerta del analista, que tiene un valor desencadenante totalmente evidente: es el relato de un suplicio que gozó siempre de una especie de singular iluminación, incluso celebridad, que es aquel de la introducción, por medio de un dispositivo más o menos ingenioso, de una rata, más o menos excitada por medios artificiales, en el recto del ajusticiado.

Es ese suplicio, cuyo relato provoca en el sujeto una suerte de estado de horror fascinado, que está en el origen del desencadenamiento en él, no de una neurosis, sino de la actualización de temas neuróticos, de una toma por la angustia, y de toda una elaboración de la que vamos a ver
ahora la estructura y el interés. Pero es ese elemento que es esencial desde el punto de vista de la teoría de los momentos del determinismo de una neurosis.

¿Quiere decir que lo que está allí explicado, y lo que por otra parte se encontrará en todos los temas en la observación del Hombre de las ratas, es lo que constituye lo esencial de su interés?
No solamente no lo creo, sino que en toda lectura atenta de esta observación se verá que es la extrema particularidad del caso…

Como Freud lo señaló siempre, cada caso debe ser estudiado en su particularidad, exactamente como si ignoráramos toda la teoría.

… es la singularidad del caso y su valor particularmente ejemplar, bajo el ángulo de relaciones que están ahí, visibles, manifiestas en su simplicidad, verdaderamente bajo la forma como se
puede decir en geometría que un caso particular tiene una cierta superioridad de evidencia totalmente deslumbrante en relación con la demostración cuya verdad, quedará, en razón
de su carácter discursivo, velada bajo las tinieblas de una larga serie de deducciones, mientras que un caso particular puede mostrar con evidencia algo que presenta totalmente, de una manera intuitiva. Se puede decir que encontramos allí algo exactamente análogo a lo que pasa en tal caso particular.

En eso consiste esta originalidad, y es lo que salta a la vista de todo lector un poco atento: Se puede decir que la constelación original de donde salió el desarrollo de la personalidad del sujeto – hablo de constelación en el sentido en que hablarían los astrólogos –, eso a lo que debe su nacimiento y su destino, su prehistoria casi diría, a saber las relaciones familiares fundamentales que presidieron a la unión de sus padres, lo que los condujo a esa unión, es algo que resulta tener relación…

Y una relación de la que podemos decir es quizá definible con la fórmula de una cierta transformación propiamente hablando, mítica, 

… una relación totalmente precisa, ¿con qué? con la cosa que aparece como la más contingente, la más fantasmática, la más paradójicamente mórbida, a saber: el último estado de desarrollo de lo que se llama, en esta observación, la gran aprehensión obsesiva del sujeto, es decir el escenario al cual llega, escenario imaginario, como siendo el que debe resolver para él, la angustia provocada por el desencadenamiento de su gran crisis.

Me explico: ¿Cómo está conformada la constelación familiar, la constelación original del sujeto y en qué se puede llamar la leyenda, la tradición familiar? Por el relato de un cierto número de marcas que son [lo]  que tipifican, o especifican la unión de los padres, de sus genitores, y que son las siguientes: 

Primero, el hecho que el padre, que fue suboficial al comienzo de su carrera, que fue un personaje muy sub-oficial, con lo que esto implica con referencia a la autoridad, pero un poco irrisorio, una cierta desvalorización acompaña de forma permanente al sujeto, en la estima de sus contemporáneos, una mezcla de bravura y de chispa, con la que se puede decir que compone una suerte de personaje convencional y que se reencuentra a través del hombre simpático que es descrito en las declaraciones del sujeto, ese padre resulta luego de su matrimonio, en la siguiente posición: hizo lo que se llama un matrimonio ventajoso.

En efecto, es su mujer, quien pertenece a un medio mucho más elevado en la jerarquía burguesa, quien aportó a la vez los medios para vivir y la situación misma de la que él se beneficia en el momento en que van a tener su hijo. Entonces, el prestigio está del lado de la madre, y una de las bromas más familiares entre esos personajes, que en principio se entienden bien, e incluso
parecen ligados por una afección real, es una suerte de juego repetido a menudo, un diálogo entre esposos donde la mujer hace una alusión a la vez jocosa (325)y bromista sobre la existencia, justo antes del matrimonio, de un vivo apego de su marido por una jovencita pobre, pero bonita. Y el marido de recrearse y afirmar en cada ocasión, que se trata de algo tan fugitivo como lejano y olvidado. Pero este juego, cuya repetición misma implica quizá una parte de artificio, es algo que
ciertamente impresiona profundamente al joven sujeto que se convertirá más tarde en nuestro paciente.

De otra parte, hay otro elemento del mito familiar que no es de poca monta: el padre tuvo,
en el transcurso de su carrera militar, lo que se puede llamar en términos púdicos problemas e incluso graves problemas. Ni más ni menos que dilapidar los fondos, los fondos del régimen de los que era depositario a titulo de sus funciones. Los dilapidó debido a su pasión por el
juego, y debió, su honor, incluso su vida –al menos en el sentido de su carrera, de la imagen que puede continuar teniendo en la sociedad –, a la intervención de un amigo que le prestó la suma que él convino en reembolsar, y que resulta entonces haber sido el salvador, en este episodio del que todavía se habla como de algo que fue realmente importante y significativo en el pasado del padre.

