El Padre cazador....
Breve ensayo sobre la función paterna
Jean-Paul Gilson
a F,N,B,J, y J',P,S y luego?
He aquí una extraña institución, ya que es una. Sin cesar recaída en la solicitud maternal, incluso nivelada por un igualitarismo casi fraternal, esta función cultural renace imperturbablemente de sus cenizas, tan pronto como se deniega la necesidad, por una transformación histórica cualquiera.
Mucho más, en un país[1] matriarcal que tan a duras penas forzosamente accede a la dimensión de "patria", no sería éste sino de aquella muy paradójica de "madre patria", le ocurre al clínico experimentado encontrar este innegable y sorprendente hecho en su contexto; una revalorización o mejor aún, revalidación de la función paterna en el curso del tratamiento de su paciente.
¡El padre inválido! Sabemos lo que las guerras occidentales legaron a los hombres jóvenes ("occidentados") en los siglos transcurridos, aquellos que igualmente aquí llamamos, excombatientes.
¿Es decir que la esencia de la paternidad, tan sutil en su esencia, sagrada en su herencia, se mediría en el aliso de una validez esperada del campo legal para su inscripción corporal minus-válida?
Eso sería pensar que lo que se recibe genéticamente, las taras físicas por ejemplo, se volverían más representativas de una filiación naturalmente reconocida por lo que se transmite de impedimento que la pertenencia simbólica al apellido que no obstante, reúne a los miembros de la tribu alrededor de su ancestro.
Sobre este último punto, una vez más, Quebec, como continente americano, se desmarca por el patronímico que los padres se entienden en acordar a su retoño, nombre dicho de la madre o del padre, o de ambos.
¿Pero qué nos dicen los pacientes?
En primer lugar, centurias luego de que Freud hubiera hecho la observación, que no podían prescindir de la referencia familiar en el discurso que construían de su propia vida y de la comitiva de síntomas que la acompaña.
En segundo lugar, y es una constante más sensible en este Nuevo Mundo: donde la madre debió proveer a la incapacidad del padre el igualar su función, la esperada por un niño normalmente constituido, a saber el ideal valorizante que el muchacho, tanto como la chica esperan de parte de aquel que acepta (!) ser su genitor.
Hasta aquí, cada uno puede imaginar la escena cuajada en la saga legendaria de las familias, la del caminante de los bosques que deja a su mujer el cuidado de la chiquillería para levantar y nutrir.
Entonces esta figura totalmente edipica de un padre que es matado a fuego lento a través de la agresión que se le imputa por su ausencia, resiste apenas el análisis y el recuento de los hechos. Dejemos para más tarde las consecuencias de este enfrentamiento largamente informado, retrasado, en lo imaginario de un pueblo que no puede resolverse a poner un acto de verdadera autonomía.
Trasladémonos más bien a la clínica de la queja frecuentemente escuchada, la del padre bebedor, manirroto, huevón incluso para los más avisados de nuestros pacientes, el del padre divorciado y deshonrado por la madre.
¿Qué se les critica a estos hombres? ¿El conservar un pequeño lugar de locura, el no reducirse totalmente al bienestar de todos?
No tengamos miedo de las palabras, lo que les reprochamos en efecto a estos padres, sea diciendo indignos o incluso inválidos, no es otra cosa que este adoquín en la charca feminista: son hombres, machos más exactamente.
En efecto como en matemáticas, nuestros mozos son portadores de una función potencial, en este caso la función fálica y es esto lo que molesta.
Para captar bien el alcance de esta afirmación conviene no confundir la insignia y la función, el atributo del que son engalanados orgánicamente y lo que esta insignia significa. No se trata de ser más bonitos, más fuertes sino de estar sometidos a una ley particular, la castración a la que todos deben subscribirse.
Y este es el quid, ¡si me atrevo a decir!
¿Si estuvieran castrados, nuestros hombres sería otra cosa que padres alfombra al cabo de la carrera? ¿Seguidores, carneros? Cómo concebir esta paradoja que quiere que el hombre, por el que la castración se difundió universalmente, sea también aquel al que se le demanda asumir la procreación, el bienestar de la "femilia"[2], la autoridad sobre los niños, todas las actividades si no de poder, al menos aquellas con las que no conviene estrellarse.
Volver a nuestras curas va quizá a aportarnos la solución de este pequeño problema.
Es muy extraño ver la misma persona (hombre o mujer) deshonrar en su recuento, al que admirará y amará una treintena de meses más tarde. ¿Por cuál milagro, deformación de la realidad, del recuerdo, evanescencia de la venganza, idealización del pasado?
