miércoles, 20 de mayo de 2009

Autoinmunidad: algunas articulaciones entre biología y psicoanálisis

Autoinmunidad: algunas articulaciones entre biología y psicoanálisis  

                                                                              Lic. Mirta Moizeszowicz

 

Marisa llega al consultorio "empujada" por sus padres. Tiene 15 años, pero su aspecto dibuja un cuerpo infantil. Es de baja estatura, delgada, menuda. Su mirada ausente y triste, parece denotar vergüenza por su existencia. Se muestra tímida y silenciosa. Su voz, que apenas susurra, es grave y ronca. No hay pedido, ni duda, ni pregunta. Aceptó venir  a verme porque dicen que su enfermedad es psicológica (?)

"¿Quién dice?" pregunto

"Papá dice que yo me enfermé para separar a la familia, que no soporto que mamá y papá estén juntos", contesta

"Y vos, ¿qué pensás?"

"Que debe ser así"

Abolida como sujeto, pareciera aceptar su destino con resignación. Sólo el terror supone un quiebre a este estado:

"Tenía un miedo espantoso de venir, por que no salgo, no quiero viajar sola, . Una vez me perdí"

Este primer encuentro se produjo luego de reiteradas entrevistas con los padres, ya que Marisa no aceptaba iniciar un tratamiento. El padre sostenía que la única manera de "corregir su mal comportamiento" era a través de un análisis.

En las entrevistas con los padres, describen insistentemente las actitudes de su hija como egoístas y poco solidarias. Ricardo agrede con sus palabras. Como al pasar menciona que Marisa  tiene un lupus eritematoso que, seguramente contrajo "para separar a la familia".

La madre (Susana) suele mantenerse en silencio. Se la nota apática, distante, ausente.

Tienen 3 hijos: Adriana (20 años), es estudiante universitaria; Ricardo (16 años) cursa el secundario y Marisa.  Cuando Susana se enteró de que estaba embarazada de Marisa, quiso hacerse un aborto. Luego cambió de idea a instancias de su propia madre. Susana dice: “Pero yo estaba muy cansada. El trabajo, la casa, los chicos. No tenía fuerzas para otro hijo más. Con Marisa se me acabaron las pilas. Ella fue normal hasta que se declaró su enfermedad. Era tranquila, obediente, iba bien en el colegio.”

El matrimonio estuvo separado durante tres años (entre los 10 y los 13 años de Marisa). Hace dos años volvieron a convivir.

A Marisa la trata un médico del Hospital de Niños, desde que apareció el lupus, cuando tenía doce años. Dice Susana: "Le han dado tanta cortisona, que se ha producido un detenimiento en su crecimiento. No ha tenido su primera menstruación. No le interesan los muchachos, no va bien en la escuela".

Durante el primer mes de tratamiento de Marisa, el silencio inunda las sesiones. Mis preguntas intentan que algo se transforme en pregunta para ella. Responde, muchas veces, escueta y negativamente: "no sé", "no me interesa", "no me acuerdo".

A medida que el tiempo transcurre, puede comenzar a traer algunos sueños, en general, aterradores. Siempre son persecutorios, siempre aparece algún monstruo o animal, que busca aniquilarla. Marisa corre desesperadamente por pasillos estrechos, y finalmente logra encerrarse en alguna habitación y se salva. Suele despertarse bruscamente, asustada, agitada.

El tema central de Marisa es su familia. Adriana, su hermana mayor, fue, entre los 8 y los 13 años de la paciente, quien la cuidó y protegió. "Ella me elegía la ropa que más me convenía. No sé vestirme. Mamá nunca me acompañó a comprarme ropa".

Su cuerpo infantil la obliga a adquirir su indumentaria en negocios para niños, ya que la ropa de adolescentes siempre le queda grande. Desde hace dos años, Adriana se ocupa de su propia vida y no le presta atención.