Así es pues como se presenta para el joven sujeto, la constelación familiar. Esto, desde luego, aparece poco a poco en el transcurso del análisis, y naturalmente esto no es recordado ni relacionado de ninguna forma por el sujeto con sea lo que sea que ocurre como actual. Se requiere de la intuición de Freud – y yo podría quizá indicarles inmediatamente lo que dijo en esta ocasión – para comprender que hay allí, elementos absolutamente esenciales para el desencadenamiento de la neurosis obsesiva. El conflicto mujer rica/mujer pobre se reproduce muy exactamente en la vida del sujeto: en el momento en que su padre lo empuja a casarse
con una mujer rica precisamente, la neurosis, y no solamente la crisis actual, se desencadenó. Y cuando el sujeto aporta este hecho, dice casi al mismo tiempo: « Yo le digo algo que ciertamente no tiene relación alguna con todo lo que me sucedió ». Entonces, inmediatamente, Freud, se da
cuenta de la relación.

Pero lo que es significativo, lo que se ve de algún modo en el panorama de la observación, es la estricta correspondencia entre estos elementos iniciales, originales, fundamentales en el sujeto, y el desarrollo posterior de la obsesión fantasmática, esa obsesión que de elementos emocionales que engendraron en el sujeto, según el modo del pensamiento propio del obsesivo, toda suerte de temores obsesivos, a saber que ese suplicio puede ser concebido como siendo realizado un día, habiéndole ocurrido a las personas que le son más queridas, y sobre todo ese personaje de la mujer pobre idealizada en la cual él confiesa un amor del que veremos enseguida cuál es el estilo y el valor propio, la forma de amor mismo del que el sujeto obsesivo es capaz, o sea que ese suplicio le ocurre, cosa más paradójica aún, a su padre, que no obstante en este momento está
muerto y reducido a un personaje imaginado en el más allá.

Pero incluso en el más allá, los temores fantasmáticos, una suerte de aprehensión obsesiva de la imagen fantasmática del suplicio atormenta al sujeto, y lo lleva a una serie de comportamientos cuyos eslabones intermedios les paso, pero que muy paradójicamente culminan para él en la obligación de pagar, en ciertas condiciones totalmente particulares, así como las construcciones neuróticas del obsesivo terminan por lindar con las construcciones propiamente hablando, delirantes… 
Se encuentra en la situación siguiente… Ocurre igualmente a propósito de un incidente sobrevenido en el curso de los acontecimientos desencadenantes de la neurosis… resulta que tiene que pagar el precio de un objeto que no es indiferente precisarlo, un par de anteojos, que dejó perder en el transcurso de importantes maniobras durante las cuales se presentó el relato por el escuchado, y durante las cuales se desencadenó la crisis obsesiva actual. Fue uno de los oficiales quien relata la historia, un oficial que lo impresiona mucho por una cierta ostentación. El cuento mismo lo confirma, una cierta exhibición de gustos punitivos y crueles.

El sujeto pide a su óptico de Viena, el reemplazo urgente de sus anteojos – porque todo esto, por supuesto, sucede en la antigua Austria-Hungría, antes del comienzo de la guerra del 14 – por correo expreso. El óptico le envía una remesa conteniendo el objeto, y el oficial que le contó la historia del suplicio le dice que debe pagarle al señor fulano de tal, un lugarteniente considerado haber pagado por él, la suma.

(326)Es entonces alrededor de esta idea de reembolso que el sujeto se hace una suerte de deber neurótico de reembolsar la suma, en ciertas condiciones.

Este deber, se lo impone a sí mismo, bajo la forma de este mandamiento interior que surge en el psiquismo obsesivo, en contradicción con el primer movimiento que se expresó bajo la forma: no pagar esto. 
Helo aquí entonces, ligado a él mismo por una suerte de juramento.

Ahora bien, él se da cuenta muy rápido que este imperativo no concierne absolutamente a nada inmediatamente realizado, puesto que no es el lugarteniente quien pagó lo que sea – jamás
se ocupó de las cuestiones de la oficina de correos –, no es el lugarteniente, que llamamos el lugar teniente A, sino un lugarteniente B quien se ocupa de ello. Es entonces a este al que hay
que reembolsar la suma.

Pero el asunto no se detiene ahí. El sujeto sabe perfectamente, se lo descubre por lo que sigue, en el momento en que todas estas elucubraciones se producen en él, que en realidad no debe esta suma al lugarteniente B sino muy simplemente a la señora del correo, que quiso creer en este señor honorable, que es oficial, que se encuentra en los alrededores.

No obstante el sujeto se atormentará hasta el final de su periodo de maniobras, hasta el momento en que viene a confiarse a los cuidados de Freud en un estado de angustia máxima; será seguido por una especie de conflicto de ansiedad, característico de lo vivido por los obsesivos, que gira totalmente alrededor de la siguiente escena:

Puesto que se juró que reembolsaría la suma, conviene, para que no ocurran a los que más ama, las catástrofes anunciadas por la obsesión, que haga reembolsar por el lugarteniente A la suma
en cuestión a la generosa dama de la oficina de correos, éste la reembolsará delante de él al lugarteniente B, y él mismo podrá de esta forma, reembolsar al lugarteniente A, quien hasta el presente no tiene nada que ver en el asunto, cumplir su juramento, es decir la ceremonia obsesiva que le parece necesaria.
He aquí a dónde lo lleva, por una suerte de deducción propia de los neuróticos, la necesidad interior que lo determina.

Ustedes no pueden no reconocer, en este esquema del paso de una cierta suma de dinero de
A, a la dama del correo, la dama generosa que, por él, hizo frente al pago, luego de la dama del correo a otro personaje masculino, algo que…

Bajo una forma complementaria en ciertos puntos, suplementaria en otros, paralela de una cierta forma e invertida sobre otro punto, 

… es muy exactamente lo equivalente de la situación original en tanto que pesa ciertamente, hasta un cierto grado, en el espíritu del sujeto, en su formación, en sus relaciones esenciales, en todo lo que hace de él este personaje, con un modo de relaciones totalmente especial respecto de los hombres, que se llama una neurosis.