El analista no está allí para nada, el solo trabajo de la palabra produce aquí efectos sin sugestión como si un real necesario terminara por imponerse.
¿Es decir que hablar para un analista, reorienta el discurso hacia el padre, a quien se restaura en sus derechos? Si tal es el caso, habría que convenir que entre el decir y el padre existe una afinidad de las más sorprendentes.
Formular la pregunta es responderla. Es sostener que la palabra oculta esta "esencia de la paternidad, tan sutil en su esencia". Si tal es el caso, tocará igualmente admitir que esta esencia es igualmente compartida entre los hombres y las mujeres que hablan. Se podría adelantar ya con un paso profiriendo que en las matrias[3] donde no se habla, el padre se encuentra destituido mientras que en las familias, la palabra se pone en juego casi automáticamente, una pacificación sea cual sea la polémica entablada.
Si se sigue este razonamiento, el padre sería entonces el motor de esta templanza incluso de este arte de vivir. Entonces, cada uno sabe que en los hechos, mudos o no, los padres existen, son reconocidos más o menos, interpretan la voz gruesa, truenan y vituperan a propósito o por fuera de intención, lo que no impide a sus hijos fingir (?) en sus curas analíticas una negativa del lugar, de la admiración cuando no del amor hacia el padre.
¿Entonces donde está el problema, en los padres o en los hijos?
Admitamos, y nuestra escucha cotidiana lo prueba, que un pudor particular golpea la evocación para nuestros analizantes, de la figura paterna, proporcional a la esencia sagrada que ella esconde.
¿Cuál podría ser el origen de ello?
Se sabe que el pudor es un afecto ligado a todo lo que depende de lo sexual y que se siente el deber de no mostrar a todo el mundo. No obstante esto sería perderse ver aquí sólo el temor o deseo incestuoso hacer las veces de causa motora. La alta frecuencia de los deslices paternales hace sospechar en este punto que no se interrogue también las razones que pretendidamente lo limitarían a las mujeres.
En la teoría clásica, el padre es para el hijo el que lo desvía de la satisfacción fusional con la madre, cada uno sabe esto y lo admitiría fácilmente en el clima atemperado del amor. Todavía es posible concebir que el amor en cuestión, supone que sea, transfigurada la necesidad del niño en deseo que no sería a fin de cuentas más que una necesidad pasada por el molino del amor de los padres entre sí.
La presencia del padre elevaría el reino de los cuidados y necesidades al sutil juego del deseo. Fácil de admitir puesto que el gran juego normal de nuestras sociedades está basado en un principio análogo, la notoriedad o el éxito remplazando el amor.
Resta que este padre que da lugar al deseo es inconsciente y que ninguno puede prevalerse de igualar su existencia a esta función.
Esto no necesariamente nos vuelve felices, lo sabemos todos, pero no obstante lo deseamos. Hay que creer que las pavesas de la felicidad consumen otro material.
Freud nos hablaba de sexualidad. Hoy cuando nuestros conceptos están un poco afinados, diferenciamos deseo y goce y si la teoría clásica se acomodaba tan bien a la paternidad, se vuelve mucho más arduo captar las apuestas de esta función con el goce de los bienes de este mundo. Porque a menos de verlo desaparecer, el padre queda hasta que se pruebe lo contrario, el amo indiscutible de los goces de aquí abajo.
Su muerte no obstante va a dejar campo libre para la cura así como se lo sabe. De la caja de Pandora, o mejor del "padre muerto" se escapan envidia y celos, simétricos inversos de los excesos reprochados al padre todo poderoso.
Es menos de dictar la ley que del goce de eso, lo que daba miedo. Se podría entonces satisfacerse de esta primera explicación y encontrar la razón de la denegación de la paternidad que correría en nuestros pacientes.
En efecto, lo que sigue no está lejos de sorprendernos porque la revalorización en cuestión va a acompañarse de un cambio de registro. Ley y deseo no eran sino falsos pretextos para justificar la casi mágica transformación que nos da a ver la cura analítica.
Como las barras del mismo nombre, el padre se vuelve, músico, poeta, danzarín y las civilizaciones nómadas tienen muchas lecciones para dar sobre este punto, las que dejan a los hombres el cuidado de perpetuar otra saga esta vez.
"Hago psicoanálisis porque no soy « pouètassé »[4] nos decía Lacan, quien testimonia, haber esperado los setenta para ponerse a danzar, arte por excelencia de la no-relación sexual.
Todo ocurre como si las arranques del topos inconsciente en este otro espacio cultural, social, incluso singular que se llama "cada día" dieran una nueva legibilidad a mil y una actividades de otra manera rutinarias.