Con su hermano pelea continuamente. Dice: "Él me maltrata por cualquier cosa. Está seguro de que yo estoy enferma a propósito. Me obliga a devolverle favores, por los que él me hizo cuando yo estaba enferma (se refiere al brote lúpico de los 12 años). Mi mamá está siempre ocupada en el negocio. Llega muy cansada y tiene que hacer la comida. Yo la ayudo porque me gusta cocinar. Ella se queja siempre: que no da más, que no tiene fuerzas. Debe ser por la enfermedad que tuvo. Le sacaron un pecho por el cáncer."

Marisa se queja, pero al mismo tiempo necesita justificar el cansancio materno. Allí se ubica como ayudante para aliviar el sufrimiento de Susana.

"Papá se enoja si miro televisión. Dice que soy una infantil, porque miro dibujos animados. Cuando él mira televisión y yo estoy al lado, se tapa la cara de costado. Dice que es para no verme. Los sábados, cuando mis hermanos salen, me dice que yo también tendría que salir, que molesto, que él se quiere quedar solo con mamá". Marisa relata reiteradas anécdotas en las que su padre lucha contra ella, para obtener un lugar en la atención de su madre.

Mantengo entrevistas con los padres. Me entero que le han reducido la cortisona por decisión propia y que esta siendo tratada en algo que llaman "túnel fotónico". Ellos mismos no saben bien que es esto. Las personas que se lo recomendaron, le aseguraron que la enfermedad de Marisa se curaría con la aplicación de este sistema. El mismo consiste en radiaciones de energía. El tema energético ocupa un lugar central en la familia.

La abuela materna es un personaje que detenta una excesiva autoridad en la estructura. Marisa la describe como una mujer que vivió siempre "enferma de los nervios". Depresiva, agresiva y sospechosamente alcohólica. Suele llevar a su nieta a distintas "consultas" donde lo energético aparece como fundamental: sectas que curan a través de la transmisión de energía; curanderos que hacen pases mágicos; parapsicólogos; control mental; etc.

El  circuito supersticioso se hace carne en Marisa. Intenta confirmar la omnipotencia de su pensamiento a través del relato de anécdotas. Dice " Si viajo en un colectivo y pienso fuerte: en la próxima parada ese señor se baja, seguro que se baja. Y así ocurre. Entonces yo me puedo sentar".

Marisa siente que el mundo ejerce un ataque sobre ella. El ámbito escolar no se excluye de este esquema. Al igual que el padre, las amigas también son muy malas. Las compañeras la rechazan. Cuando ella llega, las chicas se callan. La que era su mejor amiga, tiene otra amiga. Si ella lo plantea, le responden con violencia.

A medida que el análisis se despliega, Marisa comienza a traer dibujos realizados por ella. Reemplaza la agenda, en la que anotaba lo que tenía que hacer, por un diario íntimo, en el que escribe las cosas que le preocupan y aquellas que le gustan. Comienza a relatar sueños, no pesadillas. Puede empezar a pensar acerca de sus dificultades para sentir. Se pregunta: ¿Por qué vivo aterrorizada?

Con el correr de las sesiones aparecen lapsus y un discurso que comienza a desplazarse. Marisa tiene sus sesiones los miércoles y viernes. Un martes  toca el timbre del consultorio. Se había anticipado a su sesión.

 Comienza a quejarse de dolores en las articulaciones muy intensos y de cansancio. Dice:" Ya les dije a mis padres. Papá me contestó que a él también le duele el cuerpo y se las aguanta. Yo no aguanto. Mamá dice que cuando esté más desocupada me va a llevar al doctor".

Convoco a los padres a una entrevista, a fin de conocer cuál será su actitud respecto del tratamiento médico. Obtengo respuestas ambiguas y la preocupación de Susana, respecto de la acusación del médico, por el abandono del tratamiento indicado.