Por supuesto, esta escena es absolutamente imposible de cumplir, no sería esto lo que en efecto el sujeto sabe perfectamente que en todo esto no debe ni a A, ni a B sea lo que sea. Es a la dama del correo que debe algo, y si el escenario fuera cumplido, sería al fin de cuentas, la dama del correo la que estaría allí para sus gastos.

En efecto, como sucede siempre en la vivencia real de los neuróticos, la realidad imperativa de lo real pasa por delante de todo lo que le atormenta infinitamente, el tormento en el tren incluso, que lo lleva efectivamente en la dirección estrictamente contraria a la que debía tomar para cumplir con la ceremonia expiatoria. Es hacia Viena que se dirige, pensando, en cada estación, pensando que podía bajarse aún, cumplir todo el rito. No obstante no hace nada, se contenta muy simplemente, una vez comenzado el tratamiento con Freud, con enviar un mandato a la encargada del correo.

Por consiguiente, este escenario fantasmático, se presenta como un pequeño drama, un [de] gesto que es precisamente lo que llamo la manifestación del mito individual del neurótico, en cuanto expresa, sin duda de una forma cerrada al sujeto– pero no absolutamente cerrada, lejos de serlo, para aquel que lo observa o lo ayuda a liberarse en esa ocasión–, algo que refleja exactamente…

Aunque evidentemente la relación no sea enteramente elucidada en la forma puramente
basada en los hechos con la que [se] expuesto,

…la relación inicial, inaugural entre el padre, la madre y el personaje, más o menos borrado en el pasado, del amigo.

Es debido a la aprehensión subjetiva que de ella tuvo el personaje interesado que esta constelación toma su valor.

(327)Pero trataremos de ver, a través del mito mismo, a qué responde esto y lo que hay que pensar al respecto.

Subrayo que lo que da el carácter mítico a este pequeño escenario fantasmático, no es simplemente el hecho que se manifieste como una suerte de ceremonia significativa y reproduciendo más o menos exactamente, las relaciones que, con relación a su
contenido presente, son secretas, como ocultas, pero también, que modifica estas relaciones en el sentido de una cierta tendencia.

Puede decirse que en el origen teníamos algo que podía definirse por una deuda
del padre con respecto al amigo…

Olvidé decirles que el padre jamás volvió a encontrar a ese amigo– es bien esto, lo que queda misterioso en toda la historia original del sujeto–, y no `nunca pudo reembolsar su deuda.

… De otra parte, hay algo que se puede llamar, en la historia del padre, sustitución:
sustitución de la mujer rica por la mujer pobre en el amor del padre.

Y en el interior del fantasma desarrollado por el sujeto, vemos esta cosa tan singular: algo como un intercambio de los términos terminales de cada una de esas relaciones funcionales. Vemos que para que la deuda sea pagada, no se trata de pagársela al amigo, se trata de pagarla a la mujer pobre. Porque lo que la profundización de los hechos fundamentales de los que se trata en la crisis obsesiva mostró, es que lo constituye verdaderamente el objeto del deseo tantálico del sujeto de volver al lugar donde está la dama del correo no es para nada esta dama, es un personaje que, en la historia reciente, encarna el personaje de la mujer pobre: es una sirvienta de un albergue que en el curso de las maniobras, y en la atmósfera de pasión heroica que caracteriza la fraternidad histórica, encontró, y con quien se ha entregado a algunas de estas operaciones de goce frívolo que caracterizan a esta generosa fraternidad.

Se trata en cierta medida de entregar la deuda a la mujer pobre, y el escenario imaginado nos muestra algo que es la sustitución de la mujer rica por la mujer pobre.

Todo pasa como si los atolladeros propios de la situación original, a saber lo que no está resuelto en alguna parte, se desplazara hacia otro despuntar esquemal de la red mítica, reproduciéndose
siempre en algún punto.

Para comprender bien, hay que ver esto: en la situación original, tal como se las he descrito, hay una suerte de doble deuda : de frustración de una parte, del personaje que se borró, incluso una suerte de castración del padre, y de otra parte el elemento de deuda social nunca [resuelto]
que está implicado en la relación con el personaje del plano de fondo del amigo… Algo que es en suma muy diferente de la relación triangular que es considerada como típicamente en el origen Del desenvolvimiento y desarrollo, propiamente dicho, neurotizante.

Hay una suerte de ambigüedad, de diplopía, una situación que hace que el elemento de la deuda se sitúe en alguna medida en dos planos a la vez, y es precisamente en la imposibilidad de unir esos dos planos que va a desarrollarse todo el drama del neurótico, como si fuera tratando de hacerlos coincidir uno con otro que produjese una especie de operación inestable, nunca
satisfecha, que jamás llega a cerrar su ciclo.

Es lo que sucede en efecto en lo que sigue de las cosas.