En suma y para ser breve, nada está más alejado de la lectura de este nombre del padre que nuestros universos de funcionarios cibernéticos o no.
Lo que se llama un estilo es la tarea asignada al padre moderno eliminado de la estructura por un matriarcado embotado el mismo por su sexuación.
Algo pasó en el umbral de la edad adulta que castró a nuestros contemporáneos de la originalidad completamente singular soñada por la veracidad de los anhelos adolescentes.
¿Habríamos desaprendido a leer, nunca aprendimos simplemente, el alfabeto que nos lo hubiera permitido?
Lacan, en su artículo sobre la familia, constataba hace 50 años ya, el desapego del rol del padre que las afecciones pedantes de los nuevos padres no tardaron en confirmar. Porque no hay nuevo padre, no hay sino de verdad (padre). La verdad no se inventa, "es" esta invención por la cual el estilo propio de cada uno traiciona secreto alivio, un amor de infancia, exquisito männlich[5][2] nos decía Freud, en un modo de escritura de lo real y que se transmitiría su lectura.
El padre inconsciente funda una escritura que el padre (nuestro) de cada día, deja leer. No es entonces un azar si, en las ilustraciones, las madres-coraje son obligadas a servir huevos con tocino entreverado a retoños dominados por el newspaper desplegado de una presencia paterna reducida al sólo título de diario.
Nueva tragedia de nuestra modernidad, la de un padre condenado a "l'ire"[6], a falta de poder transmitir este modo de existir, este estilo de vida, que los momentos de fiesta antiguos dejaban como ejemplares de herencia a sus herederos.
¿Qué tiempos en nuestros días están reservados aún para estas manifestaciones tan esenciales para el futuro de nuestros herederos? ¿Es necesario entonces, dirigirnos hacia las sociedades reconstituidas (como se dice de los hogares[7]) que son las sociedades del crimen[8] o extrañamente se ve reaparecer lo reprimido de la política y de la justicia en nuestros estados?
Es la estilística que nuestros análisis hacen resurgir alrededor del testimonio sensible para nuestros pacientes de los momentos de gracia, tan raros, en que no obstante el saber hacer, la ingeniosidad, el hobby, los dones ocultos de sus genitores se elevan súbitamente al rango de esta saga idealizada que evocábamos más arriba. Cartas de un saber hacer[9]!
Todo un arte de vivir de otro modo dicho que encuentra aquí su razón y su causa.
El universo realista de un Zola donde el absoluto permitía al popurrí discursivo de los explotados del comienzo de nuestro siglo que se terminen, es hoy virtual. Incluso las drogas están prohibidas y las metáforas corporativas y comunitarias desaparecen en provecho de la plus-valía capitalisatrice[10]. En otras palabras, el nombre de millones tomó el lugar de la metáfora significativa que el dios dólar ($) disputa al sujeto barrado (S barrado).
Asunto de barras o barra de asuntos, el significado no atraviesa más la barra para inyectar en el significante la significación que otorga a los niños el derecho de gozar[11] de la vida.
El trabajo en cadena[12], deshumaniza decíamos. Reprime el significado (pérdida de sentido) y deja el significante clonarse de manera insensata en lo que se llama la rutina. Es la metáfora paterna la que prohíbe en una sociedad que semejante práctica se perpetúe y el estar atentos al retorno de lo reprimido cuyos síntomas (depresión, depresión, burn out[13], quiebra personal) enmascaran mal lo que nos devuelve en lo real, el universo virtual.
Lo virtual aquí se entenderá como se debe: "Virtual entonces no Real" como lo son esas imágenes en espejo cuyo estatuto fundador para el sujeto no tiene que demostrar más después de Jacques Lacan. "Real" como no lo es la religión que se presentaba como suplencia de esas significaciones que definen. "Real" como lo puede ser un acto, afinidad que sin ninguna duda, nos recuerda la etimología de poiêsis. Por otra parte, ¿no decimos padre de sus actos?
En el contexto bien preciso en que el padre constituye la tradición por el rigor y la honradez de su dicho y de su saber hacer, se opera igualmente la transmisión, la cual se expone a un riesgo, el que toda eficiencia lleva con ella. Riesgo inherente a toda acción que es el de fallar pero también el de ser traicionado por aquellos cuyos celos de la eficacia hacen valientes sólo en el odio del acto.