Finalmente la consulta se realiza y se decide la internación para una biopsia renal. El día anterior al estudio Marisa se siente muy mal. La visito en su casa. Durante la sesión domiciliaria se descompone. Sus vómitos invaden abruptamente el espacio analítico. Desaparecen las palabras. Solo perduran aquéllas vinculadas a una disculpa de carácter social, con las que trata de pedir perdón por su cuerpo.

Se realiza la biopsia, pero no puede volver a su casa, porque sus riñones no funcionan. Se la lleva a diálisis día por medio. La madre dice: "Está viva porque le ponen lo que le falta y le quitan lo que le sobra".

La visito en el hospital. Recién ahora logran bajar la hipertensión. Se siente mejor, pero puede hablar poco. No le duele nada, pero se aburre.

Vuelvo al hospital. Marisa está en diálisis. Está de mal humor, enojada. Dice:"Le pedí a mi mamá que me traiga mis rompecabezas, mi cuaderno de recetas de cocina, mi diario íntimo. Ella siempre se olvida."

Trabajamos su enojo. También a mí me dice cortante: "No vengas más. No quiero hablar."

Tres meses mas tarde es Marisa quien llama para retomar el tratamiento. Sus riñones ya no necesitan diálisis. Se la nota mejorada, más alegre.

"Estoy molesta por la desorganización que hay en casa. Siempre está todo desordenado, la ropa nunca está al día, nunca hay nada para comer. Y yo me tengo que cuidar con la comida. No puedo comer con sal."

                      Trabajamos la posibilidad de organizar un  cuadro de doble entrada, en el que pueda  planificar sus menúes diarios, de acuerdo a la dieta que indicó el médico.Lo concreta. Va sola al supermercado a comprar los alimentos. Cocina el fin de semana su comida y la ubica en el freezer. Cada día al volver de la escuela calienta su almuerzo. Pero Marisa observa que sus bandejas comienzan a desaparecer. Finalmente descubre que sus hermanos comen su comida.

En la medida que el análisis avanza, aumenta su agresión con la familia. Se pelea sobre todo con  su padre y su hermano. Suele contestar a las provocaciones de Ricardo. Dice que ya no le tiene miedo. La situación familiar se torna cada vez más crítica.

Convoco a una entrevista con los padres. Se niegan a venir. El padre dice telefónicamente que no puede pagar más el tratamiento y, por lo tanto, Marisa  dejará de ir. Insisto en conversar esto  personalmente. Su negativa es rotunda.

En la última entrevista con Marisa dice apática: "Si papá dice que no puedo venir más, así será."

Circuito de encierro y resignación que se pone nuevamente en juego. Situación sin salida, que parece condenarla a ser una ausencia.

Marisa fue "empujada" al consultorio, para hacer de ella una niña "con buenos comportamientos". Ahora es "expulsada" del análisis, porque la posibilidad de subjetivarse, produce situaciones que perturban la "dinámica familiar".

Quizás este breve trayecto analítico pudo haber servido para sembrar en ella algunas semillas de su identidad. O tal vez, este sea tan solo un deseo emergente de mi posición libidinal, ante la impotencia que genera desplegar un análisis en un marco  en el que predominan insistentes manifestaciones de la pulsión de muerte.

 

El lupus eritematoso sistémico

 

Lupus: (del latín, lobo): en algunos pacientes aparece una erupción en la cara, que se asemeja a las marcas blancas que poseen los lobos.

Eritematoso: (rojo) Se refiere a la erupción cutánea que es común en el lupus.

Sistémico: significa que afecta a muchos órganos o sistemas del cuerpo. Distintas partes del organismo, externas o internas, puede afectarse por la enfermedad (erupciones cutáneas, úlceras en el paladar y fosas nasales, artritis de una o más articulaciones, inflamación del riñón (nefritis), fiebre, adelgazamiento, caída del cabello, inflamación de la membrana que recubre el corazón o los pulmones (pericarditis y pleuritis)).

El lupus es una enfermedad crónica del sistema inmune. Normalmente este sistema "inteligente", compuesto por millones de células llamadas glóbulos blancos, protege al organismo de invasores extraños (como los gérmenes) que causan infecciones.