¿Qué ocurre cuando el Hombre de las ratas va a confiarse a Freud, al amigo que es Freud? Porque Freud se sustituye muy directamente, en las relaciones afectivas del sujeto, a un amigo que cumplía ese papel de guía, de consejero, de protector, de tutor tranquilizante. El sujeto ya tenía en su vida alguien que cumplía esa función amistosa, a quien iba a confiarle sus obsesiones, sus angustias, y que le decía: «Tú nunca causaste el mal que crees haber hecho, no eres culpable, no le hagas caso»… Pero encontrará a Freud y lo hará ocupar el lugar de ese amigo. Y entonces muy rápido se desencadenan los fantasmas agresivos, que no están en lo absoluto, ligados, muy lejos de ello, únicamente con la sustitución de Freud – como la interpretación de Freud mismo tiende sin cesar a manifestarlo–, sustitución del padre, sino que tienden más bien al hecho que, como en el fantasma, se produce una sustitución del personaje de la mujer rica con el amigo.

Muy rápido en efecto, el sujeto, en esa suerte de breve delirio que constituye, al menos en los sujetos profundamente neuróticos, una verdadera fase pasional en el interior mismo de la experiencia analítica, se pone a imaginar que Freud desea nada menos que darle su propia hija, con la que hace fantasmáticamente un personaje cargado de todos los (328) bienes de la tierra
con que sueña. Y se la representa bajo la forma muy singular y Muy característica de un personaje con anteojos de bosta en sus ojos6.

Tiene lugar entonces la sustitución del personaje de Freud con alguien que a la vez es protector y maléfico, ambiguo, en una relación por otra parte, narcisista con el sujeto, marcado por anteojos. Es algo muy impactante. Entonces, el mito y el fantasma se unen. La experiencia pasional, que está ligada con la vivencia real y actual, en la relación con el analista, marca el pasaje, el trampolín hacia la resolución de un cierto número de problemas, a través de esas identificaciones.

He tomado un ejemplo particular. Pero es sobre lo cual quisiera insistir, porque es una realidad clínica y esto puede servir de orientación y de guía en la experiencia analítica, y es un esquema general en el neurótico, una situación de cuarteto, cuarteto que se renueva sin cese pero que no existe en un mismo plano.

Digamos, para esquematizar las ideas, que, para un sujeto de sexo masculino, el problema de su equilibrio moral y psíquico es el de la asunción de su propia función, en tanto que es función entonces una independencia, moral, psíquica y ética, que es el de la asunción de su papel en tanto que se da a reconocer como tal en su función, 

… la asunción de su propio trabajo en el sentido de asumir sus frutos sin conflicto, sin sentir que es otro el que lo merece, o que él mismo no lo recibe sino por casualidad, sin que exista la división interna que hace que el sujeto no sea, en cierto modo, sino el testigo alienado de actos de su propio yo. Es la primera exigencia, la otra exigencia es ésta:

un goce que se puede calificar como pacífico e igualmente unívoco del objeto sexual una vez elegido, una vez concedido a la vida del sujeto.

Ahora bien, en el neurótico, lo que vemos que ocurre, es algo que es más
o menos esto:

Cada vez que el sujeto logra, o apunta, o tiende a lograr esta asunción de su propio
rol, … En el sentido en que el sujeto asume sus responsabilidades hasta un cierto punto, se vuelve idéntico a sí mismo y se asegura de lo bien fundada de su propia manifestación en el complejo social determinado,

… es el objeto, es ese personaje del compañero sexual que se desdobla, aquí bajo la forma de la mujer rica y de la mujer pobre.

Y basta con entrar, no ya en el fantasma, sino en la vida real del sujeto para palpar de qué
se trata, es ese algo realmente muy impactante en la psicología de los neuróticos, es muy particularmente el aura de anulación que rodea lo más familiar para él, el compañero
sexual que tiene la mayor realidad, que le es lo más próximo, con lo cual tiene en general lazos más legítimos, sea que se trate de una relación o de un matrimonio y, de otra parte, un personaje que desdobla al primero, que es el objeto de una pasión más o menos idealizada, más o menos
perseguida de manera fantasmática, con un estilo que se puede considerar como análogo al del amor pasión, y que por otra parte, los empuja a la identificación realizada efectivamente en la vivencia de modo muy activo, una relación narcisista con el sujeto, es decir una relación efectivamente, de orden mortal

Y bien, este desdoblamiento del compañero sexual, del objeto de amor, si vemos al sujeto en otra perspectiva, en otra fase de su vida, hacer un esfuerzo para recuperar su unidad y su sensibilidad, es entonces en el otro extremo de la cadena de relación, es decir en la
asunción de su propia función social, de su propia virilidad, ya que elegí un caso de un hombre, que el sujeto ve aparecer a su lado si se puede decir, un personaje con el cual también él tiene esa relación narcisista como relación mortal, personaje en quien delega para representarlo
en el mundo y para vivir, que no es realmente él; se siente excluido, se siente por fuera de sus propia vivencias, no puede asumir las particularidades, las contingencias, se siente en
desacuerdo con su propia existencia y en esta alternancia el atolladero se reproduce.

(329)Es bajo esta forma tan especial de desdoblamiento narcisista que reside el drama personal del neurótico y es por relación a lo cual que adquieren todo su valor las diferentes formaciones y
estructuras míticas de las que les he dado hace poco un ejemplo, bajo forma de fantasma obsesivo, pero que se puede encontrar bajo muchas otras formas, en los sueños, en numerosos casos muy ejemplares, en los relatos de mis pacientes, a propósito de los cuales pueden realmente ser mostrados al sujeto las particularidades originales de su caso, de una forma ciertamente mucho más rigurosa y viva para el sujeto que siguiendo los esquemas tradicionales de la tematización, si se puede decir, triangular del complejo de Edipo.