Es en este punto que el Padre-cazado justifica el título de este ensayo. Sin cesar desalojado por el rival, arrastrado a luchas fratricidas, debe conservarse sobre otro frente, aquel donde su mujer convertida en madre se apoya en la eficiencia del saber hacer que ella deniega, edulcora la llevada a cabo de todo deseo difícil, mezcla de comprometida y compromiso, utiliza cuando los posee, las plus-valías evocadas arriba para borrar las asperezas de lo real. Mido en este punto, los gritos de horror y el espanto de las mujeres liberadas reclamando los derechos para administrar la vida de sus chicos tanto como un hombre. ¡Por qué no! Salvo cuando ellas son mujeres, no son madres y toda la vida diaria nos muestra hasta qué punto la vida de la progenie se encuentra relegada a las criadas, a las instituciones y otras guarderías.
Como el analista, ese padre diario no tiene otra elección que jugar al equívoco para hacer pasar por una poética su pequeña música de creatividad, de libertad y de buena fe. A falta de la cual, la insistencia de la ley, la tenacidad en el proyecto, el rigor de la ética, la puesta al saber y la estética de las artes del vacío quedarán letras muertas para los niños bastardeados por un automaton venido de padres que no hubieran querido humanamente, serlo.
No basta en efecto, instaurar la ley para que el hijo del hombre viva, es necesario aún además, gozar y esta operación no es voluntaria dado que la madre aquí se debe de hacer valer las calidades de su compañero.
Aquí radica probablemente el quid de toda pretensión humana de educación, anudar el deseo de procreación, en el amor que no se dirige más necesariamente al genitor de otrora. La función paterna se deslizó en este hiato: el padre en el deseo no es más el compañero en el amor. Un universo de mentira resulta de eso a menudo para los niños cuya sexualidad irrumpe en empujes parciales sin que se Unifique bajo la primacía del amor. Sabemos cuánto Eros nos reclama hacer uno, sabemos también lo que la poesía y el canto le deben.
Un análisis de la estructura del amor reinscribiría probablemente el nombre del Padre en una espacio soportable poblado de sutilezas estilísticas que constituyen el encanto de cada uno.
A fin de cuentas, el Padre-cazado se encontraría cazado por el amor, él mismo desvanecido bajo la copa de la plus valía capitalista, incluso simplemente reducido al retorno de la inversión. El utilitarismo, aquí como en otras partes, tiraniza los proyectos de nuestros contemporáneos y la ideología behaviorista le sirve de religión. La revalidación de esta función paterna pasa necesariamente por una revalidación paralela del discurso amoroso. Esto no es posible sino al costo de una invención. ¡Pero es verdad que las clases sobre el amor a duras penas son frecuent-e-(ada)s en nuestros días!
(Aparecido en Moebius, No. 77 – El Padre)
Jean-Paul Gilson
- traducido por:
- Margarita MOSQUERA
- psicoanalista
- di1version@gmail.com
- http://analiz-arte.blogspot.com/
- Celular:57/3168255369
- medellín Colombia
[1] Quebec.
[2] NT. El término aquí en francés, es “Femille” neologismo constituido por Femme (mujer). Famille (hogar). En suma de la mujer y del hogar.
[3] NT: matrias por hacer referencia, según entiendo, a madre patria y patria, pero también matriz. La palabra patria, viene del latín patrĭa, familia o clan > patris, tierra paterna > pater, padre. La matria, según la lectura, en lo que continúa, tendría que ver con madres e hijos, donde no hay un tercero que constituya la familia, padre-palabra. El padre como tercero entre madre e hijo, así como la palabra que circula entre dos interlocutores (ver Topología lacaniana: una presentación del sujeto, JPG, seminario I, traducido por nosotros (http://analiz-arte.blogspot.com/, di1version@gmail.com).
[4] NT. Neologismo creado posiblemente a partir de pou (piojo), poète (poeta), assez (suficiente). No soy bastante poeta, o como poeta soy un piojo.
[5] Deliciosamente masculino. NT: mannlich, término alemán para decir masculino, varonil, viril, con esa marca de hombría.
[6] NT: l’ire. “lire” “aller”, como quien dice, a leer e irse.
[7] NT. Familles.ver nota 2.
[8] Imagen del padrino
[9] NT. Lettrés d’un savoir faire. Significa también !letrados de una urbanidad! El término Lettre en francés hace equívoco entre otros, con Carta y Letra, con el Ser y el estar. Etc...
[10] NT. Dejo el neologismo no traducido por el sentido múltiple que despliega. Anótese la palabra “triche- riche”, “atroce”. Trampa-rico, atroz, por ejemplo: la atroz trampa de ser rico que el capitalismo brinda.
[11] Lo que no impide a la madre ser la primera que da a su pequeño atreverse a la repetición del goce.
[12] NT. La producción en línea. Lo masivo.
[13] NT: fundir, fatiga