Cada célula o grupo de células posee una tarea específica para combatir a los antígenos externos. Las armas que usa el sistema inmune para esta lucha se llaman anticuerpos. Se forman entonces parejas de antígeno y anticuerpo (complejos inmunes) que son fagocitados por otras células.

Por causas aún desconocidas, en el lupus se producen anticuerpos, no sólo contra invasores extraños, sino también contra células o tejidos de la misma persona (autoantígenos). Se fabrican autoanticuerpos que, al combinarse con autoantígenos producen complejos inmunes. Estos son fagocitados por las células limpiadoras. Pero cuando hay una exagerada formación de complejos inmunes (lupus), las células "comedoras" se saturan y los complejos circulan por todo el organismo. Van donde los lleven las arterias, depositándose en la piel, las articulaciones, el corazón, los riñones, el cerebro, produciendo serias afecciones en estos órganos.

 El lupus se encuentra dentro del grupo de enfermedades de autoinmunidad o autoagresión.

"Durante la vida fetal se establecería la tolerancia hacia los antígenos endógenos. En este período de inmadurez de los tejidos generadores de anticuerpos, queda concretado el reconocimiento de lo propio en contraposición a lo extraño (ajeno)" (1) En el lupus "el reconocimiento de lo propio sería negativo" ..."el enfermo crea anticuerpos contra sus propios tejidos, alterándolos y aun destruyéndolos" (1) . Se trata de una paradoja de la inmunología. El organismo deja de reconocer sus tejidos como propios, tratándolos como a cuerpos extraños. Cuando el proceso comienza, se autoperpetúa, con una evolución cíclica. 

Cagnoni refiere (2): "Encontramos que la autoinmunidad forma parte de la inmunidad, que comprende las capacidades defensivas del organismo. La defensa, derivada de ellas, implica básicamente la discriminación entre lo propio y lo ajeno, y la elaboración de medios diversos para detener y destruir todo lo que es extraño, y trata de incorporarse al organismo. De esta manera quedaría asegurado el mantenimiento de la identidad biológica contra todo lo que amenace alterarla... Si la inmunidad representa un conjunto de medios defensivos, la autoinmunidad constituye un ataque, especialmente temible, puesto que proviene del interior y se ejerce contra la sustancia misma, lo más característico y propio del organismo".

 

 

 

Algunas articulaciones entre biología y psicoanálisis

 

Si  bien las causas del lupus son aún desconocidas, se sabe que existe una predisposición genética. La biología  posee una ecuación etiológica para la determinación de ciertas enfermedades. La misma se vincula a la complementariedad entre factores hereditarios y vivencias.(3)

Se cumple aquí, tal como Freud (4) lo desarrolló en su concepto de series complementarias, un ordenamiento dentro del cual, estos dos factores se presentan de tal modo, que uno aumenta cuando el otro disminuye.

Los factores estresores (denominados así por la biología), ocupan un lugar de privilegio, respecto de la influencia que ejercen sobre el factor genético.

En presencia de un gen anormal, puede ocurrir que determinados factores vivenciales propicien un funcionamiento a modo de lupa. Es decir, aceleren o acrecienten la falla genética, aumentando la capacidad para contraer la enfermedad. En otros casos, los eventos vitales pueden operar a modo de filtro.  Es decir, disminuyen la potencia de la alteración constitucional y, de esta manera, desafían al código genético.(5)

La estructuración de la identidad biológica tiene sus raíces en el período fetal, pero su continuidad y confirmación durante los primeros años de vida es determinante. Durante el proceso de gestación comienza el reconocimiento de los tejidos como propios. Esta primera "apropiación" implica la puesta en funcionamiento de un "filtro" inicial que la identidad biológica tratará de sostener a lo largo de la vida.