Quiero citarles otro caso, particularmente significativo y ejemplar, para mostrar la coherencia con el primero. Tomaré algo que es muy cercano a la observación del Hombre de las ratas, pero con referencia a un tema de otro orden, puesto que se trata de la poesía o ficción literaria, ya que es un elemento de la vida de Goethe mismo. Pero que no fue llevado artificialmente: es a propósito de un episodio extremadamente valorizado en las confidencias del Hombre de las ratas7, uno de los momentos de sus lecturas, uno de los temas literarios para él más valioso, es aquel donde Goethe cuenta, en Poesía y verdad, un episodio de su vida de juventud. 

Tiene por entonces veintidós años. Está en Estrasburgo. Y es el célebre episodio de Frédérique
Brion. Nos cuenta cómo esta especie de pasión constituyó después, en su vida, un tema nostálgico
que no se extinguió hasta una época avanzada de su vida. Nos cuenta en Dichtung und Wahrheit8, cómo con Friederike Brion, la hija de un pastor de una aldea pequeña cercana de Estrasburgo, logró superar la maldición que pesaba sobre él, respecto de toda relación amorosa con una mujer, y muy especialmente al beso en los labios, besar que le había sido prohibido como
consecuencia de esa maldición que le había sido echada por un personaje de sus amores anteriores, la llamada Lucinde. 
Lucinde lo sorprende en el curso de una escena con su propia hermana, personaje muy refinado como para ser honesto, que trata de persuadir a Goethe sobre las perturbaciones que él provoca en Lucinde, y le ruega a la vez alejarse y darle a ella, la fina mosca, la garantía del último beso. Es entonces cuando Lucinde surge y dice: «Malditos sean para siempre esos labios. Que la desgracia caiga sobre la primera que reciba su homenaje9 ».

Es evidente que no sin razón y sin conmoción profunda que Goethe, con toda la infatuación de la adolescencia avasalladora, acoja como algo que, durante un tiempo bastante largo, le cierra el camino para todas sus empresas amorosas, la maldición de la que se trata. Y nos cuenta cómo, exaltado por el descubrimiento de esta jovencita encantadora que es Frédérique Brion, logra por primera vez superar la prohibición, y siente la ebriedad del triunfo, después de esta aprehensión de algo más fuerte que sus propias prohibiciones interiores asumidas.

¿Qué hace él en efecto? Ustedes saben que es uno de los episodios más enigmáticos de la vida de Goethe, y que los Goetheforscher…  Esas personas muy particulares que se apegan a un autor, de aquellos cuyas palabras han dado forma a nuestros sentimientos, que se llaman stendhalianos o bossuettistas, y que pasan su tiempo revisando en los papeles y en los armarios para analizar lo que su genio puso en evidencia, 

…los Goetheforscher estudiaron este hecho verdaderamente extraordinario del abandono de Frédérique por Goethe. 

Ellos nos han dado todo tipo de explicaciones. No quiero hacer aquí el catálogo. Es cierto que todas rozan esta especie de filisteísmo10  que es correlativo de estas investigaciones, cuando son proseguidas en el plano común. Y en verdad, no está excluido tampoco, decir que en efecto hay siempre un oscuro disimulo de filiteísmo en las manifestaciones de la neurosis, porque es
cierto en efecto que se trata propiamente hablando, de un hablar neurótico en el caso de Goethe, como lo mostrará un cierto número de consideraciones que voy a exponer ahora.

(330)Hay toda clase de rasgos enigmáticos en la forma como Goethe aborda esta aventura con Frédérique Brion. Diría casi que es en los antecedentes inmediatos que se encuentra la clave,
la solución del problema.

Para decir brevemente las cosas, Goethe, que en este momento vive en Estrasburgo con uno de sus amigos, conoce desde largo tiempo atrás, la existencia de esta familia abierta, amable, acogedora que son los Brion11.
Pero cuando va a verlos, se rodea de precauciones, de cuyo carácter divertido nos cuenta luego, en su biografía. Pero en verdad, cuando se examinan los detalles, uno no puede impedirse sorprenderse de la estructura verdaderamente irregular y singular que parecen
revelar.

Ante todo cree tener que ir disfrazado. Goethe, hijo de un gran burgués de Fráncfort, se distingue en medio de sus camaradas por la holgura de las maneras, el prestigio debido al traje, un estilo de superioridad social. Pero para ir a ver a la familia del pastor, se disfraza de estudiante de teología, con un sobretodo muy gastado y descocido. Va con su amigo y durante todo el trayecto que los lleva al fin de su viaje, son sólo carcajadas.

Goethe está, por supuesto, excesivamente fastidiado en el momento en que se da cuenta que su arreglo no lo favorece, es decir, en el momento en que la realidad de la seducción evidente, deslumbrante de la joven, surge en medio de esa atmósfera familiar, pone de manifiesto que sí quiere mostrarse en su mejor forma, es preciso cambiar, lo más rápido posible, ese sorprendente disfraz.

Las justificaciones de algún modo que dio al partir son muy extrañas. Evoca nada menos que el disfraz que vestían los dioses para descender en medio de los hombres, lo que parece, como él
mismo lo señala en el estilo del adolescente que él era en ese entonces, seguramente indicar, más que la infatuación de la que yo hablaba hace poco, algo que confina con la megalomanía
delirante.

Si observamos las cosas más en detalle, el texto mismo de Goethe nos muestra lo que pensaba él al respecto: es que después de todo, con esta forma de disfrazarse, los dioses buscaban sobretodo evitarse disgustos, y para decirlo todo, era una manera de no sentir como ofensa la familiaridad de los mortales, y que a fin de cuentas lo que los dioses más arriesgan perder, cuando descienden a nivel de los hombres, es su inmortalidad, y que la única forma de escapar a esa pérdida, es precisamente ponerse a nivel de los mortales: al menos, en ese momento, tienen una cierta posibilidad de que no resulte afectada esa inmortalidad.