Dicho "filtro" puede ser pensado, en relación a las hipótesis de Maldavsky (6), como una "coraza de carácter químico, ante ciertas sustancias que laboran desde el interior del organismo y a las que ligamos con las defensas inmunitarias".

En "Mas allá del principio de placer" (7) Freud describe el experimento de Woodruff, quien trabajó sobre el cultivo de un infusorio ciliado, conocido como "animalito con pantuflas". La conclusión de la  experiencia indica que los animalitos "resultaban dañados por los productos metabólicos que arrojaban al líquido circundante".

"Por lo tanto, sólo los productos del metabolismo propio tenían este efecto, que conduce a la muerte de la generación".

"Abandonado a sí mismo, entonces, el infusorio muere de muerte natural, por la imperfecta eliminación de sus propios productos metabólicos; pero quizás todos los animales superiores mueran en el fondo, por esa misma incapacidad".

El encuentro con lo diferente, pero afín, evita la muerte que se produciría por el contacto con los propios deyectos.

En el caso del lupus, al no reconocimiento de los tejidos como propios, se agrega una exagerada formación de complejos inmunes (autoanticuerpos + autoantígenos). Este proceso genera tal saturación, que las células fagocitadoras no alcanzan a "limpiar" el nivel de intoxicación.

Contacto con los propios deyectos, por ausencia de enlace con lo nuevo, imposibilitan la constitución de una diferente unidad química y,  por lo tanto, generan un cuerpo, en el que la identidad biológica encuentra obstáculos para su estructuración. Si el carácter fundamental de la pulsión, es el esfuerzo inherente de lo orgánico vivo, de reproducir un estado anterior, lo "vivo" debe resignar esta tendencia, como efecto del influjo de fuerzas perturbadoras externas. Estas últimas (diferentes, pero afines) serían el contrapeso que permitiría contrarrestar la tendencia de la pulsión de muerte originaria.

Antitéticamente el reemplazo a ese retorno inicial por medio de la construcción de "rodeos más y más complicados... son los que hoy nos ofrecen el cuadro de los fenómenos vitales" (7). Vitalidad que en el origen se cristaliza, a través de la progresiva constitución de la individualidad biológica que marca diferencias con lo extraño.

Señala Maldavsky: (8)"En efecto, en inmunología se parte actualmente del supuesto de que lo central de la actividad linfocitaria consiste en un trabajo de autorreconocimiento y autorregulación, en un diálogo entre elementos de una red que se centra en la afirmación de un sí – mismo corporal, del cual los mismos linfocitos son parte integrante. Según Varela y Cohen se da entonces una “danza mutua entre el sistema inmunitario y el cuerpo , que permite al cuerpo poseer una identidad cambiante y plástica a lo largo de su existencia y sus múltiples interacciones. El establecimiento de la identidad del sistema es una empresa positiva y creativa".

Luego incluye a las actividades inmunitarias en el marco de las pulsiones de autoconservación, considerando que uno de los aspectos en que la misma se expresa corresponde a la autoafirmación del “propio ser viviente, con una aspiración a mantener una tensión vital complejizante” (8)

Autoconservación que se construye a través de una figura materna, que mediatiza el aporte de diferencias vitales, y de esta forma,  comanda la neutralización del principio de inercia.

Transformación paulatina hacia el principio de constancia (autoconservación) que, a partir de su instauración autorregula aquellos mecanismos  (cardíacos, hormonales), que en un primer momento tuvieron su balance a través del aporte libidinal de un asistente.

Los trabajos de Samí – Alì corroboran el carácter fundamental de la relación diádica. Relación que preexiste a los términos que enlaza y donde lo psíquico es inseparable de lo biológico. "Reconocer el mal en su raíz, en el cuerpo no es reducirlo a lo orgánico, porque lo orgánico es, en primer lugar, relacional”. (9)

La comunicación en esta díada se caracteriza, en estos tempranos momentos de la vida,  por circular en un registro somático y en un plano neurofisiológico. El niño recibe de su madre, señales vinculadas a tensiones, temperatura, vibraciones,etc. que son ajenos al registro conciente materno.(10)

La madre, ubicada en el lugar de quien aporta estímulos, de quien inviste libidinalmente acorde al ritmo de su bebé, genera diferencias capaces de ser tramitadas.

 Este “doble” materno  es más económico que representacional. Con él se materializa una fusión de tipo físico y químico. Maldavsky señala: “se lo podría distinguir por sus funciones protectoras, tróficas y desintoxicantes”. (11)

En la Conferencia 23 (4) Freud desarrolla el concepto de series complementarias. Allí destaca que las disposiciones constitucionales se estructuran como residuo y consecuencia de las vivencias de nuestros antepasados. A estas causas del vivenciar prehistórico agrega las vinculadas al valor de las vivencias infantiles. Dice: “El hecho de que sobrevengan en períodos en que el desarrollo no se ha completado, confiere a sus consecuencias una gravedad tanto mayor y las habilita para tener efectos traumáticos.”

En la vertiente de la transmisión generacional, Marisa surge como cristalización de un núcleo desvitalizado. Su abuela materna, depresiva y violenta, se erige como centro, desde el cual parece nutrirse de energías ajenas.

Susana, su hija, intenta ser soporte que evite el drenaje ilimitado de la energía materna. Proceso condenado al fracaso, por la propia desvitalización, ya que ella recicla en sí misma lo históricamente padecido. Marisa tiene que “llenarse de la energía que le falta”. Túnel fotónico, curas milagrosas, transmisión energética, que, mediatizadas a través de un pensamiento mágico, generan la ilusión de suplir la falta en un orden libidinal.

Susana padece un cáncer, y su queja circula permanentemente por su falta de vitalidad, por su agotamiento, por su deseo de abortar “cuando se acabaron las pilas”.

Marisa, a través de sus “antepasados”, se constituye en espacio en el cual se drena lo tóxico. Ausencia de diferencias que la ubican en contacto directo y permanente con sus propios deyectos.

 Fallas en la construcción del sistema inmunitario, y obstáculos para la estructuración del yo real primitivo. Este último tiene como antecedente y soporte biológico a una coraza química, constituída por las defensas del organismo. Marisa llega contaminada al momento de formación de este yo originario.

Hay en ella serias dificultades para poder  expulsar lo extraño y conservar lo propio, lo que determina que no pueda surgir esta estructura organizada.

Freud define al yo real primitivo como aquel que distingue entre un adentro y un afuera, “según una buena marca objetiva”. Yo – sujeto se diferencia del mundo exterior, propiciando, de esta manera, que este último se presente como indiferente, mientras el mundo pulsional queda sobreinvestido.

La constitución de este yo es el efecto y, al mismo tiempo adquiere la función, que previamente fue desarrollada por el asistente materno.

El aporte de diferencias con afinidad y la estructuración de las tres pantallas (coraza química, coraza ubicada frente a lo exógeno y coraza que protege de las intrusiones afectivas que puedan operar desde el contexto) favorecen la neutralización de los agentes endógenos y exógenos. Estos factores, en la medida en que se reducen, dan lugar al nacimiento de las percepciones intrasomáticas (en particular las dolorosas) y del afecto.(6)

El dolor y la contrainvestidura que surge en el intento de neutralizarlo, se constituyen normalmente en antecedentes de la representación – órgano. Este proceso tendrá vigencia si dicha contrainvestidura es susceptible de continuidad a través de la acción especifica. Acción especifica que se sostiene a través de la empatía materna.

Maldavsky señala: “Parece que esa capacidad de la que carece el autista, la de diferenciar entre lo animado y lo inanimado, es la primera en constituírse en cada quien, ya que la conciencia de la propia vitalidad vía matiz afectivo, es correlativa de la captación de la vida pulsional del interlocutor, por la vía de la empatía”. (6)

En Marisa el sentimiento de vitalidad está ausente, ya que en el interlocutor predomina un núcleo desvitalizado.