Es en efecto de algo como esto que se trata. Es incluso demostrado en lo que sigue, cuando
Goethe vuelve a Estrasburgo para retomar sus buenas maneras, no sin haber sentido, un poco tardíamente, el carácter indelicado que hay al haberse presentado así bajo una forma que no es la suya, y de haber de alguna manera engañado la confianza de estas personas que lo acogieron con una hospitalidad encantadora. Y realmente en ese relato se encuentra la nota misma del
gemütlich.

Vuelve entonces a Estrasburgo, pero lejos de poner en ejecución su deseo de volver a la aldea pomposamente vestido, no encuentra nada mejor que sustituir su primer disfraz por otro, que tomó en préstamo de un mozo de una posada, al pasar por un pueblo que se hallaba en su camino.

Aparecerá disfrazado, esta vez, de una forma aún más extraña y discordante que la primera. Sin duda pone la cosa en el plano del juego, pero un juego que se vuelve cada vez más significativo,
porque en verdad no se ubica en el nivel del estudiante de teología, sino ligeramente más abajo; es una actitud bufonesca. Y todo esto entremezclado con una serie de detalles intencionales, lo que hace que en suma, todo el mundo comprende y muy bien, todos los que le colaboran en esta farsa, que de lo que se trata es de algo que está estrechamente ligado al juego sexual, al juego de parada. 
Hay incluso ciertos detalles que han adquirido su valor, si puede decirse, de inexactitud, porque, como el título Dichtung und Wahrheit lo indica, Goethe tuvo conciencia neta de que tenía el derecho– y no tenía sin duda el poder de hacer lo contrario– armonizar, organizar sus recuerdos con toda clase de ficciones que, para él, colmaban las lagunas, pero cuyo ardor de aquellos que dije hace poco que seguían la pista de los grandes hombres, y que justamente tanto más reveladores de lo que se pueden llamar las intenciones reales de toda la escena. (331)Goethe nos informa por ejemplo que se presentó bajo la apariencia de un mozo de posada, pero esta vez no solamente disfrazado sino también maquillado, y se divirtió mucho con el quid pro quo12  que de ahí resultó. Pero se presentó además como portador de una torta de bautismo. Ahora bien, los Goetheforscher demostraron que, seis meses antes y seis meses meses después del episodio de Frédérique, no hubo bautismos. La torta de bautismo, homenaje tradicional al Pastor, no puede ser otra cosa que un fantasma goethiano. La torta de bautismo, para nosotros, toma evidentemente todo su valor significativo por la

función paterna que implica. Y el hecho que justamente, en sus recuerdos, Goethe se especifique como no siendo el padre, sino aquel que expresamente aporta algo que tiene relación externa con la ceremonia; se convierte él mismo en suboficiante, pero no en el héroe principal. De manera que toda esta ceremonia de sustracción, de huida, aparece en verdad no solamente como un
juego, sino mucho más profundamente como precaución, y se sitúa en el registro de lo que yo llamaba hace poco, el desdoblamiento de la propia función personal del sujeto en relación con él mismo en las manifestaciones míticas del neurótico.

Es muy especialmente en
la medida en que Goethe, en ese momento, tiene miedo, como lo
manifestará más tarde, porque este enlace solo irá
decayendo, que actúa así. Y parece que, lejos de que el
desencanto, el desembrujamiento de la maldición original se
haya producido, después de que Goethe osó franquear la
barrera, por el contrario, en todas las clases de formas
sustitutivas– y la noción de sustitución está
incluso indicada en el texto de Goethe–, los temores hayan sido
crecientes de la realización de esta unión y de este
amor, y que todas las formas racionalizadas que se puede dar de ello,
a saber no unirse, preservar el destino sagrado del poeta, incluso la
diferencia de nivel social que podía vagamente hacer obstáculo
a la unión de Goethe con esta encantadora chica, todo ello no
deja de ser una herramienta, la superficie de la corriente
infinitamente más profunda que es la de la huída, de la
ocultación ante el objeto, el fin deseado, donde vemos también
reproducirse esta equivalencia de la que les hablé ahora :
desdoblamiento del sujeto, alienación con relación a él
mismo, al cual provee una clase de sustituto sobre el que deben en
principio, dirigirse todas las amenazas mortales, o bien por el
contrario, cuando reintegra en alguna medida en sí mismo este
personaje sustituto, imposibilidad de alcanzar el fin.

No quiero insistir.
Existe también una hermana que secundariamente viene a
completar el carácter estructural y mítico de toda la
situación. Frédérique tiene un doble, una
hermana que se llama Olivia. No puedo darles aquí sino el tema
general de la aventura. Pero si toman el texto de Goethe, verán
lo que puede parecer aquí, en una exposición rápida,
como una construcción, es confirmada por toda clase de
detalles extraordinariamente manifiestos e impactantes, incluyendo
las analogía literarias que son dadas por Goethe, con la bien
conocida historia del Vicario de Wakefield, que representa
también, en el plano fantasmático, una especie de
equivalencia y transposición de toda la aventura con
Frédérique Brion.

¿De qué
se trata entonces, en ese mito cuaternario si se puede decir, que
encontramos tan fundamentalmente en el carácter de los
atolladeros, de lo insoluble de la situación vital de los
neuróticos?He aquí algo que

se produce para nosotros con una estructura bastante diferente de lo
que tradicionalmente nos fue dado como la prohibición del
padre, el deseo incestuoso de la madre con lo que él puede
comportar como efecto de barrera, de prohibido, y de diversas
proliferaciones más o menos abundantes de síntomas
alrededor de la relación fundamental llamada edípica.

Pues bien, creo que
esto debería llevarnos a una discusión totalmente
fundamental de lo que representa la economía de la teoría
antropológica general que se desprende de la doctrina
analítica, tal como fue enseñada hasta el presente, es
decir a una crítica de todo el esquema del Edipo. Es cierto
que es algo de lo cual esta noche, no puedo ocuparme.

No puedo no obstante no
señalar que la solución de este problema, y si quieren
el cuarto elemento del que se trata, que manifiesta una estructura
vivida bastante diferente de aquella de la que tenemos experiencia en
el análisis, está ligada a esto: Efectivamente si
planteamos que la situación más normatizante de lo
afectivamente original vivido por el sujeto moderno, bajo la forma
recudida que es la estructura familiar, la forma de la familia
conyugal, está ligada al hecho que el padre se encuentra
representando, la encarnación de una función simbólica
esencial, que concentra en sí lo que hay de más
esencial y de más (332)dinámico en otras
estructuras culturales, a saber, por lo que es entonces en el padre
de familia conyugal, los goces, diremos pacíficos, pero
digo simbólicos, culturalmente determinados,
estructurados y fundados del amor de la madre, es decir del polo que
representa el factor natural, aquello a lo que el sujeto está
ligado por un lazo, éste, incontestablemente natural, esta
asunción de la función del padre supone una relación
simbólica, donde de algún modo lo simbólico
recubriría plenamente, lo real.

El padre no sería
solamente el nombre del padre, sino realmente un padre asumiendo y
representando en toda su plenitud esta función simbólica,
encarnada, cristalizada en la función del padre.

Resulta claro que ese
recubrimiento de lo simbólico y de lo real es absolutamente
inasible, y que al menos en una estructura social tal como la nuestra
el padre es siempre, en algún aspecto, un padre discordante
con relación a su función, un padre carente, un padre
humillado como diría el señor Claudel, y hay siempre
una discordancia extremadamente neta entre lo que es percibido por el
sujeto en el plano de lo real y esta función simbólica.
Es en esa desviación que reside ese algo que hace que el
complejo de Edipo tenga su valor, de ningún modo
normativizante, sino generalmente patógeno.

Pero eso no quiere
decir que hayamos avanzado mucho. El paso siguiente, el que nos hace
comprender aquello de lo que se trata en esta estructura cuaternaria,
es este, ese algo que es el segundo gran descubrimiento del análisis,
que no es menos importante que la manifestación de la función
simbólica de lo edípico para la formación del
sujeto : es la relación narcisista, la relación
que es fundamental para todo el desarrollo imaginario del ser humano,
la relación narcisista con el semejante en tanto que ella está
ligada a eso que se puede llamar la primera experiencia implícita
de la muerte.

Es una de las
experiencias más fundamentales, de las más
constitutivas para el sujeto, ese algo extraño a él
mismo en el interior de él que se llama yo: que el
sujeto se ve primero en un otro, más avanzado, más
perfecto que él, y que incluso ve su propia imagen en el
espejo en una época en que la experiencia prueba que es capaz
de percibirla como una totalidad, como un todo, mientras que él
mismo se halla, en el desconcierto original de todas las funciones
motrices [afectivas]
<efectivas> que es el de los seis primeros meses luego del
nacimiento.

El sujeto tiene siempre
con respecto a sí mismo, esta relación, por una parte
anticipada de su propia realización, lo que lo excluye de sí
mismo, por una dialéctica de dos cuya estructura es
perfectamente concebible, que lo rechaza en el plano de una
insuficiencia, de una profunda grieta, de un desgarramiento original,
de una derelicción – para retomar un término
heideggeriano– enteramente constitutivo de su condición
de hombre, a través de lo cual se integra, en la dialéctica,
su vida. Y muy específicamente: lo que se manifiesta en todas
las relaciones imaginarias a través de las cuales existe es,
positivamente, una especie de experiencia de la muerte original que
es sin duda constitutiva de todas las formas, de todas las
manifestaciones de la condición humana, pero más
especialmente se manifiesta en la conducta, en la vivencia, en los
fantasmas del neurótico.

Es pues en la medida en

que el padre imaginario y el padre simbólico que son lo más
frecuente y fundamentalmente diferenciados, y no solamente por la
razón estructural que estoy tratando de indicarles, sino
también de la forma histórica, contingente, particular
en el sujeto.

En el caso de los
neuróticos, de la forma más clara, es muy frecuente que
el personaje del padre, por algún episodio de la vida real,
sea un personaje desdoblado: ya sea que el padre haya muerto
precozmente, que un padrastro se sustituya,…

con el cual el sujeto
se encuentra muy fácilmente en relación infinitamente
más fraternizada, en el sentido en que ella se desarrollará
muy naturalmente en el plano de la virilidad celosa que es la
dimensión misma de la relación agresiva en la relación
narcisista,

…sea que se
trate del personaje de la madre, que las circunstancias de la vida
hayan permitido el acceso en el grupo familiar a otra mamá que
no es ya la verdadera madre, sea que la intervención del
personaje fraternal introduzca entonces efectivamente a la vez, la
forma simbólica, esta relación mortal de la que les
hablo, y al mismo tiempo la encarne en la historia del sujeto de una
forma que le da un soporte histórico totalmente real, para
culminar en el cuarteto mítico.