Hay en este caso serias dificultades para expulsar montos de pulsión de muerte, ya que no hay soporte que pueda recibirla.  Freud señala la importancia de dicha expulsión en  relación a la constitución del yo. Dice: “Y aun puede afirmarse que los genuinos modelos de la relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de la lucha del yo por conservarse y afirmarse”. Más adelante agrega: “ El odio (....) brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior (...) mantiene un estrecho vínculo con las pulsiones de la conservación del yo..”(12)

Marisa atraviesa su infancia en un lábil equilibrio que nadie percibe. En realidad, nadie la percibe. Ella sólo se hace presente en la familia cuando enferma.

“Todo anduvo bien hasta que se enfermó”, dice la madre. Sostenimiento de una sobreadaptación desmesurada, detrás de la cual desaparece como sujeto. Durante el periodo de "sometimiento”, Marisa responde sólo al contexto, obediente, buena alumna, tranquila.

Si el yo real primitivo distingue un adentro y un afuera, constituyendo lo externo como indiferente, nuestra paciente invierte este circuito, ubicando a lo interno como no relevante, mientras que el contexto adquiere una dimensión fundamental.

La pubertad se despliega a través de un reguero de pérdidas: su hermana, como relativo núcleo vitalizante, desaparece de la escena “para ocuparse de sus propias cosas”; se declara el cáncer de su madre; sus padres se separan. Finalmente su primer brote lúpico.

Marisa se debate entre la abulia y el terror. Ubicada en un lugar desvitalizado, pareciera que el pánico se presenta como única salida de la inercia. “Mi papá es muy malo, es un monstruo”, frases que repite incansablemente. Siente que sus susurros de vitalidad o su mera presencia, tienen como efecto el despertar de la maldad paterna, que la expulsa, que se tapa los ojos para no verla.

Los perseguidores terminan siendo todos: su padre, sus amigas, sus hermanos, también su terapeuta. Constituídos en déspotas persecutorios que la cancelan, los ojos no la miran, las bocas callan cuando ella aparece, la indiferencia la cancela.

Al desplazarse por el espacio externo, el pánico la inunda, tiene miedo de perderse y siente que los personajes que circulan por el mundo son usurpadores, violentos, abusivos. Ella siente que puede desalojarlos a través de su poder mental (por ejemplo en la escena del colectivo, en la que se supone a sí misma omnipotente en su pensamiento como para hacer levantar del asiento a otro).

No hay neutralización ni expulsión suficiente de la pulsión de muerte. Marisa no puede responder en este plano y la violencia se precipita hacia la alteración interna. El segundo momento del análisis parece marcar el comienzo de un quiebre a este circuito. Pide, llama, pregunta, dice: “Yo no me doy cuenta de lo que siento”. Algo vitalizante se ha jugado en transferencia y se acerca preocupada por la autoconservación. Quiere alimentarse adecuadamente, quizás como efecto de la expulsión de montos de pulsión de muerte, que propiciaron una relativa libidinización yoica. Pareciera querer constituírse en su propia madre nutricia. Este proceso marca un giro, en el que lo interno ocupa, cada vez más, un lugar preponderante.

Puede planificarlo, pero en el momento de cosechar la siembra de su trabajo se siente nuevamente arrasada. “El robo de comida no es nuevo” dice Marisa . Y describe la cena familiar como un espacio de guerra, en el cual los tenedores siempre pinchan el plato ajeno. Voracidad en el terreno de lo material, que delata una carencia fundamental de otro orden.

A pesar de todo puede comenzar a preguntarse, y en ese despliegue desarrolla conexiones en transferencia. Llora, está “con bronca” porque tiene lupus. Paulatinamente el terror se convierte en enojo, a través del cual insiste en su derecho a existir. Hace intentos por quebrar su dependencia del contexto y por neutralizar su resignación.