(333)Y muy
frecuentemente, como se los indiqué en el Hombre de las
ratas
, bajo la forma de este amigo desconocido y nunca encontrado
que juega un papel totalmente esencial en la leyenda familiar, el
cuarteto, se encuentra efectivamente encarnado y reintegrable en la
historia del sujeto. Desconocerlo y desconocer su importancia, es
evidentemente desconocer totalmente el elemento dinámico más
importante en la cura misma. Pero finalmente, estamos aquí
sobre todo para destacarlo.

¿Cuál es
entonces ese cuarto elemento que interviene en el edificio en tanto
que es formador? Pues bien, encontramos que ese cuarto elemento, es
la muerte, la muerte como es, por otra parte, perfectamente
inconcebible como elemento mediador.

Antes que la teoría
freudiana haya puesto el acento en suma, con la existencia del padre
sobre una función que es, se lo puede decir, a la vez función
de la palabra y función del amor, la metafísica
hegeliana no dudó en construir toda la fenomenología de
las relaciones humanas alrededor de la mediación mortal, y
ella es perfectamente concebible como el tercero esencial del
progreso por donde el hombre se humaniza en una cierta relación
con su semejante.

Y se puede incluso
decir que la teoría del narcisismo, tal como se las expuse
hace poco, da cuenta de algunos hechos, que pueden de otro modo
quedar enigmáticos en la teoría hegeliana, es que
después de todo, para que esta dialéctica de la lucha a
muerte, la lucha de puro prestigio, pueda simplemente iniciarse, se
requiere asimismo que la muerte no sea realizada, porque de otro modo
toda la dialéctica se detiene, a falta de combatientes, y por
lo mismo es preciso entonces que, de una cierta forma, la muerte sea
imaginada.

Es muy en efecto de la
muerte imaginaria e imaginada que se trata en la relación
narcisista. Es igualmente de la muerte imaginaria e imaginada, en
tanto que se introduce en la dialéctica del drama edípico,
que se trata en la formación de la neurosis, y puede ser
después de todo, se puede decir hasta un cierto punto: en algo
que supera en mucho la formación la formación del
neurótico, algo que no sería nada menos que una actitud
existencial, quizá más característica,
específica del hombre moderno.

Porque seguramente, no
habría que insistir mucho para hacerme decir que ese algo que
constituye la mediación en la experiencia analítica
real, es algo que es del orden de la palabra y del símbolo y
se llama en otro lenguaje, un acto de fe. Pero seguramente,
desde el punto de vista teórico, no es ni lo que el análisis
exige, ni tampoco lo que implica, y diría que está más
bien en el registro de la última palabra pronunciada por lo
Goethe – del que no es en vano, créanlo, que lo
haya traído esta noche a título de ejemplo–, este
Goethe del que se puede decir que ciertamente, por su obra, por su
presencia vivida, ha impregnado extraordinariamente, animado todo el
pensamiento freudiano…

Freud ha confesado,
pero esto es poco al lado de la influencia del pensamiento de Goethe
en la obra de Freud, que fue la lectura de los poemas de Goethe lo
que lo lanzó, lo que lo decidió a estudiar medicina, y
al mismo tiempo decidió su destino.

…Y es en fin, en
una frase de Goethe, la última, que para mí constituye
la clave y el resorte de nuestra búsqueda, de nuestra
experiencia analítica. Son palabras bien conocidas que
pronunció antes de sumergirse con los ojos abiertos en el
negro abismo:

Luz, más luz,

Mehr Licht

Fuente, biblioteca de
la ELP.

----------

Control de traducción con el texto establecido publicado en Escritos de J.L.

Margarita MOSQUERA

Psicoanálisis

di1version@gmail.com

http://analiz-arte.blogspot.com/

Consultorio:
57/3168255369

Medellín
Colombia

2009-05-13.

1*.

No hemos respetado esta presentación, pero utilizado
[supresión] y
.

2.
N.d.e. : Es el segundo párrafo, página 322, sobre
la superioridad de evidencia del caso particular, en cuanto a la
verdad, con relación a la demostración, que nos hace
elegir la marca plural del ejemplo.

3.
S. Freud, « Observaciones sobre un caso de neurosis
obsesiva » (El hombre de las ratas) Bemerkungen über
einen Fall von Zwangsneurose, Cinco psicoanálisis,
P.U.F.1954. Ver también, El hombre de las ratas, diario de un
análisis, P.U.F. 1974

4
NT: c’est l’arbre qui cache la forêt. Es
una expresión francesa para decir que le muestran el bosque y
se queda mirando un árbol.

5
NT: en la traducción EfdeBA, dice pulsional.

6.
S. Freud, oc. vol. 10, amorrortu editores: El ve ante sí a mi
hija, pero tiene dos emplastos de excremento en lugar de los ojos.

7.
F. Freud, op. cit., I g p. 232.

8.
J.W. Goethe, Recuerdos de mi vida. Poesía
y verdad [aus meinem Leben Dichtung und Wahrheit], Aubier, 1941,
1991.

9.
J. W. Goethe, op. cit., IX, p. 254.

10
NT: Carácter de filisteo (persona vulgar, insensible a las
artes y a las letras, a las nuevas producciones de la cultura).
Diccionarios.

11.
J. W. Goethe, op. cit., X, p. 275 sq.

12
NT: Quiprocuo es un término latino, del latín medieval..
Provendría de quid-pro-quoi del latín clásico
jurídico que significa que por qué, una cosa en lugar
de otra. La palabra indica un malentendido en el cual una persona es
tomada por otra. Es una técnica además, my utilizada
en teatro para dar comicidad a la situación. Diccionarios
diversos.

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