Este proceso, este “mal comportamiento”, para ella es ser. Desde  la lectura familiar es presencia que debe ser corregida.

Las pesadillas persecutorias que intentaban tramitar el excedente tóxico, disminuyen.

Freud dice en “Más allá del principio de placer” (7): ...”Así no sería la función originaria del sueño eliminar, mediante el cumplimiento de deseo de las mociones perturbadoras, unos motivos capaces de interrumpir el dormir, sólo podría apropiarse de esa función, después que el conjunto de la vida anímica aceptó el imperio del principio de placer. Si existe un “más allá del principio de placer”, por obligada consecuencia, habrá que admitir que hubo un tiempo anterior también a la tendencia del sueño al cumplimiento de deseo”.

Las pesadillas implicaban el predominio de la primera función del sueño. Intento fallido de lograr tramitación sobre estímulos irrumpientes. Ausencia de angustia señal que deja a la angustia automática como soberana.

Este fracaso de la función onírica, precipita en Marisa despertares inundados de taquicardia y sudoración.

El tiempo transcurre y comienza a traer sueños “infantiles”. Lábiles cumplimientos de deseo, sin disfraz, sin enmascaramiento.

Freud (7) plantea la necesidad de "instar al enfermo a corroborar la construcción mediante su propio recuerdo".

Marisa se ve forzada a repetir, en vez de recordar. Señala Clara Roitman (13): "Lo que se repite no necesariamente está vinculado a un acontecimiento..., si no con estados mentales vinculados al abrumamiento y desvalimiento, y una misma forma en el intento de elaborarlos."

Repetición también de pérdidas en las que no hay duelo, sino hemorragia, ante las que Marisa se ubica con indiferencia. Resignación cuya dramatización se plasma en la última pérdida: la del análisis.

 

BIBLIOGRAFIA

(1)             Morano, Jorge: "Lupus eritematoso generalizado en la infancia";

Tribuna Médica N° 7, diciembre de 1968

(2)             Cagnoni, Jorge: "Acerca de la inclusión del cuerpo en la clínica psicoanalítica" Mesa Redonda C.I.M.P., 1971

(3)             Stahl,S.M.: “Essential Psychopharmacology”, Londres, Cambridge University Press, 1996.

(4)             Freud, Sigmund: Conferencia 23: "Los caminos de la formación de síntoma"    Obras completas, Amorrortu Editores, Tomo XVI, 1989.

(5)             Moizeszowicz, Julio y Mirta: “Psicofarmacología y territorio freudiano. Teoría y clínica de un abordaje interdisciplinario”, Editorial Paidós, 2000.

(6)             Maldavsky, David: "Teoría y clínica de los procesos tóxicos, adicciones, afecciones psicosomáticas, epilepsias"Amorrortu Editores, 1992

(7)             Freud, Sigmund: "Más allá del principio de placer"

Obras completas, Amorrortu Editores, Tomo XVIII, 1986

(8)             Maldavsky, David: "Casos atípicos. Cuerpos marcados por delirios y números"Paidós, Psicología Profunda, 1994.

(9)             Sami - Ali: "Pensar lo somático. El imaginario y la patología"

Paidós, Psicología Profunda, 1994

(10)          Kreisler, L.; Fain, M y Soulé, M: "El niño y su cuerpo. Estudios sobre la clínica psicosomática de la infancia"Amorrortu Editores.

(11)          Maldavsky, David: "Pesadillas en vigilia. Sobre neurosis tóxicas y traumáticas"Amorrortu Editores, 1994

(12)          Freud, Sigmund: “Pulsiones y destinos de pulsión”, Obras Completas, Amorrortu Editores, Tomo XIV,1993.

(13)          Roitman, Clara: "Estados anímicos primordiales: Acerca de algunas formaas en que se manifiesta el dolor psíquico, su origen y procesamiento posterior"

Trabajo presentado en  A.P.A., 1996.

www.sps.org.ar/sms/files/Moizeszowicz_octubre_2008.doc

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